Tres Poemas Traducidos de GABRIELE D’ANNUNZIO
Introducción
Traducción por José Luis Bernal
La poesía italiana se moderniza al llegar el siglo XX, cuando agotado el romanticismo, las vanguardias francesa y europea generan el simbolismo, el impresionismo en pintura y otros movimientos. Ubiquémonos en la década 1870-1880. En ciencia y filosofía el positivismo impera, pero se le buscan alternativas. Molesta su exaltado culto por la razón y por los datos objetivos; y se rechaza el parnasianianismo, la modalidad por excelencia de la poesía académica tradicional.
Los intelectuales y artistas rechazan la moral burguesa, por hipócrita y encaminada al lucro. La producción de arte genera comportamientos de vida y cambios de moral. Llega el decadentismo, otro -ismo de difusión europea, fase avanzada del simbolismo de Baudelaire-Mallarmé-Rimbaud. Pero si el romanticismo trajo consigo el mito del ‘héroe’, dispuesto a transformar con su pasión el arte y políticamente su realidad (como los héroes Iacopo Ortis, en la novela de Foscolo Últimas cartas de Jacobo Ortiz y Werther en la novela de Goethe Las cuitas del joven Werther), el decadentismo no busca cambiar el presente en Francia, que ha pasado por la masacre que reprimió la Comuna de París (en 1871) y está bajo la III República; además los artistas no comulgan (como durante el romanticismo, bajo la guía de Víctor Hugo) con las ideas políticas de su tiempo (como el socialismo). Tampoco en Italia, donde el Reino parlamentario -formado en 1860- no ataca con firmeza problemas como la desigualdad económica entre el norte y el sur de la península. Más bien conserva las estructuras que benefician a la gran burguesía capitalista, por lo que, a mediano plazo, estos problemas y otros de carácter externo como el miedo a la revolución socialista y una gran incapacidad para afirmar en Europa gobiernos democráticos, darán lugar en los años 20 del siglo XX a la dictadura de Mussolini y luego a la de Hitler y a la segunda Guerra mundial.
Abandonado por los artistas el interés realista y social de la literatura anterior (romanticismo, realismo, naturalismo), los representantes del decadentismo se repliegan en sí, y llega la ruptura total que se perfilaba desde el romanticismo, entre el artista y la sociedad. El nuevo mito es el artista no como héroe y luchador, sino como esteta: el dandy. En esa línea hay que colocar a Walter Pater, Oscar Wilde y a D’Annunzio (1863-1938).
El estetismo se presenta en varias formas: como fuga de la realidad, obtenida de varias maneras (los paraísos “artificiales” de Baudelaire), la clausura rarefacta -y neurótica- del protagonista Des Esseintes, en la novela A rebours [traducida A contrapelo, o Contra natura], de J. Karel Huysmans; las villas romanas de la novela Il piacere [El Placer] de D’Annunzio; la fuga de Rimbaud al África o el hacer de la propia vida una obra de arte, embellecida con experiencias y actitudes esnobs, como D’Annunzio.
Datos biográficos mínimos
Gabriel D’Annunzio (1863-1938). Es imposible reducir a pocos párrafos la vida del escritor, rica de vivencias, logros en lo literario y pifias en lo político. Procedo a grandes zancadas. Desde niño manifestó una enorme inteligencia y una muy precoz capacidad amatoria. Sólo estudió hasta el liceo (nuestro ciclo de preparatoria, pero más profunda que la nuestra). En Roma entró en la universidad para estudiar filosofía y letras. No terminó, por participar en el medio literario y periodístico. A los 16 años publicó su primer libro de versos, Primo Vere [Primera primavera], que recibió la aprobación de Carducci. Se casó muy joven con una muchacha de la nobleza y se divorció. Tuvo muchas amantes y dos hijos. Afrontó un juicio por bigamia. Le apasionó vivir en el medio aristocrático y rodeado de lujos. Contrajo deudas y sus acreedores lo acosaban. Huye a Francia. Para pagarlas trabajaba a destajo en los periódicos. Muy importante entre ellos fue Il Corriere della sera. En 1915 regresa a Italia. Parece ser que la monarquía resolvió su bancarrota. Empieza a participar en la campaña en favor de que Italia entrara en la Primera guerra mundial. Hecho esto, el poeta participó en varias acciones, en las que son notables su valor, complacencia en la aventura y búsqueda del ‘bello gesto’, características que pertenecen a la estética decadentista y al vivir estético, cultivando el mito de sí mismo: un “vivir inigualable”. En 1919, lleva a cabo una hazaña, ocupa militarmente la ciudad de Fiume, que aún estaba en poder de los austriacos. El gobierno italiano no estaba de acuerdo con este operativo, ni tampoco fue avalado por la Conferencia de la Paz. En 1921 se retira a la villa de Carngnacco, que se convertirá en el Victorial de los italianos. Ya tenía buena relación con Mussolini. El régimen aportó millones para hacer de la mansión un tesoro de arte y belleza, con la condición de que el escritor al morir cediera todo al Estado. Celebra desde su nueva y última residencia la victoria del ejército italiano contra Etiopía. Se da cuenta de que el fascismo es un movimiento de masas conformistas, y por estetismo aristocrático se aleja un tanto. Sin embargo, dedica a Mussolini el volumen Teneo te Africa [Te poseo, África, frase de Julio César]. De todos modos la relación con la Dictadura deterioró su memoria. Sus obras más importantes son: 1882: Canto novo (poesías) y Terra vergine (Cuentos). 1899-1893: Il piacere (novela), L’innocente [El Inocente] (novela), Elegie romane (poesías); Poema Paradisiaco, (Poesías). 1898-1909: las Laude [alabanzas]; 1910-1915:10 canzoni della gesta d’oltremare, [10 Canciones de la gesta de Ultramar].
Con el título Versi d’amore, hay una edición electrónica en liberliber.it que contiene: Canto novo, Intermezzo di rime, Isaotta Guttadauro, Elegie romane, Poema paradisiaco. En ella me basé para seleccionar y traducir los textos.
En el Decadentismo de D’Annunzio hay algo peculiar. Cuando escribió Il Piacere el escritor se insertó en el clima de A rebours, de Huysmans y de El retrato de Dorian Grey, de Wilde. Con Andrea Sperelli, el protagonista de Il piacere, estamos en pleno estetismo y en la teoría del arte por el arte. Sin embargo, después de leer a Nietzche (Así habló Zaratustra), su decadentismo se vuelve ‘mito del superhombre’, aunque privado de moralidad y de una búsqueda de mayor conciencia humana. Por lo que su súper-hombrismo es una idealización de la vida feroz, del activismo y el machismo, tanto en la producción artística como en las acciones prácticas y la política. De allí su carrera militar y su acercamiento a la dictadura.
Él y Pascoli, de quien hablaremos en otro momento, son los más representativos decadentistas en Italia. La crítica actual lo considera cursi, esnob, arribista; no les falta razón. Es el mayor representante del gusto y las aspiraciones de la burguesía italiana económicamente encumbrada; pero hablando en arte, esa clase social aún conservaba siquiera un gusto estético, una sensualidad refinada y aristocrática; y códigos de convivencia que hoy podrían ilustrarnos siquiera un poco, en nuestros días sin códigos ni leyes, ni estética, en los cuales bailables obscenos y “arte” de desecho son el alimento espiritual de las mayorías más desprovistas. No exaltar entonces la ferocidad erótica, ni el ´Superhombre’ que Mussolini encarnaba ridículamente en política, sino leer con atención los aún valiosos ejemplos de poesía del hombre que, aparte su esnobismo y su dispendio (un caso parecido al de Foscolo), sabía como pocos artistas, los de ese período agónico de la historia, abordar con dignidad los asuntos del corazón. Ojalá esta mínima aportación, sea apreciada por algún lector delicado ya sea en México, o en los países de América Latina que, como Argentina, Chile y Uruguay, admiran las letras italianas.
TRES POEMAS
A E.Z.
(Dedico estas traducciones a Gabriela Santamaría. -JLB.-)
Oh niña extraña de ojazos errantes/
hondos y misteriosos como el mar,/
bella niña, en estos pobres cantos/
tu sonrisa no pude fijar./
Mas los versos de amor susurrantes/
con un lene susurro de colmena/
raudos pasando el cerco del encanto,/
Blanca maga, te van a hacer soñar./
Mientras ves esfumarse en tonos finos/
la eclosión de una tarde melancólica,/
parece que del monte, a ti lleguen/
muchos nimbos de marinos efluvios,/
y forjas en el sueño una goleta/
tocando puerto a vientos matutinos/
del agua en el ópalo violeta./
—
I (Del Tercer libro de Canto Nuevo)
Me zumban por la testa somnolente/
en la canícula enjambres de versos/
sin piedad, torbellino reluciente/
de escarabajos de pútrido esqueleto./
La boca abierta, busco ávidamente,/
un poco de umbrío bajo las ramas: /
delante, el Adriático silente/
da destellos terribles de navajas./
Y en el maligno inmóvil esplendor/
del aire se disuelven las gaviotas,/
sin un chillido, en largas filas blancas;/
y ora sí y ora no, en el salado olor,/
come voces de náufragos lejanos,/
palpitan alas de canción cansada./
Los poetas
(Del Epílogo de Poema paradisíaco)
El sueño de un pasado lejano, de una ignota/
estirpe, de una remota/
fábula luce en los poetas. A los poetas/
les es ignoto el sueño del futuro./
Cual contra adversas auras una divina/
cabellera; una flama divina,/
así en la vida resplandece/
el Alma, se dilata/
hacia atrás esparcida vacila./
Huéspedes fuimos (Oh tú que me amas, ¿te/
acuerdas? Tus venas contenían/
el Ritmo), huéspedes fuimos en imperios de gloria./
Innata es la memoria/
en nosotros, de las flores ardientes erguidas en floreros de alabastro/
como tangibles astros,/
de los misterios vistos,/
de los amores gozados,/
de los aromas bebidos./
¿En cuál tarde purpúrea/
Cerramos los ojos? ¿Cuál/
fue en la hora mortal/
nuestro dios? ¿Por cuál portentosa herida/
exhalamos la vida?/
¿Quizá después de una masacre de héroes bajo el/
Profundo/
cielo de un lecho profundo?/
Nuestros despojos, fiera/
custodió la Quimera /
en la purpúrea tarde./
Y al despertar improviso/
de un sueño secular/
vimos resplandecer/
otro cielo; oímos otras voces, otros cantos;/
oímos todos los llantos/
humanos, todos los llantos humanos que la Tierra/
en su círculo encierra./
Oímos todos los vanos/
gemidos y los alaridos insensatos/
y las blasfemias atroces./
Oímos taciturnos/
el lamento confuso./
Mas en el alma cerrada/
el antiquísimo signo que ondeaba todavía,/
tuvo una nueva aurora./
Y vivimos; y engañamos a la vida/
Recordando/
aquella muerte, cantando/
de los misterios vividos,/
de los amores gozados,/
de los aromas bebidos./
Ahora conviene el silencio: hondo silencio./
Oscuro es el sueño del futuro./
Nueva muerte nos espera. ¿Mas en qué día/
supremo, /
oh Hado, reviviremos?/
Cuando los Poetas en el mundo tañan en sus/
cuerdas /
de oro el himno concorde:/
– ¡Oh vosotros a quienes la sangre oprime,/
hombres, sobre las cimas/
resplandece el Alba sublime!/