Una revista original
Autor: Jorge Negrete Castañeda
16 Julio 2019
Son varias noches en que no puedes conciliar el sueño y cuando lo logras despiertas alterado, no entiendes por qué. Te planteas hipótesis; la posición, el colchón, alguna enfermedad o quizá algún presentimiento. Entras a tu estudio y con la mirada recorres cada entrepaño, buscas en los libros apilados, en los pendientes por leer y no tienes en absoluto nada sobre el tema. Haces un esfuerzo por recordar algunos indicios de ese sueño; la pantalla negra con un diminuto punto de luz y esas voces de seres que resuenan en tu interior. Por algún motivo que desconoces interpretas que tiene que ver con el origen. De inmediato decides ir a la biblioteca y consultas los experimentos del Bosón de Higgs, la partícula de Dios. La información está fuera de tu comprensión, es demasiado científica. No es lo que esperabas.
En el camino de regreso a tu casa, sobre la banqueta está el puesto de libros viejos en el que compraste, sólo por su intenso olor a tinta y papel, esa revista de portadas blancas y sin autor para usarla como aromatizante de tu estudio; sonríes de manera involuntaria. Detienes el paso por completo. Con ojos de águila ves los títulos y tu atención se centra en dos libros que llaman con fuerza tu atención: la Interpretación de los sueños y los Fantasmas del mundo. Preguntas los precios, revisas tus bolsillos y sólo te alcanza para llevar el de los fantasmas, algo en tu mente indica que es el necesario para esclarecer la situación.
Llegas a casa. La soledad es inmensa. Vuelves a tu preocupación de despertar día a día agitado y con el pecho lleno de desesperación, recuerdas con intensidad las voces de esos seres que viven dentro de ti y te preguntas; ¿de dónde vienen?, ¿quiénes son?, ¿por qué te habitan? Las voces quieren salir de ti, liberarse. Así lo sientes.
Sentado en el comedor abres el nuevo libro, tu atención es atrapada por las vueltas y vueltas de tuerca que hay en la narración. Los fantasmas no existen te repites con insistencia, te adentras más y ya piensas lo contrario, ahí están, los puedes sentir y deambular en tu alrededor.
Haces una pausa y reposas en el viejo sillón herencia de tu padre, te preguntas si tus habitantes son ángeles, demonios o fantasmas. Decides meditarlo y tu mirada se pierde en el infinito, ves y no ves nada. Al fondo del pasillo, en el estudio, escuchas ruidos que en conjunto parecen decir; ¡apresúrate Marcial, apresúrate! Azorado te incorporas y recuerdas las cadenas que se arrastran, el rechinar de viejas puertas que imaginaste en la novela de fantasmas. Tienes miedo, se te eriza la piel. Recorres con lentitud el pasillo y, como si te fallara la vista, apoyas las manos sobre las paredes. Paso a paso crece tu curiosidad. Avanzas. Escuchas los ruidos cada vez con mayor claridad, más cercanos; te detienes, tomas aire y no sabes si quieres continuar. Presientes que el destino es llegar hasta las últimas consecuencias y lo piensas mil veces en fracciones de segundo.
Llegas al umbral de la puerta del estudio: está entreabierta, la empujas con las yemas de los dedos, se desliza con dificultad; rechinan las bisagras, la perilla se estrella contra la pared y la puerta rebota hasta ti. Los ruidos son más intensos y la voz más clara. En actitud de desesperación llevas tus manos a los oídos, quieres y no quieres escuchar lo que te dicen. Estás inmóvil. De momento cierras los ojos porque temes lo que pudieras ver… pero esos…esos ruidos te dicen: ¡Marcial…Marcial…apresúrate! Te das valor y asomas sólo la cabeza.
Los ruidos provienen de arriba, levantas la mirada y ves con asombro que, en la repisa más alta del librero, la revista de pastas blancas se mueve con brusquedad de un lado a otro, se quiere liberar de los libros que la aprisionan. Está entre los títulos de la soledad e imaginas que debió sentirse apabullada por esa obstinada emoción, tal y como en ocasiones la has sentido. Un escalofrío recorre tu cuerpo y un impulso desconocido te hace entrar por completo a ese lugar en el que has pasado tanto tiempo tratando de descubrir tu camino. Ahí estás; sudas de manera copiosa, con el rostro pálido y los ojos muy abiertos.
La revista, con muchos esfuerzos, logra zafarse de las soledades y cae de manera estruendosa frente a ti. Con exactitud, de la mitad se ha desprendido una hoja, en ella está impresa la imagen de una mujer embarazada que, por el tamaño del vientre, puedes deducir que está a punto de parir. La imagen comienza a palpitar, la parte media de la página se eleva y los extremos permanecen pegados al suelo. Sobresale el movimiento de ese prominente vientre; el rostro de la mujer hace gesticulaciones y se trasforma constantemente; son rostros de hombres y mujeres que has visto alguna vez en una foto, en una entrevista, en la portada de un libro. Maravillado ves tu propio rostro reflejado en el de la mujer. Escuchas una misteriosa respiración, agitada, mezclada con gritos y pujidos. A pesar de los movimientos nunca alcanzas a ver la otra cara de la hoja, una gran curiosidad da vueltas en tu imaginación. Te preguntas. ¿Qué hay detrás de todo esto?
La hoja es brillante y se ve tersa, comienza a humedecerse. De la entrepierna de la mujer sale la cabeza de un pequeño ser, con lentitud, aparece un cuerpo diminuto que brota esplendoroso, después, de la misma forma sale otro, y otro más… y uno más, es una loca reproducción, reiterativa, redundante. Cada vez que arroja un ser es acompañado de una luz y un agradable sonido. La habitación se ilumina, los sonidos se convierten en música y se puebla de recién nacidos. La mujer no deja de parir niños de colores primarios; rojo, amarillo y azul. Su combinación se transforma en alucinantes arcoíris. Esos niños parecieran ángeles; otros, demonios y los hay transparentes como fantasmas. La mayoría mueven sus pequeños labios y se preguntan ¿cuál es la finalidad de existir en esta prisión? La habitación alcanza una iluminación que dificulta observar qué acontece, tallas con fuerza tus ojos y limpias las lágrimas que escurren por tus mejillas. Estás extasiado al ver nacer esa pequeña humanidad. Tu mente está desbordada en un remolino de pensamientos incongruentes. Observas que los niños de colores vuelan y se distribuyen en cada libro que te pertenece. Caes en cuenta que son sus personajes en su infancia, algo que jamás había pasado por tu cabeza. Tienes la certeza que al volver a leerlos serán adultos y habitarán en algún lugar del mundo, en una época del pasado, del presente o del futuro. Viajarás con ellos a lugares insospechados y serás parte de esas extraordinarias imaginerías. Ya estás más tranquilo y en tu interior luchas con molinos de viento, recorriendo el infierno, conduces una máquina del tiempo y hasta imaginas que puedes medir la distancia a la luna. Comprendes que tus habitantes son esos contrarios que se debaten entre la vida y la muerte, entre el amor y el odio… son encuentros contigo mismo, entes de ideas en gestación.
A un lado de esa hoja se encuentra la revista abierta por la mitad e imaginas que espera ser poseída. La hoja sobre el suelo tarda en secarse, se torna de un color amarillento. La imagen de la mujer cambia, está exhausta, tiene una agradable sonrisa, una expresión facial de paz y serenidad y escuchas, ¡Marcial… existes… existes!
Al darte cuenta que se dirige a ti, te impresionas, sientes ganas de correr, de huir, no puedes… ¡no puedes! Te das valor. Llega un repentino sosiego a tu alma. Ya con el control de la emoción y después del grandioso espectáculo soñado o vivido. Aun incrédulo, te inclinas a recoger la hoja, revisas el reverso y encuentras un breve texto que dice “La historia comienza”, no entiendes qué significa, pero puede ser una posible respuesta a tus inquietudes y te preguntas ¿será una partícula de Dios? Estás muy agotado. Devuelves la hoja a su lugar en la revista, con resignación y delicadeza la cierras, la colocas entre tus libros preferidos porque has concluido que fueron ellos, los de las soledades, quienes embarazaron a la mujer en tu maltrecho librero lleno de ideas sobre el origen de tus fantasías.
Publicado en la antología
“Cuentos del sótano VI”,
ENDORA, ediciones.
Cuantos libros leídos ? O mejor dicho en cuantos libros me he introducido, y he vivido vidas que no son mias y he comocido lugares que tal vez nunca llegaré a conocer. Y hoy al recibir tu mensaje y compartirme tu cuento, me quedo pensando ¿en que momento deje de escribir , en que momento deje de leer ? Y hoy estoy segura que un ángel, o un fantasma o algo como la telepatía te dijo : Compartele este cuento a tu cómplice de muchos años . Gracias
Maravilloso y mil felicidades. Atte Elios eliosmitre@gmail.com