VIVIR, MISIÓN SUICIDA
Somero diagnóstico clínico de la literatura digital: opinión para el #wordfest3.0 2020
Por Miguelángel Díaz Monges
16 diciembre 2020
Del 10 al 14 de agosto de 2020 se llevó a cabo la tercera edición del Word Fest 3.0. Las veces anteriores estuvo a cargo del INBA, en esta ocasión fue admirable anfitriona Ivett Tinoco desde la Secretaría de Cultura y Deporte del Estado de México. El magnífico escritor Mauricio Montiel Figueiras, organizador de las tres ediciones —no sé si esta vez en solitario—, que me había invitado a cerrar la primera en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes junto a Merlina Acevedo, Armando González Torres y Héctor de Mauleón, con Julio Patán como maestro de ceremonias, tuvo la gentileza de invitarme a la última presentación de esta tercera, donde tuve el gusto de compartir panel con Raquel Castro y Rafael Pérez Gay, y con Montiel como moderador. Seguir leyendo…
Por Miguelángel Díaz Monges
16 Noviembre 2020
Es cierto que si pesamos el pro y el contra. quedándonos de brazos cruzados, honramos igualmente nuestra condición.
–Samuel Beckett
Lo que hagáis, a vosotros os pertenece; yo sólo debo responder de mis propios actos.
–Confucio
Hace tres días cumplimos un mes sin agua. No es que falte el suministro, sino que la bomba está apagada. Nadie acepta haber bajado el interruptor, así que nadie lo sube. A estas alturas empezamos a creer que se bajó solo. Ya se subirá. Mientras tanto nosotros tan amigos como siempre, aunque preocupados por ciertas rarezas del mismo tipo.
La primera fue hace seis meses más o menos, cuando en el antepecho del pasillo del segundo piso apareció una bolsa grande llena de pollo podrido. Los hermanos Escándalo, que viven en ese nivel, montaron un buen sainete, nos llamaron marranos, maleducados y maricones, a lo que Paola respondió que ella no podría ser maricón aunque quisiera. Seguir leyendo…
Por Miguelángel Díaz Monges
16 Octubre 2020
La vida no deja de ser cómica porque un hombre muera, ni deja de ser trágica porque un hombre ría.
–George Bernard Shaw
vienes y sueñas y comes y lees
y a veces tras la luz persigues el ilimitado porqué de tus acciones
–Tristan Tzara, “Aproximaciones”
Lo que habrá ocurrido es que habremos llegado a ver una estructura complicada donde pensábamos que todo era sencillo; que habremos llegado a darnos cuenta de la penumbra de incertidumbre que rodea a las situaciones que no inspiran duda; que hallaremos dudas más frecuentemente justificadas de lo que suponíamos, y que aun las premisas más plausibles se nos habrán mostrado capaces de producir conclusiones no plausibles. El resultado neto es sustituir la certeza no articulada por la vacilación articulada.
—Sir Bertrand Russell, An Inquiry into Meaning and Truth
O hay que filosofar o no hay que filosofar.
Si hay que filosofar, hay que filosofar. Si no, hay que filosofar.
(El rechazo a filosofar en sí mismo es filosofar).
–Aristóteles
Escribir con claridad, de acuerdo con los cánones y de tal modo que el lector sienta la nobleza con la que se la trata, es el distintivo de la literatura actual. Por eso algunos escritores afectos al barroquismo o la retórica no tienen cabida en los registros oficiales. Es difícil comprender que a estas alturas aún haya quien usa palabras que se tienen que consultar en el diccionario o culteranismos pretenciosos como el que podría introducirse aquí para dar la referencia de la. Perdón, ese enunciado empezaba a ser demasiado largo. Seguir leyendo…
Por Miguelángel Díaz Monges
16 Septiembre 2020
La resignación es un suicidio cotidiano.
— Honoré De Balzac
La vida es soportable tan sólo con la idea de que podemos abandonarla cuando queramos. (…) En el fondo nos vemos arrojados a este universo sin saber por qué. No hay razón alguna para que estemos aquí. Pero la idea de que podemos triunfar sobre la vida, de que la tenemos en nuestras manos, de que podemos abandonar el espectáculo cuando queramos, es una idea exaltante.
— Emil Cioran
Cualquiera en su sano juicio mataría a su madre por lo menos una o dos veces. El problema está en que la moralidad, la Ley y el qué dirán nos han vuelto locos a tal grado que ya ni siquiera volteamos a ver nalgas. Seguir leyendo…
Meditaciones apátridas de una noche de llovizna
Por Miguelángel Díaz Monges
16 Agosto 2020
Ama las lontananzas; el horizonte tiene una fuerza prodigiosa; los hombres que viven de proximidades no respiran más que el polvo.
–Ferdinand Bac
Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada produce una dulce muerte.
–Leonardo da Vinci
Ninguno ama a su patria porque es grande, sino porque es suya.
–Séneca
Sé de cielos que estallan en rayos, sé de trombas,
resacas y corrientes; sé de noches… del Alba
exaltada como una bandada de palomas.
¡Y, a veces, yo sí he visto lo que alguien creyó ver!
–Rimbaud, “El barco ebrio”
Está claro que intentamos reintegrarnos a la vida mientras la muerte aún campea a sus anchas por todos nuestros entornos. Así que regresamos a la tumba.
En Lisboa, según se sube desde el puerto comercial en las lindes del Tajo por el Museo Nacional de Arte Antiguo hacia la Praça de Europa pasando la estación de Cais de Sodré y se dobla rumbo a la Praça de Camoês, por Largo do Chiado hacia Garret rumbeando por la estatua de Pessoa afuera de la Havaneza, ahí donde no hay extravío porque, para no faltar a la cultura y el buen gusto, está uno de los templos del Dios McDonalds detrás de la tienda de Benneton, todo antes de la Parroquia Dos Martires, puede uno detenerse en la línea franca que divide el cementerio de las putas del de los canónigos. Seguir leyendo…
Propedéutico de Madrid para principiantes
Por Miguelángel Díaz Monges
16 Julio 2020
A los abuelos Pepe y Concha y, por supuesto, a papá
Luego vienen los argumentos del olvido.—Ida Vitale ¿Preferirías amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos?
—Julian Barnes Madrid es no tener nada y tenerlo todo.
—Ramón Gómez de la Serna Porque entre los bárbaros son más apreciados los eunucos que los testiculados, a causa de su completa fidelidad.
—Herodoto Manifiestos presagios antiguos y modernos, sacados de los sueños, hacían más vivos sus temores.
—Suetonio
Ahí está, con sus ochenta kilos de equipaje, atónito en el aeropuerto de Barajas, con un pasaje hacia ningún destino. Más inconsciente que inocentemente comete el error que, al fin, será la ruina de sus expectativas: guarda ese boleto de regreso que se había prometido no utilizar. Ese billete le permitirá tomarlo todo con la desidia propia de quien tiene segura la puerta de salida. Guarda el trozo de cartón y se olvida de él. Seguir leyendo…
Por Miguelángel Díaz Monges
16 Junio 2020
Por el camino a Salitres los niños se comen sus propios piojos. A veces los comparten y se despiojan entre sí, como los micos. Yo voy hacia el otro lado, rumbo a San Miguel, al parador que hay en la desviación que lleva a San Miguel. No, nada tengo que ver con el santo, no que yo sepa, salvo el nombre, y eso a medias. El parador es el único, así que no hay confusión. Seguir leyendo…
Para tratar con la desdicha
Fotografìa Julieta Arévalo, cuadro de Benito Antón Gracia
Por Miguelángel Díaz Monges
16 Mayo 2020
Para Benito Antón Gracia, gran amigo y mejor pintor.
Los hombres, siempre que lo sean de verdad, no se despiden de la juventud con emoción ni sentimentalismo.
–Sándor Márai
Acostada en medio de la desdicha, el alma ve mucho
–Sófocles
El invierno, mal huésped, se sienta conmigo en casa, azules son mis manos con su apretón de manos amistoso.
–Friedrich Nietzsche
Cerúleo a cirílico: tres letras
Azules, si se quiere, o transparentes
O como sello de agua, fino el acto
De colores, texturas, tela y duendes Seguir leyendo…
El jovial veneno de las amapolas
Por Miguelángel Díaz Monges
16 Abril 2020
N’est ce pas parce que nous cultivons la brume!
(¿No sucederá esto porque cultivamos la bruma?,trad. Marco Antonio Campos)
–Arthur Rimbaud, Une Saison en Enfer (Una temporada en el Infierno)
No hay ruindad mayor que aquella que se disfraza de cualquier forma de benevolencia; que se aprovecha de la estupidez generalizada para medrar con una imagen detrás de la cual se esconde su contrario. Quiero decir que si existe Satanás no se presenta como en los hermosos grabados medievales donde san Dunstan lo prende con su propio trinche Seguir leyendo…
Ilustración por @_kiahuitl_
Quien haya tirado del gatillo de un revólver sabe que existen pocas sensaciones tan inexplicablemente placenteras e intensas. La última vez que lo hice contra una persona también fue la primera y última que vi a Pablo Rebaños, Cuatrotripas, también llamado Semental del Ayatate, Cara de Chancho y don Pablo de la Caña y Lezama. Lo vi poco, y más bien vi la escuadra que se sacaba del lomo.
ALGUNA VEZ NUESTRO
Los huayacanes de flor amarilla que rodean la plaza del quiosco o el quiosco de la plaza, según quiera verse, son extraordinarios porque, aunque perennifolios, dejan caer las hojas durante el invierno para no humillar a los caducifolios que desde hace tantos años comparten con ellos la clorofila y los nidos.
El mundo conocido
Por Miguelángel Díaz Monges
Los paralizaba la inmensidad de sus deseos
–Georges Perec
De camino a la estación de autobuses para comprar los boletos de regreso, ¡y qué pesadilla de regreso las quién sabe cuántas horas de camión sin poder fumar ni mear y a la línea con la costa del Golfo bajo el sol de un abril especialmente caluroso y desairado
Viñedo
Por Miguelángel Díaz Monges
Sin embargo, señores,yo no soy un escéptico
y hay unas cuantas cosas en que creo.
A Juanjo, principalmente
No quise decir, quise hacer
—Paul Valéry
Por Miguelángel Díaz Monges
16 Noviembre 2019
En medio de tanto escombro, nosotros
hemos de actuar para que sean levantadas las ruinas necesarias. Seguir leyendo…
Las Viudas
Por: Miguelángel Díaz Monges
16 Octubre 2019
Satis praestiterit ratio, si id unum ex dolore, quo est superest et abundat, exciderit; ut quidem nullum omnino esse eum patiatur, nec sperandum ulli nec concupiscendum est.
––Seneca, Ad Polybium De Consolatione
Bastante hace la razón si le quita al dolor lo que le sobra y le es superfluo, pero que no se sufra nada en absoluto, ni se ha de esperar ni se ha de desear.
–Séneca, Cosolación a Polibio
Este otoño caen de las ramas mirlos secos que crujen cuando los pisas.
ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL ODIO
Miguelángel Díaz Monges
Para mi madre y mis hermanos
Pocas personas consiguen ser felices sin odiar a otra persona, nación o credo
–Bertrand Russell
Murió la persona a la que odié, la única. Para los demás sólo tengo indiferencia y desprecio. Lamento no haberme enterado a tiempo de ir a escupir sobre su féretro, como lo juré hace más de cuarenta años, cuando la vida me quitó su presencia corporal constante y me liberó de sus inagotables acciones y palabras crueles. Murió la persona que destruyó mi infancia, hizo de mi vida un esmero constante en reconstruirme y desató en mi madre los demonios con los que ha luchado como los condenados contra su destino. Tampoco creo que a mi padre lo haya hecho feliz, pero los silencios de mi padre son perfectos: nunca sabré.
Esperé cuarenta años y algo más para ver el cadáver que no vi. Dios, que no ama solamente a los que perdonan porque esa es potestad suya y no de los humanos, la juzgue y la condene.
Soy, pues, alguien que odió; alguien que ya no odia.
Quisiera saber que tuvo una agonía atroz y que en ella recordó con arrepentimiento el daño que hizo. Es inútil, nuestro odio rara vez se ve correspondido siquiera por la memoria del otro. Algo que reprocharle a la vida, al orden de las cosas, a la condición humana, ¡qué se yo! Pero tampoco sirve de nada. Nos quedan la frustración y la impotencia. Desde el banquete de los gusanos ese cadáver maldito vuelve a reírse de nosotros. Y ya no tenemos a quien odiar porque el odio de los sobrevivientes es la cadaverina que hace apestar a los muertos.
Quedan otras inquietudes royendo: debió morir joven, debió morir ante mis ojos. Cosas de la venganza. Pero el odio no necesariamente hace desear la venganza: un hombre bueno puede odiar sin desear fervorosamente el mal. En lo personal, era joven: Nunca hablé de mi odio porque esperaba vengarme, pero nunca me acordé de vengarme ni encontré la oportunidad o el modo. Finalmente la venganza me pareció poca cosa y me convencí de que no resolvería nada, lo que es cierto. Volveré a ello.
Dicen los que tienen salud mental qué hay que tener clausura. Bonita forma de huir de uno mismo: olvidar los capítulos pasados y, entonces, no entender el actual. Es como olvidar lo aprendido, como olvidar los amores que nos hicieron dichosos, olvidar la manera en que sonreían y lloraban nuestros muertos. “Felices los normales”, no me cuento entre ellos.
El mayor bien al que tenemos posibilidades de acceder es la serenidad. Debería bastarnos con ella. Pero me permito sospechar que conseguirla es más difícil que pasar página una y otra vez en aras de una clausura que más bien se parece a dar la espalda a la vida y lo vívido.
Han pasado semanas. Ya no odio. Esperé cuarenta años. ¿Y qué tengo? Frustración. Porque no cambia nada. El descanso esperado –la serenidad– no llega, es un Don reservado al asesino; pero no se mata por odio, porque el odio no es furioso ni demencial, es silencioso como el cáncer, como la circulación de la sangre. Hay mucho que hacer con uno mismo para no ser destruido por él como para pretender acabarlo con un asesinato: el dolor del odio es, a fin de cuentas, reflexivo. Matar, o vengarse de cualquier manera, no sirve de nada: hay que salvarse en la propia guerra emocional y no es clausurando o cerrando círculos sino haciendo del odio parte de nosotros, un motor y un emblema.
Uno deja de odiar, quizá, cuando desaparece el objeto del odio, pero no olvida que odió, no arranca de sí mismo el cadáver del odio aunque pueda olvidar a ese otro cadáver.
Los que olvidan quizá lo hacen porque se arrepienten, porque desprecian su transcurso. Lo borran, y con él la voluntad, las emociones, la vida. ¿Hay algo más triste que olvidar que has vivido? Jusucristo vomitó a los tibios, el destino del tibio es la disolución en un olvido idéntico al que procuró. El Alzheimer o la demencia senil son, por supuesto, otra cosa.
El odio es una emoción primaria, pura, tan indefinible fuera de su propia mención como un color. El amor es un concepto que abarca una serie de emociones, creencias y factores culturales muy complejos y se presenta de diversas formas con los más variados detonadores. No son contraríos ni secomplementan ni nada por el estilo, son cosas totalmente diferentes .El odio masivo como los nacionalismos o el fanatismo religioso no es propiamente odio sino otra aversión, su simulación racional producto de las creencias y el adoctrinamiento que busca la aniquilación de un determinado enemigo con fines generalmente ajenos al supuesto fundamento del odio; no es la respuesta emocional lógica y directa a un daño o una secuencia de daños recibidos. El odio, quizás –y no por breve es una sospecha menor–, se fragua en la impotencia y la incapacidad para defenderse o responder a la agresión moral, física o verbal sostenida durante períodos prolongados.
Termina por darse, como en el síndrome de Estocolmo, una némesis entre el odio y quien odia: hay un motivo de vida que se vuelve orfandad cuando no hay a quién odiar, ni más ni menos que comosucede con quien conoció el amor. Por eso infatuamos nuestras emociones. Hacemos amor de cualquier afecto. Una vivencia temeraria la convertimos en algo heroico y al odio lo volvemos demencial, lo confundimos con una furia intensa, destructiva y violenta: algo pasajero, patéticamente breve. Pero el odio es otra cosa: Es plano y simple como el deseo, como la vida. Como ellos es, asimismo, aburrido. Por eso somos capaces de olvidar que odiamos hasta que una mención, cualquier evocación, nos lo recuerda, entonces es intenso, pero no frenético ni estrepitoso.
La vida, vista con la perspectiva adecuada, es bastante llana y aburrida. Por todos lados encuentras a ese imbécil petulante que, apenas enterarse de que eres escritor, te suelta que si te contara su vida harías una novela. No, caballero, mire: ese chico de la barra también ha tenido sus percances, aventuras e intensidades; lo mismo que la señora del copete o el mendicante maloliente al que acaba de darle un par de pesos sin mirarlo siquiera. Su vida es exactamente la misma mierda que cualquier otra, lo único que cambia en el fondo es que es la suya. ¿Cómo podría usted tolerar la decadencia si no estuviera convencido de que, pase lo que pase hoy o en adelante, usted cumplió con creces la encomienda de vivir y exprimir hasta la única gota de jugo a la fruta que le dio el árbol de los que tuvimos la suerte o la desgracia de ser? Nacemos, pasan cosas, padecemos emociones, tenemos goces y morimos, con suerte sin agonizar. Mi odio no es relevante, las circunstancias de mi odio no son interesantes. La vida, en verdad, es bastante aburrida; una de las razones por las que existen las artes, entre ellas la literatura.
A diferencia del amor, el odio puede habitar silencioso. No se odia con pasión demencial. A fin de cuentas no es tan importante en sí mismo –como no lo son el miedo o la ternura– y el ser odiado deja de importar, va cayendo en el olvido, hasta que algo lo evoca o invoca, entonces el odio se enciende y estalla como un Vesubio para después volver a su letargo.
Es el espíritu o el subconciente, algún resabio de salud mental, lo que nos protege de tener presente tan magnífica emoción: Nadie quiere odiar o busca odiar. Es cosa que sucede sin ser invocada y nunca como consecuencia de algo que se haya procurado. Es demasiado extraño que aparezca alguien cuyas acciones le hagan merecer el odio. Pero cuando aparece no es cosa de risa.
En su Tratado sobre los vampiros, el padre don Agustín Calmet describe a fondo, con datos,descripciones minuciosas, investigación, elaboraciones teóricas y abundantes ejemplos bien documentados la condición de los no muertos, los resurrectos, los catalépticos, los revinientes y demás seres asimilados al vampirismo. En ningún momento menciona el amor ni el odio. Son los escritores quienes asimilaron el amor a la condición de inmortalidad: Goethe, Potocki, Hoffmann, Polidori, Poe, Gautier, Le Fanu, Capuana, Darío, todos escribieron magníficas versiones del vampirismo amoroso. BramStoker, en su extraordinario y embémático Drácula, da un paso atrás para dar el salto definitivo al vampiro ejemplar: se basa puntualmente, detalle a detalle, a los largo de la novela, en los estudios del padre Calmet, particularmente en el fundamento que había sido omitido por todos los anteriores: la condena a una inmortalidad sin sociego por la afrenta contra Dios: maldición e inmortalidad –¿cómo no?– por amor, mismo que consuela al conde en su condena. En ese giro, Stoker aventura el guiño cínico que muchos damos por cierto e infalible: el amor es vampírico, por eso hay que temerle y evitarlo. El odio también lo es,pero ¿hay inmortalidad por el odio? ¿De las tumbas de quienes se odiaron crecen los arbustos urticantes que los unen por siempre como en el Romancero? ¿Qué literatura justificaría esto? Creo que la diferencia fundamental entre las naturalezas del amor y el odio es que el amor vive de la sangre del ser amado, se alimenta del otro, mientras que el odio vampiriza a quien lo siente, vive de la sangre de quien lo alberga y la memoria de las razones para odiar, pero no obtiene nada de aquel a quien se odia. ¿Realmente muere cuando muere el otro? Al menos se transforma en otra cosa parecida a un abismo, una caverna, un inmenso vacío. A veces se puede llenar con frustración. Otras veces se queda ahí y se olvida.
No obstante, ¿la persona odiada puede arrastrar a la tumba a quien la odia así como el amante muerto puede arrastrar al ser amado? Sin duda los espíritus débiles son susceptibles de ser carcomidos hasta la gangrena emocional y moral que envenena la sangre y aniquila el cuerpo. No sólo es factible, de hecho quien odia puede ser aniquilado por su odio sin intervención pasiva o activa del ser odiado, pero se trata de casos demasiado románticos para ser tomados en serio.
A fin de cuentas, sin embargo, todo esto es unmero exorcismo, pues, ya que mencioné el romanticismo y los posibles vínculos entre el amor y el odio, me permito citar, cambiando su sentido, el último verso del “Canto a Teresa” de José de Espronceda: “¿Qué haya un cadàver más, qué importa al mundo?”
Durante los días tormentosos en que he escrito esto, cada vez que me he dedicado a pensar en cuanto he dicho, en lugar de la idea de reflexionar acerca del odio mi mente ha lanzado a la conciencia el nombre de otra persona que, aunque detestable, nunca consideré demasiado relevante. Pero mi mente insiste en ponerla por encima o a un lado de la palabra odio. Y me pregunto, entonces, ¿es que la odio también? ¿O es que el odio, errante y ahora sin objetivo, busca en quien posarse, a quién envolver, como si se tratara de una razón de ser? ¿Acaso nuestros odios son un listado largo o infinito de seres que vulneraron nuestras almas, pero eligen a una, preponderante, para manifestarse? Tal vez odiar nos es más necesario que amar, al menos a los que no tuvimos la oportunidad de ir por el mundo sin el alma,la vida, desgarrada, rota en mil pedazos, pulverizada y engullida por las fauces del tornado que es el carácter implacable de los sobrevivientes.
Acerca de mi columna para Anestesia.
Yo no sé qué escribo o de qué, ni importa en absoluto. Puedo venir aquí a decir mentiras que mañana ya habrán olvidado tanto como habrán olvidado estas palabras, vagas, no verdaderas, mas tampoco mendaces.
“Vivir, misión suicida” no se trata de nada ni tiene forma alguna. Es —qué lugar común tan herrumbroso, mohoso, putrefacto— otro salto al abismo. Quizá escribo solamente para ver qué sucede si escribo. Quizá escribir es, para mí, una forma holgazana de practicar parkour o cacería —en el papel de ciervo, por supuesto—.
Sé lo que no habrá:
Estilo
Tema
Género
Tres cosas que no existen, o ya no existen si es que existieron, y que nadie medianamente culto y sensible a las letras puede echar de menos.
Escribiré exactamente lo que lea quien lea y creeré escribir lo que crea que escribí. Decir algo distinto sería un embuste conveniente al que no he de plegarme: A fin de cuentas los planes de los hombres son las canicas con que juegan los dioses y nuestros sueños son los consoladores de las musas.
Y a nadie extrañe que en mi primera entrega incluya esto mismo, si no es que de ahí salió y mejor me lo callo.
Sea y que haya disfrute.
De lo que va la cosa
Por Miguelángel Díaz Monges
16 Agosto 2019
Se marcharon, los dioses, el día de la extraña marea.
—John Banville
Será un inventario. Siempre, todo, en especial el arte, es un inventario.
Empezaré por el presente porque el presente es el inicio y el fin de todo, y porque me rindo a Agustín de Hipona cuando pienso que sé que sólo existen tres tiempos: presente de pretéritos, presente de futuros e presente de presentes; no hay ayer ni mañana y eso es bueno, eso me lleva a la divina belga Marguerite Yourcenar que puso en palabras de Adriano una frase implacable: “En el punto en que me encuentro, la desesperación sería de tan mal gusto como la esperanza.”
Fui un niño hermoso, en verdad hermoso, así que nadie se dio cuenta —o a nadie le importó, ya da lo mismo— de que tenía pie plano, escoleosis y dislexia. No tenía amigos. Tampoco los he tenido después. Era un niño hermoso con grandes limitaciones. Pude afearme que es lo más común: preferí enfrentar mis taras dedicándome al deporte y la literatura. Ahora soy un vejete interesante con muchos achaques, sin nadie a quien le importen, demasiado desapegado de sí mismo como para hacer deporte y aburrido de la futilidad literaria. Un vejete interesante que tras haber follado de todas las maneras con mujeres, hombres, multitudes y una cabra en cierta cantina encubierta, ya no es deseado por nadie y, por cierto, prefiere dormir que follar.
Un inventario porque hay un presente. O, para mayor precisión, parece haber un presente y, en todo caso, no hay otra cosa:
Está la pequeña putita de Schwob al lado del casto, virginal, inmaculado tejido de Coetzee; está la acequia que baja desde los terrenos de la colina, serpentea por el huerto hasta la hortaliza y, por una canaleta que hice con mi pala y mis manos, va a dar al estanque en que crío las mojarras que vendo, para vivir, en las cantinas. Y están los que rondan y los que a fuerza de ser mierda ya ni se espantan las moscas, y los niños de la plaza a los que enseño a robar y a mover el balón con maestría, y la vecina puta que se vuelve moralista cuando bebe y estas letras escritas después de un día de azoro. Porque hoy es el día en el que por la mañana vino un hombre a venderme mi sepulcro.
Por eso, vuelvo a escribir, sin anestesia, en ella. Ven y vamos.
Será pues un inventario infinito que terminará lo mismo, como todo, y será olvidado, como todo, y dejará indiferentes a todos, como todo, salvo Beethoven.
***
Están
La bugambilias que salvé en el jardín que salvé
Y que aún viven
Y los cipreses que mi padre hizo traer de Italia
Y eran tan pequeños como niños pequeños
Y hoy son tan inmensos que se ven desde afuera
Tras la barda de piedra negra ígnea de nueve metros de alto y firmes contrafuertes
Tras los que soy el que fui cuando era hermoso
Y jugaba espiro con mi hermano y mi padre y mi hermano y yo matábamos murciélagos
Con resortera, de noche, encendiendo una farola para enloquecer su vuelo
Hoy soy yo el que cae de una pedrada en pleno vuelo si se enciende una farola.
Más o menos sucede como eso de Alberti (hay dos, y son dos genios: el arquitecto renacentista italiano Leon Batista y el poeta gaditano Rafael, que escribió los versos de “Balada del posible regreso” a los que vine o que quizás me llamaron):
“Yo mataba los murciélagos
en torres frente a la mar.
Hoy, en balcones lejanos
de la mar y frente a un río,
pasan, negros, por mi frente
y no los quiero matar.
“Murciélagos de los días
torreados, frente al mar:
yo os mataba, pero ahora
que está cayendo la tarde
tan lejos de aquella mar,
aunque paséis por mi frente
—¡seguid!—, no os puedo matar.”
No debemos pasar por alto que los murciélagos anidan en la cabeza del demonio. Tampoco hay que fingir que citar es escribir y que una cita larga es mejor que una referencia vaga, en especial si no tiene referente y, con todo rigor, es un capricho, pero también un ejemplo de lo que hago y haré, que esto y no otra cosa es la literatura digna de ser escrita. No se me pregunte a mí si esto o aquello es digno de ser leído, eso es cosa de quien lee.
***
Más arduo que el qué del cómo es el cómo del qué (yo ya me entiendo, y San Dunstán de Canterbury, el anglosajón benedictino que lo mismo coronaba reyes en Londres que se hacía invocar por Normandos y Templarios, bendiga a quien me acompañe en mi entederme tal como derrotó hasta tres veces al demonio).
Yo no sé qué escribo o de qué, ni importa en absoluto. Puedo venir aquí a decir mentiras que mañana ya habrán olvidado tanto como habrán olvidado estas palabras, vagas, no verdaderas, mas tampoco mendaces.
“Vivir, misión suicida” no se trata de nada ni tiene forma alguna. Es —qué lugar común tan herrumbroso, mohoso, putrefacto— otro salto al abismo. Quizá escribo solamente para ver qué sucede si escribo. Quizá escribir es, para mí, una forma holgazana de practicar parkour o cacería —en el papel de ciervo, por supuesto—.
Sé lo que no habrá:
- Estilo
- Tema
- Género
Tres cosas que no existen, o ya no existen si es que existieron, y que nadie medianamente culto y sensible a las letras puede echar de menos.
Escribiré exactamente lo que lea quien lea y creeré escribir lo que crea que escribí. Decir algo distinto sería un embuste conveniente al que no he de plegarme: A fin de cuentas los planes de los hombres son las canicas con que juegan los dioses y nuestros sueños son los consoladores de las musas.
Enhorabona por esta columna, inteligente, refrescante y divertida.
¡Chingón!
¡Eso es ESCRIBIR!, a esto se le llama literatura.