Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Vicente Rojo y la herencia transterrada

Por Alfredo Peñuelas Rivas

Marzo 2021

 

 

 

Uno de los posibles orígenes de la creación de nuevos grupos artísticos en el México de los años 50 fue la inmigración de muchos pintores exiliados de distintos países de Europa, algunos de ellos venían huyendo de la guerra y de la situación política latente, ya sea como perseguidos políticos o ante la búsqueda de nuevas oportunidades de desarrollo. Aunque México se convirtió en una suerte de “puerto de llegada” para los exilios provenientes del Viejo Continente, situación que se inició con la diáspora española de 1939, los pintores llegados de otras latitudes se enfrentaron al establisment de la pintura mexicana y su visión estatista del arte. Bajo este paradigma fueron los pintores españoles los primeros en enfrentar dicha situación. La llegada en bloque de pintores e intelectuales españoles formó de inmediato una suerte de grupo subcultural que irrumpió en la hegemonía artística e intelectual de México, los llamados “transterrados”[1]. Si bien había grupos contrarios a los preceptos estéticos y simbólicos heredados por la Revolución Mexicana y su proyecto vasconcelista de imaginario nacional, la mayoría de estos grupos heredaron muchos conceptos sobre la función social del arte como un elemento de cohesión nacional y como un medio de representación simbólica por lo que otras escuelas y otras visiones del quehacer artístico eran vistas como obsoletas e incluso eran consideradas intrusivas. Por otra parte, había artistas mexicanos que pugnaban por la antigua idea de crear arte como único fin creativo sin que éste estuviese sujeto a ningún tipo de discurso legitimador, es decir la creación “del arte por el arte”.

Al hablar de su herencia transterrada el propio Vicente Rojo no ha querido que se le relacione con esos “grandes pintores” del exilio español, como él mismo los llama[2]. Sin embargo, se considera a sí mismo republicano y es heredero natural de este pensamiento y su tradición, sobrino de Vicente Rojo Lluch, jefe del Estado Mayor del Ejército republicano durante la Guerra Civil Española y artífice de la

[1] El filósofo José Gaos (1900-1969) acuñó el término transterrado (en lugar de “exiliado”) para definir al español emigrado por la Guerra Civil Española tras la derrota de la Segunda República en 1939 y que consideraba a México como su casa y la extensión de su país natal debido a las similitudes culturales y a la facilidad de adaptación que representaba compartir el idioma español.

[2] Entrevista con Vicente Rojo, marzo 25, 2016.

 

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[1] El filósofo José Gaos (1900-1969) acuñó el término transterrado (en lugar de “exiliado”) para definir al español emigrado por la Guerra Civil Española tras la derrota de la Segunda República en 1939 y que consideraba a México como su casa y la extensión de su país natal debido a las similitudes culturales y a la facilidad de adaptación que representaba compartir el idioma español.

[1] Entrevista con Vicente Rojo, marzo 25, 2016.

 

 

 

 

 

llegada del pintor a nuestro país. Son tal vez estos elementos de solidaridad los que lo han hecho generar escuela en México, no sólo a través de sus múltiples proyectos editoriales, sino desde las páginas de “México en la cultura”, donde invitó a colaborar a un grupo de jóvenes pintores que más tarde formarían toda una revolución en la pintura mexicana: la Ruptura. [ 3]

Vicente Rojo llegó a México a petición de su padre quien se encontraba como refugiado político en 1949, el mismo año en que vio la luz “México en la cultura”. Fue gracias a la recomendación de Federico Álvarez, escritor transterrado y uno de los colaboradores habituales de Benítez que entró en contacto con Miguel Prieto. Rojo había realizado sus primeros estudios de pintura, escultura y cerámica en la Escuela Elemental de Trabajo[4] a la edad de catorce años. Así que esta preparación iniciática lo hacían candidato para trabajar con Miguel Prieto en un proyecto que le había encargado la Universidad Nacional, el mural El hombre contempla el cielo, pintura que aún engalana el observatorio de astrofísica de la UNAM en Tonantzintla, Puebla, y que el pintor español realizó por invitación del astrónomo Guillermo Haro.

 

 “Recién llegado a México y gracias a Federico Álvarez conocí a Miguel Prieto, un manchego hermoso por dentro y por fuera, pintor y tipógrafo. Él fue mi primer maestro y no sólo en el diseño gráfico, sino en el ordenamiento de la incierta vida que yo había tenido hasta entonces. Recuerdo que en una ocasión, mientras viajábamos en coche, a Tonantzintla (donde yo lo asistía a pintar un mural en el Observatorio Astrofísico), Miguel Prieto me contó como, siendo pequeño, tenía que ir a la escuela a un pueblo que estaba a varios kilómetros de distancia del suyo, Almodóvar del Campo. Años más tarde supo que su padre, durante los largos recorridos, lo seguía a prudente distancia para protegerlo de algún peligro, sin que el niño lo notara. Mucho, mucho tiempo después, cuando hablaba con Miguel Prieto, veía en sus dulces ojos claros la emoción con la que recordaba el delicado cuidado

 

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[3] El propio Vicente Rojo ha querido nombrar a este movimiento como “Apertura” en lugar del nombre La Ruptura como se le conoce de manera genérica. Entrevista con Vicente Rojo, marzo 25, 2016.

[4] Es un centro educativo creado en 1868 por la Diputación Provincial de Barcelona con el fin de que fuera una institución de enseñanza obrera en el Recinto de la Universidad Industrial y nace con el nombre de Escuela Libre Provincial de Artes y Oficios. Durante la Segunda República española la Escuela consigue ser uno de los centros más valorados entre las escuelas técnico profesionales españolas. Se la conoce como “la Universidad del Pueblo” aunque al término de la Guerra Civil, la Escuela se ve obligada a seguir la política educativa y los planes de estudios del franquismo. Actualmente tiene el nombre de Institut Escola del Treball.

 

de su padre. A pesar del tiempo transcurrido yo no he olvidado ese conmovedor relato. Y en él creo que se hallan las enseñanzas que recibí de mi maestro: sutileza, discreción, sobriedad y calidez. A él debo, además, mi entrañable amistad con Fernando Benítez, de quien me convertí durante casi cincuenta años en su hijo, su hermano y su padre (todavía recuerdo su cariñoso lamento cuando yo iba a estar un tiempo de viaje: ¡Hermanito, cuando tú te vas me quedo huérfano!), y de quien heredé la pasión por México. Por si esto no fuera poco, también debo a la generosidad de Fernando Benítez la presentación de mi primera exposición de pintura, en la que me definió como un joven “tierno y lírico, a veces desgarrado y violento”, y me atribuyó “la aurora de la inconformidad y la esperanza”.[5]

 

Al año de haber llegado a México, Rojo se afianza como mano derecha de Miguel Prieto, pero más importante aún, el joven pintor de diecisiete años goza de la confianza plena de Fernando Benítez, tal vez el primero en ver la trayectoria que el catalán tendría en nuestro país y su futuro impacto en las artes mexicanas:

 

“…he aquí a un nuevo pintor a veces es tierno y lírico, a veces desgarrador y violento: Su color es tenso y apasionado, casi brutal. Sus formas tienen casi todas las aristas cortantes del vidrio. Todo se hace y se deshace en sus telas: se está buscando a sí mismo. No le importa el pasado, vive su tiempo, no lo rehúye, lo afronta; trata de entenderlo, de organizarlo, de darle un sentido. Es conmovedor que un joven se ponga en camino. Irá lejos, de él es la aurora, la inconformidad, la esperanza”.[6]

 

“México en la cultura”, un espacio transterrado

El propio Vicente Rojo ha reconocido que “México en la cultura” fue parte fundamental de su formación, “el suplemento era una escuela magistral; cada semana aprendía algo nuevo, no sólo con su lectura, sino también en el trato con sus colaboradores que se reunían en la redacción todos los miércoles por la mañana. Quienes más me atraían eran Paul Westheim y José Moreno Villa, quizá porque escribían sobre arte. Dada mi timidez, me costaba mucho relacionarme con

 

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[5] Rojo, Vicente. Diario abierto. ERA. El Colegio Nacional. Universidad de Nuevo León. 2013. p. 20.

[6] Benítez, Fernando en Diario abierto de Vicente Rojo. Ed. Era. 2013. p. 9.

 

ellos; sin embargo, con oírlos hablar y discutir me daba por satisfecho”[7]. Tras la temprana muerte de Miguel Prieto en 1956, Vicente Rojo quedó a cargo del suplemento y de varios de los proyectos que el pintor manchego le habría “heredado”. Rojo ocupó casi los mismos puestos y colaboró en los mismos lugares de trabajo que su maestro. Fue jefe de la Oficina de ediciones del INBA entre 1953 y 1954 (aunque seguiría colaborando con el instituto), trabajó en la Revista de la Universidad de México y fue diseñador gráfico de la Dirección de Difusión Cultural de la UNAM, pero lo más importante es que acompañó a Benítez en sus proyectos editoriales posteriores.

 

“En realidad, Vicente Rojo, que vino de España a los 17 años, me dio un nuevo sentido del periodismo. Yo me sentaba con él, en medio del barullo de la redacción y en tres horas ordenaba el material y su mano izquierda dibujaba todas las páginas, de modo que los textos, las cabezas, los grabados y los pies de grabado figuraban jerárquicamente en su “domi”, donde había calculado hasta la última palabra.”[8]

 

Heredero natural de los transterrados, ¿es acaso Vicente Rojo el pintor español-mexicano, pintor-escritor, quien define la esencia de esta nueva cultura de un México moderno que se separa de un pasado revolucionario institucionalizado por el gobierno? A pesar de ser un artista abstracto, Rojo podría ser definido en su multiplicidad de talentos: pintor, escultor, grabador, diseñador, editor… y escritor, aunque el mismo no le guste definirse de esa manera: “No lo es ni la palabra hablada ni escrita. Esto me resulta muy doloroso, pues las ideas que yo pueda tener, más allá de las resueltas en el espacio de las artes visuales, nunca han encontrado las palabras adecuadas para expresarse”.[9] El escritor mexicano Juan García Ponce, considerado por muchos como el vocero del movimiento La Ruptura en su libro El poder de la mirada y Nueve pintores mexicanos habla de la importancia de Vicente Rojo para la pintura mexicana de la segunda mitad del siglo XX, “Vicente Rojo ha

 

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[7] Rojo, Vicente. “Suplementos Culturales” en Vicente Rojo visto por… página del Centro Virtual Cervantes. https://cvc.cervantes.es/actcult/vrojo/sobre_rojo/suplementos.htm

[8] Benítez, Fernando. “Los españoles en la prensa cultural” en El exilio español en México 1939-1982. FCE. 1982. p. 626.

[9] Rojo, Vicente. Los sueños compartidos. Discurso de ingreso al Colegio Nacional. 1995.

 

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llegado a esa necesidad por el único camino legítimo para todo artista: el de la misma creación. Cada una de sus obras es una respuesta directa a sus encuentros anteriores.”[10]

Además, ha sido el creador de múltiples proyectos e instituciones, en su larga carrera, Vicente Rojo ha sido una figura puente entre la plástica y la literatura. Fundó la editorial ERA, la Imprenta Madero y ha colaborado con muchos escritores en libros objeto como Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Alberto Blanco, Bárbara Jacobs y Juan Villoro. En 2015 el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) presentó la exposición “Vicente Rojo: escrito/pintado”. En el catálogo de dicha exposición el curador Cuauhtémoc Medina afirmó: “Desde su llegada a México en los años 50, Vicente Rojo ha sido un agente múltiple: pintor, diseñador, editor; su trabajo produce a la vez que enmarca la visualidad moderna en México.” Hombre de su tiempo que estuvo relacionado con personajes trascendentes del pensamiento y el arte del México moderno como lo fueron Octavio Paz, Jaime García Terrés, José Emilio Pacheco y Fernando Benítez por lo que pudo intervenir en distintos ámbitos de la vida cultural del país en la segunda mitad del siglo XX.

 

“A lo largo de mi vida la escritura había sido muy importante para mí, probablemente debido a mi trabajo como diseñador gráfico, que me había mantenido en constante contacto con narradores y poetas. No sé si audaz o ingenuamente pensé en intentar una escritura propia. Se trataría de un alfabeto secreto, palabras y frases escritas en una grafía que obviamente iba a ser falsa o irreal por lo que hacía a su lectura textual, pero no en cuanto a su lectura visual.”[11]

 

Son tal vez estos elementos de solidaridad los que lo han hecho generar escuela en México, no sólo a través de sus múltiples proyectos editoriales. Tras la muerte de Miguel Prieto y de José Moreno Villa también los colaboradores de la España Republicana que participaban en los suplementos fueron envejeciendo y las páginas de “México en la cultura”, y después de “La cultura en México” se fueron

 

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[10] García Ponce, Juan. El poder de la mirada y Nueve pintores mexicanos. 1968

[11] Rojo, Vicente. Diario abierto, Ediciones Era/El Colegio Nacional/Universidad Autónoma de Nuevo León, México, 2013.

 

llenando de jóvenes escritores con otras ideas que, si bien estaban lejos de los ideales vertidos en la Ponencia Colectiva de Valencia durante la Guerra Civil Española, eran influenciados por el mismo espíritu renovador del arte, como comentaría años más tarde el propio Fernando Benítez, “De este material de sangre, de lágrimas, de desarraigos, de estas convulsiones sociales que movilizan a millones y los llevan a la muerte, surge un ansia de vivir, de creación, de renovación. De cultura” [12]. A los transterrados se les sumaron los talentos de jóvenes escritores mexicanos como Octavio Paz, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, Guadalupe Amor, Elena Poniatowska y José Emilio Pacheco, además de jóvenes artistas plásticos nacionales y extranjeros, destacando el caso de José Luis Cuevas, enfant terrible del arte mexicano quien con tan sólo 25 años cumplidos publicó el texto “La Cortina del Nopal” donde arremetió contra la visión estatista del arte apoyada por el gobierno y cimentada durante más de 30 años en las figuras de Orozco, Rivera y Siqueiros.
La llegada de Vicente Rojo a la dirección editorial de ambas publicaciones y la suma de los jóvenes escritores permitieron que otro tipo expresiones artísticas vieran luz en las páginas del suplemento y que estuvieran expuestas en medios de comunicación impresos que tenían un corte tradicionalista.

“Se publicaron por primera vez en México pinturas de mis admirados Tàpies y Saura y, en otra ocasión, a los atrevidos (para la época y para Siempre!) Rauschenberg, Jasper Johns y otros artistas pop, lo que causó la irritación del imperturbable Jefe Pagés. Mis recursos para la ilustración en blanco y negro eran los indispensables Posada y el Archivo Casasola, los muralistas, Leopoldo Méndez y otros grabadores del Taller de Gráfica Popular y los fotógrafos Héctor García y Nacho López. Y ya desde Novedades (y hasta la última revista diseñada por mí) he contado siempre con la generosa colaboración de muchos artistas de (más o menos) mi generación: Soriano, Cuevas, Gironella, Vlady, Lilla Carrillo, Felguérez, Fernando García Ponce, Helen Escobedo, Von Gunten, Nissen, Coen y los más jóvenes: Toledo, González Gortázar, Sebastián y Ricardo Regazzoni y el dibujante Rogelio Naranjo. ” [13]

 

 

 

 

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[12] Benítez, Fernando. “Una historia de suplementos” en La Jornada núm. 128, 1 de marzo de 1987. p. 7

[13] Rojo, Vicente. “Suplementos Culturales” en Vicente Rojo visto por… página del Centro Virtual Cervantes. https://cvc.cervantes.es/actcult/vrojo/sobre_rojo/suplementos.htm

 

 

Algunos de estos jóvenes pintores que se sumaban a la aventura heredada por los transterrados eran emigrados de las situaciones políticas que se vivían en sus países de origen, como el caso de Vlady quien venía de la Rusia de Stalin y, al lado de los pintores e intelectuales de una nueva generación darían a conocer en México otra forma de hacer arte y literatura a través de los suplementos culturales. Ellos darían paso a las nuevas formas de hacer arte en México, un arte que buscaba alejarse de las directrices impuestas por una visión estatista y que pretendía retomar el objetivo iniciático de toda vanguardia que es la búsqueda de crear “arte por el arte”.

 

Vicente Rojo: transterrado y rupturista

Si tomamos en cuenta el periodo comprendido entre la derrota republicana en la Guerra Civil española como inicio de la época transterrada (1939) y la muerte de Francisco Franco (1975) como el final de ésta ante un eventual reacomodo político en España, estamos hablando de un periodo muy largo que abarcó casi cuatro décadas donde muchos españoles migraron a México y donde muchos otros jamás pudieron volver a España porque los alcanzó la muerte. Tomando en cuenta esto, se podría agrupar a los pintores transterrados en dos grupos generacionales bajo la lógica de la edad. La primera “generación madura” estaría formada por artistas como Aurelio Arteta, Manuela Ballester, Antonio Ballester, José Bardasano, José Bartolí, Salvador Bartolozzi, Félix Candela, Enrique Climent, Ceferino Colinas, Carme Cortés, Manuel Edo Mosquera, Augusto Fernández, Roberto Fernández Balbuena, Esteban Francés, Aureliano García Lesmes, Elvira Gascón, Ramón Gaya, Germán Horacio, José y Kati Horna, Joan Junyer, Alfredo Just, Francisco Marco Chilet, Soledad Martínez, Carme Millà, José Moreno Villa, Miguel Prieto, Josep Renau, Juan Renau, Antonio Rodríguez Luna, Cristóbal Ruiz, Arturo Souto, Remedios Varo y Elena Verdes Montenegro, por mencionar algunos. El segundo grupo estaría conformado por Inocencio Burgos, Juan Chamizo, Vicente Gandía, José García Narezo, Rafael Hernández Barroso, María Luisa Martín, Benito Messeguer, Francisco Moreno Capdevila, Imanol Ordorika, Xavier de Oteyza, Marta Palau, Antonio Peláez, Antoni Peyrí, Pedro Preux, Germán Robles, Vicente Rojo, Antonio Serna, Toni Sbert, Lucinda Urrusti o Puri Yáñez y otros[14]. Además de la edad a ambos grupos los distingue la cercanía con la causa revolucionaria, mientras que los primeros participaron en el frente de batalla o trabajaron con el gobierno republicano, los segundos son herederos de esta España Republicana, pero con un apego dividido con México debido a la edad y los nuevos intercambios que tuvieron en su país de arribo. Otra de las diferencias podría ser las temáticas, mientras que la generación madura se divide entre temas “españoles” (costumbrismo, paisajismo, retratos, temas políticos) y en adoptar cierto “mexicanismo” (por ejemplo, Moreno Capdevilla tiene una serie de pinturas sobre Tepoztlán, Morelos, Josep Renau pintó Playa de Mocambo y Jorge Rodríguez pintó Paisaje chamula), los segundos plantean temáticas más abiertas que van desde la pintura surrealista hasta el arte abstracto. Un pintor que funciona como puente entre ambas generaciones es Vicente Rojo, no sólo por ser un “guardián de la tradición”, sino por su trabajo en distintos ámbitos como el artístico, el editorial y el literario. Rojo es un protagonista clave tanto en “México en la cultura” como en la generación de la Ruptura.

Mientras que en la redacción de Novedades trabajó al lado de los pintores e intelectuales transterrados se iba nutriendo de la cultura mexicana, tanto de la tradicional como de los nuevos escritores y pintores surgidos en sus páginas.

 

“Vicente Rojo diseñaba, José Emilio Pacheco revisaba con sus ojos escrutadores de miope los originales. Monsiváis, siempre receloso, tenía la debilidad de enseñarme su crónica y yo se la arrebataba sin contemplaciones para evitar que siguiera corrigiéndola. Dos horas rogaba que le permitiera llevársela de nuevo y yo, implacable, la publicaba y siempre constituía un éxito. A Emmanuel Carballo le sugería entrevistar a los viejos escritores ya próximos a la muerte y así recogimos las últimas confesiones de José Vasconcelos, de Martín Luis Guzmán y José Gorostiza. Son documentos esenciales para la historia de la literatura.”[15]

 

 

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[14] Cabañas Bravo, Miguel. “Los artistas del exilio de 1939 en México. Caracterización y panorámica”, en Laberintos. Revista de estudios sobre los exilios culturales españoles. CSIC. Año 2015. p. 101

[15] Benítez Fernando, “Una historia de suplementos”, La Jornada, núm. 128, 1 de marzo de 1987, p.

 

Por otra parte, protagonizaba lo que sería el segundo movimiento más importante para el arte mexicano en el siglo XX que, como su nombre lo indica, era un parteaguas con el pasado muralista, sin despegarse de una tradición que reconoce como propia. En su Diario abierto (ERA, 2013), Vicente Rojo reconoce su admiración por los muralistas, principalmente por José Clemente Orozco de quien aprendió la importancia de la técnica. Pero también por otros pintores mexicanos que le antecedieron como Juan Soriano o Rufino Tamayo. Rojo se sabe a si mismo republicano, pero también mexicano, “yo tenía entonces diecisiete años. Acababa de llegar a México y no contaba con más credenciales que las de considerarme un joven republicano español que quería aprender a pintar. Por lo que hacía a México, desde el momento en que pisé su tierra tuve la certeza de que éste se iba a convertir en mi país”[16]. Es por eso por lo que él habla de “apertura” en lugar de ruptura. Desde muy joven lo mismo trabajó con Miguel Prieto que iba a recoger los originales a la casa de Alfonso Reyes; aprendió a ver la cultura mexicana con los ojos extranjeros de Paul Westheim y Mariana Frenk y con la agudeza periodística de Fernando Benítez. Del mismo modo se reconoce como parte de la Ruptura al lado de los pintores ya mencionados y la llama “apertura” porque dice que todos ellos son herederos de Tamayo, Mérida, Gerzso o Soriano. Pero a su vez forma parte del grupo de “la Mafia”, el grupo cultural bautizado así por la novela homónima de Luis Guillermo Piazza (Joaquín Mortiz, 1968). “A principios de los años sesenta yo tenía la sensación de navegar en un barco, una especie de Nave de los Locos o de Arca de Noé, llena de ilusos y soñadores. Además de pintores había otros muchos pasajeros: escritores, cineastas, místicos, autores, actores y directores de teatro, todo un equipo decidido a viajar por el mundo, pero dispuesto siempre a regresar a México.[17]

 

 

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[16] Rojo, Vicente. Diario abierto. ERA, 2013. p. 84. 

[17] Rojo, Vicente. ”Los sueños compartidos”, Discurso de ingreso al Colegio Nacional. El Colegio Nacional. 1995. p. 110.

 

Rojo forma parte de la aventura intelectual, artística y literaria que renovó la manera de ver el arte en México durante la segunda mitad de siglo XX. No niega su herencia, pero tampoco se cierra al presente que lo ha rodeado en su vida. De la misma manera en que se suma a las nuevas tendencias o admira a los viejos maestros, también ha agregado a sus nuevas empresas a quienes le enseñaron en el camino. Por ejemplo, en 1960, cuando la aventura de “México en la cultura” estaba llegando a su fin, fundó de la mano de los hermanos Neus, Jordi y Quico Espresate (transterrados de origen catalán) y de José Azorín, el proyecto editorial de ERA (el nombre son las iniciales de los apellidos), el primer libro que forma parte del catálogo de la naciente editorial es La batalla de Cuba, de Fernando Benítez. “La influencia de esta casa editorial en la vida cultural mexicana es invaluable y se nutrió de una red de contactos literarios clave para sus tiempos. ‘Fue un grupo fantástico que vino mucho a través del suplemento cultural que dirigía Fernando Benítez donde ellos empezaron a publicar. Todos ellos publicaban en México en la cultura y Benítez fue siempre una persona muy cercana. El primer libro que publicó Ediciones Era fue un reportaje sobre la revolución cubana, La batalla de cuba, y con ese libro inauguramos la editorial y fue de Fernando Benítez’”[18]. Después del libro de Benítez vendrían otros muchos más como La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska, Los elementos de la noche y Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco, El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez y una larga lista de viejos colaboradores de “México en la cultura” entre los que se encuentran, además de los mencionados, Carmen Boullosa, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, Augusto Monterroso y José Revueltas, autores fundamentales en el devenir intelectual y literario de México.

Vicente Rojo forma parte de la aventura intelectual, artística y literaria que renovó la manera de ver el arte en México durante la segunda mitad de siglo XX. No niega su herencia, pero tampoco se cierra al presente que lo ha rodeado en su vida. De la misma manera en que se suma a las nuevas tendencias o admira a los viejos maestros, también ha agregado a sus nuevas empresas a quienes le enseñaron en el camino. Un pintor puente entre muchas generaciones, tal vez el artista más fundamental del México contemporáneo.

 

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[18] Sánchez Cervantes, Guillermo. “Neus Espresate y los inicios de Ediciones ERA”, en Gatopardo. Página electrónica https://www.gatopardo.com/portafolio/libros/neus-espresate-ediciones-era/