Autora: Bricia Cruz
Enero 2022
Al fantasma que me habita
Soñarás con todo esto que te escribo.
Alcanzaste en calles olvidadas de mis sueños,
tú y tu sombrero de copa
hacían del ruido una floresta
donde caminamos sin ver hojas de árboles,
sintiendo en los cabellos un batir de alas
que ahogaba nuestros nombres en sereno.
La llovizna naciente se disipó en mi jardín
junto a las flores de mis vértebras desviadas
cuando mi cuerpo se llenó de ecos y suspiros.
Te irás un lunes
con los peces tibios que pariste por la boca,
cuando noviembre sea otro año
y la primavera huela a pasto seco.
Harás de mis palabras lluvia
y el agua inundará tu tórax
porque tú no tienes alma.
A mí déjame sola
con mis huesos fríos
y ausencias debajo de mi almohada.
Días en el prado
Él mirando lágrimas de hojas doradas,
él pisando agua con olor a cacao,
él pidiendo a Dios crezcan flores inmortales
en su huerta.
Lo recuerdo cerca del prado,
apretando un puño de tierra negra
y convirtiéndola en fruto.
Mis brazos caídos también pidieron agua,
mi vientre se escurrió
como lodo entre pastos.
Ambos tuvimos un sueño:
Sentados bajo un árbol
nos mirábamos eternamente
mientras las nubes susurraban
recovecos a las estrellas.
El fuego del sol
alcanzó nuestros párpados
quemando hasta la hierba seca
que nacía en mi ombligo.
Pronto nos hicimos cenizas
entre las ramas del atardecer.
Continuo retorno
Tuve un hermano
con las piernas rotas antes de nacer,
su caminar trazaba líneas y círculos
donde se quedó atrapado
porque se convirtieron en paredes.
De niños solía preguntarme:
¿Has escuchado el crujir de mis huesos?
Mientras alzaba su rostro
y señalaba la noche desnuda.
Dormíamos con velas negras
y los sueños se mezclaban
como si nuestros párpados hubieran conversado antes de dormir,
como si estuvieran consagrados a soñar lo mismo.
Al despertar,
manos heladas latían al ritmo del amanecer.
Tuve un hermano
temeroso de su piel,
de su sombra,
de la ausencia de un cuerpo
y de una voz.
Dio tantas vueltas en un mismo lugar
que de sus pies brotaron cabellos
y se convirtieron en raíces
para permanecer ahí por siempre.
Bricia Cruz (Oaxaca, 1998) originaria de la tierra donde Dios nunca muere, cazadora de poemas oníricos y amante de peces lácteos. Es Lic. En educación preescolar, becaria del programa «Voces Flamantes 2021». Ha publicado para la revista «Aleteo poético» y «El elefante azul». Participó en el dossier de poesía «Saladas» (2021). Desarrolla sus proyectos creativos desde la poesía y experimenta con la creación audiovisual.