Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Ensayo ejemplar donde el autor orina poco y de mala manera mientras alguien, quizá él mismo, se caga de la risa

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Por Miguelángel Díaz Monges

16 Octubre 2020

 

La vida no deja de ser cómica porque un hombre muera, ni deja de ser trágica porque un hombre ría.

–George Bernard Shaw

vienes y sueñas y comes y lees

y a veces tras la luz persigues el ilimitado porqué de tus acciones

–Tristan Tzara, “Aproximaciones”

Lo que habrá ocurrido es que habremos llegado a ver una estructura complicada donde pensábamos que todo era sencillo; que habremos llegado a darnos cuenta de la penumbra de incertidumbre que rodea a las situaciones que no inspiran duda; que hallaremos dudas más frecuentemente justificadas de lo que suponíamos, y que aun las premisas más plausibles se nos habrán mostrado capaces de producir conclusiones no plausibles. El resultado neto es sustituir la certeza no articulada por la vacilación articulada.

—Sir Bertrand Russell, An Inquiry into Meaning and Truth

O hay que filosofar o no hay que filosofar.

Si hay que filosofar, hay que filosofar. Si no, hay que filosofar.

(El rechazo a filosofar en sí mismo es filosofar).

 –Aristóteles 

Escribir con claridad, de acuerdo con los cánones y de tal modo que el lector sienta la nobleza con la que se la trata, es el distintivo de la literatura actual. Por eso algunos escritores afectos al barroquismo o la retórica no tienen cabida en los registros oficiales. Es difícil comprender que a estas alturas aún haya quien usa palabras que se tienen que consultar en el diccionario o culteranismos pretenciosos como el que podría introducirse aquí para dar la referencia de la. Perdón, ese enunciado empezaba a ser demasiado largo. Es otro de los problemas que sufren ciertos escritores: los enunciados largos y sin suficientes escafandras ¿Eso no será una metáfora?, espero que no del todo.

(En el Circo Prodigioso de Maravillas Induráin hay un taller de metáforas. Se les ofrece desde los servicios más elementales como la reparación de imprecisiones hasta el paso del torno para las medias metáforas que requieren ser completadas o recubiertas. Abundan las metáforas que piden la eutanasia, lo que se hace rápido y gratis, básicamente porque después no pagan el servicio.)

Los escritores que no siguen una secuencia lógica y sencilla en el desarrollo de sus tramas y sus piezas no tienen un lugar en nuestra literatura. Sería inaceptable que alguien estuviera hablando de metáforas e intempestivamente metiera una referencia fantástica que, al distraerlo, lo llevara a hablar de cualquier otro asunto, como la falta de ilación entre sus ideas.

Con perdón del lector, el autor va al baño y no considera buena idea llevarse su laptop, pues tardará poco y va a orinar, lo que le obliga a decidir entre agarrarse el pito o mojar el asiento. Siendo que prefiere no mojar el asiento y es muy de agarrarse el pito, no puede teclear en lo que orina, así que no se llevará la computadora. Bueno, ya tampoco irá, pues al entretenerse en el párrafo anterior le ganaron las aguas de vejiga.

Estábamos en la escritura gentil que excluye casos como el de escritores que en nuestra época todavía se atreven a iniciar enunciados con palabras del gerundio, tales como “siendo”. Es de preverse que escritores tan poco contemporaneizados utilicen palabras como “contemporaneizados”, misma que consta de dieciocho letras. ¿Qué haría tan torpe escritor si buscara el reconocimiento de sus pares mediante el imprescindible uso de Twitter?

Este tipo de autores suelen entrometerse en su propia obra y corregirse a sí mismos. Incluso hay algunos que meten un chiste o una referencia a asuntos tan suyos como el íntimo acto de orinar, la manera en que lo hacen y la tecnología que los acompaña en ese acto que, en otros tiempos, se llevaba a cabo leyendo las instrucciones del shampoo o la excelente literatura que abunda en las paredes de cualquier retrete o cubículo de mingitorio.

(En su Mínima del estilo, finisAfricae, 2008, Irún, 423 pp. 4a ed., la doctora Gregoria Larrauri Zuloaga advierte que “si reparamos en el comportamiento soez de la bestia fálica encontraremos que tiene una extraña preferencia por la higiene, misma que le lleva a liberarse de toxinas urinarias en sitios como álamos y robles, y, si es caso urbanita, opta por truenos, ficus, postes de luz y neumáticos (en la primera edición dice “ruedas de berlina”). Caso no contabilizado de manera confiable es el de quienes desde el sofá de sus salones y pudiendo ir al inodoro, generalmente más cercano y confortable, prefieren ir al balcón y desde éste regar las rúas y callejas, no siempre vacías y muchas más veces de las que se piensa, apuntando a la calva de honorables caballeros, las violetas y frutas des mercantes o en el escote de hermosas y acicaladas señoritas ilusionadas por el pronto encuentro con su amado. Estos deleznables seres gozan muy especialmente de, al terminar de liberarse y proceder a deshacerse de las gotas adheridas por la viscosidad natural de la orina, cumplir el antiguo precepto, de origen babilónico y llegado a nosotros por las culturas clásicas y después por las rutas bereberes, que reza “más de dos sacudidas ya es chaqueta”.)

El autor va a mear, con perdón.

La dispersión, muchas veces intencionada, aunque más bien atribuible a falta de rigor, lleva a esos escritores patéticos que nos ocupan al imperdonable pecado de la incoherencia. Probablemente les sería más dispensable un afán retórico inadecuado para nuestros tiempos que la falta de orden racional y discursivo que muestran al llenar sus escritos con asuntos y divagaciones que no tienen relación alguna con aquello de lo que parecieran ocuparse. Digamos, por ejemplo. Perdón, un escritor actual debe ser menos solemne, lo que implica no usar un plural para introducir un ejemplo. ¿La alocución “digamos” no nos remite a principios del SXX? Perdón, con perdón por tanto uso de la palabra perdón. Decía que

(Permítase al autor releer lo que lleva para seguirse el hilo a sí mismo… Vaya, aquí lo tenemos furioso por el uso cursi e impertinente de los puntos suspensivos)

–Calle usted, por favor.

–Siga, pues.

También debe ser suprimida de la mente del lector la última pregunta anterior (o anterior, aunque no sea la última), pues se le pide (al lector) tener una opinión sobre los usos lingüísticos de una época anterior a Facebook (lo que implica mucho tiempo (pasan tan rápido los años (o quizá es que uno va envejeciendo y el tiempo también se arruga (no como el culo sino como la frente y el ceño)))).

Hay escritores, en fin, que para decir que hay escritores que con tal de no escribir como escribimos los escritores escriben como otros escritores y terminan por convertir en un berenjenal algo tan simple como “hay que escribir de modo sencillo, claro y para todo público”.

—Perdón, maestro, una pregunta: ¿Por qué?

–Hombre, no es que no pueda responderle, pero tendría que usar conceptos rebuscados, estructuras gramaticales complejas y palabras que es necesario buscar en el diccionario.

–Reborujar en lo complejo para sustentar lo simple.

–Pues sí, eso.

–Y mear.

–Sí, también mear.

–¿La siguiente clase nos hablará del Pocoapoco y sus Avemarías?

–Dios quiera, joven, primero Dios. Siempre primero Dios.

[–Disculpen los señores, esto era un artículo sesudo, no una conversación.

–Ya nada es lo que parece, ya lo ve, nada de nada, rien de rien. El mundo se ha roto.]