
Una cena especial
Enero 2025
Autor: Ina Molina Pérez
Braulio había engordado mucho los últimos años. Siendo un parado de larga duración no podía permitirse muchos caprichos culinarios, pero la vida sedentaria, los antidepresivos y dejar el gimnasio, que ahora no podía permitirse, le habían abocado a un sobrepeso que comenzaba a pasarle factura. Su tensión estaba bastante alta y su cara era color amapola.
Quién le iba a decir que, precisamente, esa obesidad y rubor le iban a procurar un empleo temporal en unos grandes almacenes. Sí, lo han adivinado… vestido de Papá Noel.
Con el atuendo adecuado y algo de ensayo de “Ho, ho, ho,” estaba realmente creíble.
Los niños, alborozados, le revoloteaban alrededor como palomitas en torno a una luz. Nerviosos, guardaban cola para sentarse en sus rodillas y contarle lo que pedían y lo buenos que habían sido. Cuando le tocó el turno a Javi, sus ojos candidos rebozaban ilusión. Para él quería una bici de dos ruedas porque ya tenía seis años, pero lo realmente importante e imprescindible era un jarabe para la tos y una peluca para mamá.
—Es que papá, el año pasado, tosía mucho y se le cayó el pelo. Estuvo en la clínica, pero luego se fue a vivir con los abuelos y no le he vuelto a ver porque el cielo está muy lejos. Y ahora mamá tampoco tiene pelo. No quiero que se marche también—.
Santa, tragando saliva, levantó la vista tras los redondos cristalitos de sus gafas y vio a una mujer delgada, con grandes ojos que parecían suplicarle que dijera a su hijo que no siempre se pueden conseguir los deseos. Llevaba un pañuelito en la cabeza y tenía profundas ojeras.
Braulio preguntó al niño su dirección y la anotó mentalmente, le dio un beso en la cabeza y un generoso puñado de caramelos y continuó su labor, si bien toda la jornada le acompañó su recuerdo. Finalizado su horario laboral, se acercó al humilde barrio de Javi. En el bar recabó información sobre la familia.
—Han tenido muy mala suerte. El año pasado murió el padre y ahora la misma maldita enfermedad ha atrapado a su mujer. Casi no tienen ingresos—.
Braulio, rápidamente, ideó un plan. La Nochebuena pidió permiso a su jefe para quedarse con el traje de Santa un par de días. Con su sueldo recién estrenado compró la bici con la que soñaba Javi, una bonita peluca, un jarabe para la tos y una cena más que apetecible. Con todo ello se presentó temprano en casa del niño. Primero hizo sonar la campana, luego el timbre… Cuatro desorbitados ojos le observaron en el dintel de la puerta. La mujer lo reconoció de inmediato.
—Ho, ho, ho, me espera una noche muy larga, ¿puedo quedarme a cenar con vosotros?—.
(Del libro de relatos de mi autoría Nada es lo que parece, 2021, Editorial Aguere-Idea.)
Cuento II: Erick, el Mago
Desde niño, Erick soñó con ser un gran mago. Pero sus padres le convencieron para que estudiara. Llegado el momento eligió Psicología Clínica.
Después de unos años de ejercer, conoció a Monic. Este encuentro fue decisivo en los siguientes pasos de su vida. Ella, gran amante del mundo del espectáculo, le convenció para que juntos emprendieran la aventura que el joven había desestimado por falta de apoyo en su entorno.
Era la compañera perfecta para los números que el chico había ideado y ensayado como aficionado durante mucho tiempo. Su formación le permitió acceder al mundo de la hipnosis. Y en este apartado Monic fue su mejor baza. Absolutamente sugestionable se abandonaba a él y al pendular movimiento de su reloj de cadena en el teatro, como luego lo hiciera a sus brazos, en el lecho que compartían.
Combinaban la magia y el ilusionismo con números en los que implicaban al público, como la hipnosis colectiva, o la adivinación. Pero Monic con su malla con tutú marcando su escultural cuerpo era ya en sí misma un aliciente. En trance era capaz de mantenerse en horizontal en el aire, totalmente rígida y con tan solo un leve apoyo de su cuello sobre la base de los pelos de una escoba. Al menos eso era lo que veía un público absolutamente entregado.
Juntos recorrieron los escenarios más emblemáticos de medio mundo. Eran la pareja perfecta delante y detrás de bambalinas. Estaban de acuerdo en todo… menos en un tema crucial: Monic quería ser madre, Erick descartaba absolutamente esa posibilidad. La relación con sus padres no había sido la mejor y, además, su estilo y ritmo de vida no era apropiado para una criatura.
Aquella noche el Friedrichstadt-Palast de Berlín, estaba lleno a pesar de su enorme aforo. Como siempre, las entradas adquiridas con meses de antelación. Todo se había desarrollado con pasmosa perfección pese al ritmo continuo del espectáculo. Erick contó hasta tres y chasqueó los dedos para despertar a su compañera al finalizar el acto culmen de la noche. Monic no dio señales de oírle. Repitió el conteo y el chasquido de dedos, pero nada. El público pensó que aquello formaba parte del espectáculo. Hasta que percibieron el nerviosismo de Erick que tras sucesivos intentos baldíos quedó oculto tras el telón. Monic continuó su reparador sueño ante la extrañeza del equipo médico que se desplazó al lugar.
La prensa del mundo entero se hizo eco del extraño suceso, único en la historia de la hipnosis de cualquier tipo. La llamaron la Bella durmiente del siglo XX. Erick se retiró y en su mansión, presa de remordimientos, se dedicó exclusivamente a cuidar de su amada, descubriendo con el paso de los meses como crecía su vientre por la vida que cobijaba. Los médicos le dieron la esperanza de que despertara en el momento del parto como había pasado en mujeres en coma. Pero no fue así.
El niño tenía casi cuatro años cuando entro corriendo a la habitación de su madre donde su padre miraba el paisaje a través de la ventana, de espaldas a la cama de Monic.
—Papá, papá, ya sé contar… y me sale lo que tú haces con los dedos… mira, mira, un, dos, tres…—un suave crack siguió a su parloteo.
Desde atrás se oyó la voz de Monic:
—Erick, querido, tengo que confesarte algo, pero por favor, no te enfades… estoy embarazada.

Ina Molina Pérez, Gran Canaria, España.
Licenciada en Pedagogía y logopeda. Escritora, poeta, comunicadora y promotora cultural. Autora de varios libros y participante en más de una treintena de antologías de narrativa y poesía de ámbito local, nacional e internacional. Cofundadora de la Asociación Literaria y Cultural Letras y Sonidos. Directora de Proyectos Culturales de la Asociación ADOC. Delegada en Gran Canaria de la Asociación de Escritores ACTE. Miembro de la Asociación de Mujeres Charter 100 Canarias y miembro de la Junta directiva de Charter 100 Gran Canaria y del grupo de teatro aficionado El Ómnibus, Teatro del Pueblo. Ha trabajado en varios programas de radio y TV autonómicas. Colabora en varios periódicos y revistas digitales. Además de la literatura y la comunicación, le atrae el mundo de la fotografía, la pintura y la interpretación. Coordinadora y correctora de varias antologías.