Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Sebastián de la noche, o la fragmentación del deseo, de Fernando Yacamán

Por León Guillermo Gutiérrez

Enero 2024

 

En este 2024 se cumplen sesenta años de la publicación de El diario de José Toledo, de Miguel Barbachano Ponce, considerada hasta ahora la pionera en abordar el tema gay de manera abierta. Con la aparición de esta novela, en 1964, se inaugura el tema y la configuración del sujeto y el discurso homosexual masculino en la novela mexicana. Barbachano incursiona en un tema donde el mundo del amor y el deseo se subvierten, por primera ocasión los protagonistas de estos sentimientos son dos hombres, ambos jóvenes. José Toledo de tan sólo veinte años.

También hace sesenta años que se publicó Cantar de ciegos de Carlos Fuentes, libro en el que se encuentra el cuento de largo aliento dedicado a Julio Cortázar “A la víbora de la mar”. Con este cuento, Fuentes, es uno de los primeros escritores en abordar el tema gay en la literatura mexicana.

El protagonista de El diario de José Toledo, ubicada a finales de la década de los años cincuenta, sufre por su condición homosexual y más todavía por el amor no correspondido del amante, en un mundo inserto en los prejuicios sociales, religiosos y culturales, y cuya fidelidad e intensa pasión lo llevan a cometer el acto de suicidio.  Sebastián de la noche, de Fernando Yacamán, inicia cuando Mateo, el protagonista, en el casi primer cuarto del siglo xxi, entra en un chat gay donde, utilizando seudónimos, los usuarios buscan como única finalidad tener encuentros sexuales furtivos. En las novelas se confronta la construcción del homoerotismo conforme a los tiempos imperantes. En El diario de José Toledo, el amor romántico permea la historia, en Sebastián de la noche, es la urgencia de cumplir el deseo carnal a través del sexo exprés sin ninguna otra implicación.

En el primer párrafo José escribe, dirigiéndose al amante: “Sabes que soy tuyo en cuerpo y alma”. En el chat al que entra Sebastián, leemos las frases de los usuarios: “¿Quién quiere verga? 22cm”; “Aquí, dos nalgas en busca de acción”; “Pura loca en este chat”. Como podemos observar el discurso homoerótico de las dos obras se instaura en el momento histórico y cultural propio de cada época. Los dos jóvenes son casi de la misma edad, pero la distancia de sesenta años hace la diferencia de su experiencia de vida como hombres homosexuales. Un abismo separa la condición de hombre gay de la mitad del siglo pasado a la tercera década del siglo xxi. No me cabe duda de que, si José Toledo hubiera vivido en estos tiempos, en lugar de esperar al amante, sería un usuario más de las aplicaciones de ligue. Sebastián no es otra cosa, que su sucesor natural a través de las generaciones que le han precedido.

En El diario de José Toledo se superponen las historias, mientras en Sebastián de la noche se alternan. En ésta última las acciones se detienen para dar paso a otras historias, que se convierten en un cúmulo de pequeñas historias donde los personajes son en su mayoría seres marginales. El argumento es la estancia de Mateo en la ciudad de Aguascalientes como parte de un intercambio académico. Llega a vivir a un hostal regenteado por doña Refugio, con quien tiene una relación entrañable, es este personaje quien dota de frescura y vitalidad a la narración. Simone completa la historia con el desenfado propio de la juventud pronta a vivir experiencias donde el alcohol y el sexo forman parte de su existir inmediato.

Sebastián de la noche, más que una novela, considero que se trata de un relato extenso donde el diálogo imprime la veracidad y el ritmo de las narraciones. Dos de los pilares son las historias entre Mateo y doña Refugio; y entre Simone, la maestra de inglés, y Mateo, quien crea un alter ego bajo el seudónimo de Sebastián. El relato está construido en un entretejido de narración fragmentada que avanza a través de la digresión y del diálogo. La estructura se corresponde con el erotismo de los personajes, que también se manifiesta de una forma fragmentada, así lo encontramos, de manera paradójica, disperso y a la vez formando un todo en las historias y recuerdos de doña Refugio, Simone, Gabriel, Mateo. En los encuentros sexuales, en el chat y en los versos a san Sebastián.

Tanto en El diario de José Toledo como en Sebastián de la noche, sus protagonistas están en constante movimiento. Recorren calles, lugares públicos y privados, la agitación interior se transfiere a los cuerpos siempre en desplazamiento.

Mateo, de veintidós años, en su cuarto de azotea, a las espaldas de la catedral de Aguascalientes, entra al chat con el seudónimo de “Sebastián”. Como lo define el epígrafe: “Sansebastián, patrono de los soldados y de los putos”. El nombre del santo alumbra todo el texto, desde el título, el seudónimo del protagonista, y no sólo eso, a lo largo de todo el relato, se incrustan versos en honor de San Sebastián que semejan un coro que acompaña y forma parte de la narración. Así leemos: “En el altar a San Sebastián escucho sonido de insectos”; “En el altar la vía láctea escurre por los labios de San Sebastián”; “En el altar a san Sebastián la noche dentro de mí”; “En el altar a San Sebastián la noche que pactamos con semen”; “En el altar a San Sebastián dejé la veladora que incendió la noche”.

Mateo/Sebastián por medio del chat “Caballeros hidrocálidos” conoce a Gabriel, quien junto a doña Refugio y Simone, es el tercer pilar que sostiene a la obra. En el caso de Gabriel, será con él con quien Sebastián desarrolle una relación sexual y también sea motivo de otras microhistorias.

Ya decíamos que el espacio es la ciudad de Aguascalientes, casi siempre enmarcado por el Cerro del Muerto, las cruces de neón de la catedral y una luna en cuarto menguante. Pero también recorremos las calles, las cantinas, la carretera, la playa. La fragmentación del relato, unido al constante ir y venir de Sebastián, nos habla de la inestabilidad del personaje, siempre perseguido por el fantasma de Abel.

A lo largo de la narración la constante es la figura de Abel, de quien poco sabemos y como sombra escurridiza se esconde en las vías del tren, pero que va a actuar como una presencia a través de otros hombres con quienes Sebastián tiene encuentros fugaces y da paso a la invención de más historias. Abel, así como aparece, también se diluye.

José Toledo opta por darse muerte a casusa de la pérdida del amante, Sebastián cree finalmente encontrar a Abel en el cementerio; debajo del cuerpo de Sebastián hay un cadáver. En la noche que se abre como tormenta puede escuchar la respiración de Abel. José Toledo y Sebastián nos relatan sin pudor sus confidencias y lo que es la experiencia de vivir como hombres homosexuales en la distancia del tiempo que es el que imprime, por un lado, la continencia y el amor irrestricto, y por el otro la libertad y el sexo como móvil de vida.

En Sebastián de la noche, de Fernando Yacamán, el leitmotiv del relato es el viaje, tanto interior como exterior, donde el sexo se impone en una prosa ágil, fresca, rica en matices. Así como la flecha que hirió al santo, el erotismo es la flecha que atraviesa todo el relato. Como señala Benjamín Valdivia: “En ese homouniverso, como en todos los universos, al final queda el saldo de lo inconmensurable: la evidencia de las transmutaciones y la conciencia de la muerte”.

León Guillermo Gutiérrez, nació en San Julián, en los Altos de Jalisco. Realizó estudios de maestría y doctorado en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Texas en Austin. Es doctor en Literatura Iberoamericana por parte de la UNAM. Poeta, académico y ensayista. Ha publicado veinticuatro libros y medio centenar de artículos de investigación de literatura iberoamericana en revistas especializadas de México, España, Francia, Brasil, Chile y Estados Unidos. Su poesía ha sido traducida al inglés, francés, italiano y portugués. Por más de veinticinco años ha sido profesor-investigador en la Universidad de Texas en Austin, UNAM, Universidad Veracruzana, y UAEM. Perteneció al Sistema Nacional de Investigadores durante quince años.