Tres poemas de Ricardo Vázquez
Autor: Ricardo Vázquez
Marzo 2021
Soconusco
Mi cuerpo es esta costa
de un costado a otro de mis venas
el mar avanza como lenta luz
en la oquedad de mis pupilas
sobre un costal de llanto
está la casa de mi madre
casa de otate y palma
habitada de domingos y de hamacas
por los solares poblados de cacao
por el horizonte incendiado de garzas
y el tibio surco del estero
mi corazón se rinde
se está en su sitio, sitiado
entre arpones de una acalorada sonrisa
en esta costa planto mi lengua
calcinada por la zafra
trepo el mangle del amor con su hormiguero
en la bocabarra de mi pecho
se agita un bajel rojo y su velamen.
La otra orilla
El cansancio se yergue
con ojos de catracho
los bostezos y las moscas
aletean en la boca de una niña
un guanaco camina descalzo
con su risa emprietecida
¿quién, solazmente
se acomoda en su mortaja
en su pocilga
en su llaga sin zapato?
en la otra orilla del Suchiate
el día se despide
con un desairado aire
porque en el sitio del corazón
ya no cabe más el pecho
solamente un llanto ilícito
una burocrática cifra
un cadáver de fosa común
parece fácil guardarse
la patria en los bolsillos
pensar que es buen negocio
ser vendedor de ataúdes o coyote
sin saber que la migra
le anda exigiendo pasaporte hasta la muerte.
Juelgo* de hombre
Con espanto, con sudor, con salitre, un hombre
se levanta de esta hoja.
Y le atizo la piel,
entierro su nombre impúdico
a la espera de que la alegría de la noche rasgue el alba.
Esta es nuestra patria
Soconusco
que tiene sobre el Estero
los pies calientes y mojados.
– ¿Quién alborota este rebaño a deshoras?
Aquí se vale gritar.
Es una voz que quiere liberarnos.
Es la mudez del hombre
que a través de la mueca le cierra el paso a la ignominia,
que a través del beso le calla la boca al vituperio,
que a través de su semen fecunda la boca de otros hombres,
que a través de algún closet guarda secretos de familia,
que a través de los puñales, las cantinas
y los malecones
se abre paso entre la noche.
Es un silencio que quiere liberarnos.
Es la mudez hecha garganta.
Hay que contar cuántos.
Los tapiscadores, las yuntas,
los albañiles, la anona y el papause,
y la leche, ¡y la leche!, y el cocotero y el cangrejo,
y todo lo que un haz de luz
del día toca
y respira y se yergue,
asestaron un esputo en la cara del volteado.
Maricones sin tregua, mayatada:
somos una arrechura deprimida.
¡Oh soledad,
tu nombre aquí en mi patria
se dice mampo!
*En Soconusco y algunas partes de Centroamérica significa respiración, hálito.
Ricardo Vázquez (Soconusco, 1988), es ingeniero biotecnólogo por la Universidad Autónoma de Chiapas. Ha publicado algunos poemas en la Revista Cultural La Pulcata (UACM); en la revista electrónica Liberoamérica; y en la gaceta de literatura La Experiencia de la Libertad. Actualmente cursa la licenciatura en Creación Literaria en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.