Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Verónica Miranda / Festival de Poesía por el Agua

Autora: Verónica Miranda

Marzo 2024

 

Rabia            

                                                                      

No nos percatamos de que la última lluvia había sido un chubasco que apenas salpicó las calles, dejando con sed a los árboles y las plantas. La bomba de agua dejó de suministrar la última gota hace veinte días y ni siquiera tose la llave cuando la abrimos. Mi madre apartó en dos tambos extras y en todas las ollas la poca agua que quedó del tinaco. A partir de ahora no se pueden bañar hasta que caiga agua — nos dijo muy seria—, lo importante es que tengamos para comer y beber, concluyó tajante.

            Ayer llegó llorando, se sentó y nos dijo que tenía mucha rabia, su patrona la había obligado a lavar las banquetas y que habían sido litros y litros de agua que se habían desperdiciado. Protestó, pero la mujer la amenazó con quitarle el empleo. “¡Ay! ¡Hubieras visto! Tuve que tragarme el coraje, bien pudimos bañarnos todos los de la colonia con esa agua, la señora es muy inconsciente, ¡Claro! Como ella tiene cisterna. Pero mañana me voy a llevar una cubeta hija, vas a ver, y la traeré llenita para que se bañen tú y tu hermana, que ya huelen a perro callejero”.

            — No te metas en problemas, tienen que abrir la bomba y si no, ya sabes, vamos a cerrar la autopista en sus dos direcciones — le dije y salí a la calle a esperar a papá mientras le pasaba la tristeza a mi madre. Cuando él llegó, vi el sudor pegado en su rostro y brazos, en la camisa ya estaba el cochambre de mugre de días. ¿Qué haces aquí Cochicostri? —me dijo con cariño mientras me daba un beso en la mejilla— Te estoy esperando apá — contesté —. Lo abracé y entramos a casa.

 

En la fábrica ya no hay agua —nos dijo papá— los baños al tope, ya mejor ni los uso. Nos metieron hoy a aventar creolina y cloro, mientras sacábamos las heces en bolsas al tiradero. Ahí se juntaron unos perros y se apilaron para tragar esas inmundicias. ¡Qué tiempos estos! Ya ni en la pandemia, al menos no faltaba el agua, pero… ¿Cómo llamar a esto?

 

            En las noticias han dicho que van a bombardear a las nubes, harán que llueva a como dé lugar, a mí me da miedo que en medio del bombardeo caiga una nube con rayos y truenos que nos parta en dos; pero más miedo me da morir de sed, así es que, en lo arriesgado que suena y bajo la supervisión de la guardia nacional, bienvenida sea la idea. Pero todo va lento, entre que, le dan la idea al gobernador y este la pasa a su secretario, y él a su vez a la cámara de diputados y… ¿Seguimos con sed? Mi lengua se pega al paladar, recuerdo el desierto cuando fuimos deportados y regresamos por “El Pinacate”, así siento la sed, como sal pegada a la tripa.

 

¡Amá tengo rabia! — gritó mi hermana Silvia— mientras se pegaba en el estómago y sacaba la lengua y no dejaba de llorar. No, no tienes rabia, le decía mamá. Se apresuró a llevarle una botella con agua que tenía escondida en el ropero, era para una emergencia, nos dijo. Creo que la hora llegó, decía mientras nos contaba la historia de su mamá que había quedado atrapada en el edificio de las costureras durante el terremoto de la Ciudad de México en 1985, de cómo había sobrevivido bebiendo de sus propios orines mientras esperaba ser rescatada.

De ahora en adelante van a mear en las botellas, para tener agua en los tiempos más secos — dijo muy segura de sí— y no me pongan esas caras, tenemos que ser ingeniosos, si no nos va a cargar la chingada.

Hoy mi madre llegó cansada, traía dos cubetas grandes con agua. Y nos dijo que le habían costado su trabajo, su patrona la encontró “robando sus litros de agua” y la echó de la casa. No importa — decía mi madre— al fin y al cabo estas dos cubetas valen más de lo que gano en un año en esa casa. ¡Por qué vayan ustedes a saber hasta cuándo tengamos agua!

            Papá ya no regresó al trabajo, dijo que va a acompañar a los vecinos a cerrar la autopista, no sé si acompañarlos, llevo más de dos horas sentada en un bote esperando orinar y pues nada, ni una gota ¿Qué vamos a beber entonces? Estoy como esos cielos, sin nubes, sin lluvia, sin agua, pero eso sí, como mi hermana, con mucha rabia.

 

 

 

 

 

Verónica Miranda Maldoror.

 

Artista multidisciplinaria y escritora.

 

Tiene seis libros publicados y ha participado en distintas antologías para editoriales independientes y revistas literarias.

También tiene carrera en el ámbito musical. Ha sido integrante de las bandas: Cadáveres, Seth Eterno, Dominus Servus y Mors, de estas dos últimas, también ha sido productora. 

Participó en los documentales: Las chavas el primer aullido, Gritos poéticos de la urbe, 1,2,3,4 una historia rota del punk, Rock también se escribe con M, Y para ti ¿Qué es punk? Actriz en: Un amante furtivo (Dir. Mujeres y cultura subterránea), actriz en los vídeos de las bandas, Suffer Inc. y Lúcida Fila. 

Gestora cultural de la página Letras Oscuras y de la editorial El viaje y el camino.

Se desarrolla profesionalmente como administradora de empresas.