Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Tres poemas de Francisco Trejo

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Por Francisco Trejo

16 Enero 2021

 

BOTELLA CON EPÍSTOLAS

 

Recuerdo algo de mi infancia

por mi madre:

que leí las primeras líneas

de una carta que le enviaron desde California,

y que en ese momento,

acaso el más alacranino de su existencia,

supo que yo conocería

el dolor que llevaba

en su ser

como un laberinto de hormiguero.

Siempre fui precoz para dolerme,

dado que aprendí a leer

a los cinco años

y entendí después aquellas letras

enviadas por mi padre

(botella con epístolas, vidrio soplado

por el alcohol y la nostalgia).

Por eso quise escribir pronto:

para expresar este dolor

con cartas

dirigidas a la sombra de mi destinatario

e ir construyendo

una ausencia, la misma que soy

escondido en borrosos caracteres.

Hay algo de tristeza en las cartas,

porque los dobleces del papel

esconden liebres nerviosas

que jamás se dan alcance.

Aquellos escritos inseguros

de mi niñez

fueron, desde entonces,

el nido de los pájaros

que cantan hoy

alrededor de la jaula

que es mi madre sola

con su reloj de pulso descompuesto.

 

 

 

CARTA CON HURACÁN Y PÁJAROS HERIDOS

 

 

¿Es que el mar te desvía, padre?

Es que eres el mar y no vienes, ningún viento te empuja

hacia mi cuerpo encristecido

en la espera del abrazo.

Te huracanas.

Lo dicen tus escritos —la forma de mostrar

tu indómita marea,

tu azotar de costas y el rayo que te parte—,

todo aquello que intenta ser amor

y termina destruyendo muros,

nervios, huesos envigados:

nuestra casa.

 

 

LA CRUZ Y EL BARCO

 

 

En el pueblo de La Cruz, Hidalgo,

nació mi abuelo Julio

y al llegar a la ciudad

trajo consigo los leños

de aquella cruz de su cuna aguamielera.

Dicen que cantaba en otomí

y que criaba gallinas

para celebrar su cumpleaños,

que golpeaba a la abuela

con una cuarta de cobre

y que le dieron un tiro en una pulquería.

El día de su muerte,

papá le pidió que no saliera de casa,

pero el viejo tuvo sed, siempre la tuvo,

y partió rumbo a El Combate,

el lugar donde calló

y cayó sobre aserrín

por jugar rayuela.

No sé si bebió lo suficiente aquel día.

Lo que sé, con certeza,

es que la madera de la cruz

que cargó,

y la misma sed que tuvo Cristo

elevado en el madero,

las llevan ahora mi padre

y sus hermanos;

incluso algunos de mis primos,

como Adrián,

el que mira las estrellas

desde su ataúd

—sin brújula, sin epitafio—,

porque se ha desprendido

del dolor

como la uva de la rama

que la hincha y la oscurece.

 

 

 

Francisco Trejo (Ciudad de México, 1987) es poeta, ensayista, investigador y editor. Maestro en Literatura Mexicana Contemporánea por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y licenciado en Creación Literaria por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Cofundador y director de Nueva York Poetry Review. Autor de Derrotas. Conversaciones con cuatro poetas del exilio latinoamericano en México (2019), Penélope frente al reloj (2019), Balada con dientes para dormir a las muñecas (2018), De cómo las aves pronuncian su dalia frente al cardo (2018), Canción de la tijera en el ovillo (2017/2020), Epigramas inscritos en el corazón de los hoteles (2017), El tábano canta en los hoteles (2015), La cobija de Ares (2013) y Rosaleda (2012). Una muestra de su obra está incluida en la Antología general de la poesía mexicana. Poesía del México actual. De la segunda mitad del siglo XX a nuestros días (2014). Entre otros reconocimientos, obtuvo el VIII Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano 2012, el XIII Premio Internacional Bonaventuriano de Poesía 2017, el VI Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero 2019 y el segundo lugar de los International Latino Book Awards 2020.