Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Rodrigo Trujillo / Coloquio Internacional de Poesía y Filosofía 2024.

A LA DOBLE ORILLA DEL RÍO

(ACERCAMIENTO A LA NARRATIVA DE MILORAD PAVIĆ)

Por Rodrigo Trujillo

Junio 2024

  1. RENOVACIÓN DE LA NOVELA / NARRATIVA

Milorad Pavić es uno de mis escritores favoritos desde que lo descubrí allá por el año 2005. El Diccionario Jázaro y Paisaje Pintado con Té quizá sean mis libros favoritos del autor, sin que eso signifique que el resto de sus libros no me encanta. Y uso el verbo “encantar” porque ese es el efecto que me produce: un encantamiento. Por eso cuando Ulises Paniagua me invitó al 4º Coloquio Internacional de Poesía y Filosofía y me sugirió que hablara de Pavić, instintivamente dije sí. Por eso y porque quienes lo hayan leído concordarán en que es un autor extraordinario que, como Borges, pertenece a esa hermandad de premios Nobel que no fueron, quizá por demasiado exquisitos, quizá porque las coyunturas políticas (que no son cosa menor en la asignación del Nobel) no los favorecieron. Pero inmediatamente después de aceptar tuve grandes dudas, empezando por qué cosa diría yo sobre Pavić. Porque lo he leído con emoción como a muy pocos, pero nunca me planteé sistematizar mi lectura ni ordenar una exposición. Así que volví a los libros, releí, acudí a internet buscando asideros, marcos, referencias, y la verdad es que hallé poco (es culpa mía por no saber serbio, ya que en su propia lengua es que se encuentra más material). Lo que tengo claro es que los libros traducidos al español son un puñado del conjunto total de su producción: los ya mencionados Diccionario jázaro (DJ 1989), Paisaje pintado con té (PPT 1991), La cara interna del viento (CIV 1993, que nunca he visto), El último amor en Constantinopla (UAC 2000), Siete pecados capitales (7PC 2003), Pieza única (PU 2007), Segundo cuerpo (SC 2011) y Los espejos venenosos (EV 2022). De modo que el título de esta ponencia debería entenderse moderadamente respecto de aquello de “acercamiento a la narrativa de Milorad Pavić”, pues se refiere a los libros traducidos al español.

A la literatura de Pavić suele describírsela como profunda, fantástica, sumamente imaginativa, al tiempo que inabarcable. Precisamente son estas características las que, en mi opinión, hacen que resulte poética. Y es en torno de esta idea que quiero introducirme en ella. Porque eso poético es una de las razones que más me atraen. Desde luego, la primera pregunta es ¿en qué consiste esa cualidad poética? Podemos repetir que es resultado de su profundidad, su imaginación, la belleza insondable de muchos de sus elementos, imágenes, ideas, conceptos. Pero podemos decir que tiene que ver con los elementos propios de la literatura como arte. Esto es, que se trata de una cuestión de técnica, de estructura, de forma, que involucra procedimientos, estrategias y del manejo de ciertas temáticas, motivos y figuras.

Pavić mismo pensaba en estos términos, como puede notarse en su texto Principio y fin de la novela (¿1998?).[1] Allí Pavić parte de la idea de que el arte se divide en dos tipos. Hay el arte reversible (arquitectura, escultura, pintura) y el arte no reversible (música y literatura). La diferencia fundamental es que el arte reversible (que son artes del espacio) nos permite mirarlo o recorrerlo desde distintos ángulos,  perspectivas o direcciones, mientras que el arte no reversible (que son artes del tiempo) no lo permite, por estar condicionado su recorrido a una sucesión u orden. Entonces Pavić se pregunta dónde empieza y dónde termina la novela. Más aun, la pregunta implica por qué ha de ser así, por qué un inicio al principio o por qué una conclusión al final. Y preguntarse eso es cuestionar la forma de la novela, su estructura. El resultado es que escribió textos que son una ecuación de novela + 1: novela-lexicón, novela-crucigrama, novela-clepsidra (o reloj de agua), novela-tarot, etc. Y parte de ese juego literario fue querer mover la literatura de ser arte no reversible a uno reversible, que pueda transitarse de varias maneras, en distintos sentidos y apreciarse desde distintos ángulos, lo que me tienta a pensar en las muchas veces que en sus textos aparecen referencias, o se habla específicamente de arquitectura, de edificaciones o de la construcción de casas, torres, monasterios o palacios, como una metáfora de la preocupación por crear espacios habitables, recorribles (como pueden ser PPT, UAC, 7PC). Y quizá sea esa preocupación la mayor aportación de Pavić a la historia literaria. Porque plantearse cambiar la forma de leer implica cambiar la forma de escribir, debido a que el contenido ha estado, tradicionalmente, sometido a la forma. Y si para Pavić había una crisis de la forma de leer, de concebir la novela y su aspecto gráfico (es decir, el libro), cuál sería la consecuencia de emplear una concepción metafórica de la arquitectura o los recursos digitales de la computación para hallar nuevas formas. A mi parecer la consecuencia es la literatura que libera el contenido, que deja vagar las historias más allá de la sujeción diacrónica de la escritura y ante la cual uno se pregunta ¿qué tan relevante es la anécdota? ¿Es acaso el centro del texto? ¿O es la anécdota un componente más (uno imprescindible, cierto, pero no el central? Estas preguntas me permiten pasar a un aspecto notorio de la narrativa de Pavić, que se relaciona con la sensación de enormidad e inabarcabilidad que produce.

  1. FRAGMENTO Y REPETICIÓN

En un sentido general, se entiende que un relato tradicional puede consistir de una serie de hechos, episodios o capítulos. Incluso de unidades mayores, como cuentos que lleguen a conformar un relato mayor. La palabra clave es, en cualquier caso, “serie”, entendida como sucesión articulada de elementos organizados según alguna lógica textual, narrativa, o según ciertos principios estéticos o de poética. Sin embargo los principios de organización no necesariamente obedecen la lógica de causa-consecuencia, o de eventos que desemboquen en una solución de las situaciones presentadas a lo largo del relato. Esto es algo que el s. XX, concretamente las vanguardias, nos enseñó. La novela, como una forma de relato, es una forma de leer. Por ejemplo, para Wilfrido Corral[2] Pedro Páramo se convirtió en novela sólo cuando los lectores fusionaron los fragmentos que componen el libro. Y quiero destacar la participación de los lectores porque la reflexión de Pavić sobre el cambio en la novela proviene de su observación del cambio en la forma de leer de los públicos. Lo cual introduce ahora, en algún punto, la teoría de la recepción. Por ejemplo (y rápidamente) menciono la distinción que hizo Wolfgang Iser[3] entre el polo artístico y el polo estético. El artístico designa el texto creado por el autor (como si fuese una partitura musical), mientras que el estético es la concreción realizada por el lector, o sea el resultado del proceso de lectura y por tanto un fenómeno de recepción. Y esta parece ser la apuesta de Pavić, quien llega a hacer que el narrador se dirija al lector de sus libros y lo apostrofe con peticiones y recomendaciones (DJ, 7PC).

Pavić pensaba que la novela había muerto ya a fines de los años 1990, pero no se refería a los textos (pues es obvio que éstos están allí y que se siguen escribiendo), sino al modo de concebirla, de leerla. Por eso ensayó formas como el lexicón, el crucigrama, la clepsidra o el tarot. Incluso en su novela detectivesca hay un libro de notas “opcional” (al estilo de los “capítulos prescindibles” de Rayuela de Julio Cortázar), además del libro con la historia en sí.

Cuando digo que la novela de Pavić libera el contenido no me refiero a un mero caos, sino a configuraciones textuales, entramados que permiten el entrecruzamiento de anécdotas sin importar el tiempo. Si se me permite el símil, sus textos son como recorrer el sobrio pasillo de un edificio de la Yugoslavia socialista, abrir la puerta y encontrarse en medio de un patio bizantino en plena Roma Oriental. O como acostarse a dormir en la paja de un granero del Imperio Otomano y despertar en una Belgrado bombardeada por la OTAN. Esa facilidad para saltar de historia en historia, de época en época, es una de las características que alejan la narración del realismo y le dan cualidad de ensoñación. Se trata de un fenómeno de fragmentación donde varios hilos narrativos se entrecruzan. Es de notar que el empleo del fragmento como procedimiento implica la apertura de los textos, pues en términos generales el fragmento tiende a escapar de de la escritura estilística o temáticamente estática, completa y redonda (y por tanto definida). Su meta es mantener una tensión suelta y no dirigirse hacia una conclusión.[4] Y es precisamente eso lo que hallamos en la narrativa de Pavić: una sensación de perpetuo inacabamiento, de enormidad, de inabarcabilidad.

Ahora, ¿cómo enfrenta el lector la fragmentariedad de las obras? Cuando falta unidad en la trama de una narración hay elementos capaces de proveer de unidad al relato, como el tono, las locaciones, los temas o el hecho de que unas partes hagan referencia a otras.[5] Queda claro que la de Pavić no es una literatura realista, que su objetivo no es contar la historia de un personaje. Las cosas, las acciones y los personajes están sometidos a un acentuado proceso de metaforización, tienden a convertirse en símbolos que adquieren la potencialidad de representar con una peculiar amplitud, convocando varios sentidos en distintos niveles, haciendo que la historia de fondo que se cuenta sea siempre la del entramado de la Historia, la búsqueda de identidad en relación con la propia Historia, los anhelos y los sueños, como apertura a lo profundamente humano.

Una de las cosas más cautivadoras en Pavić son las referencias y recreaciones del pasado alrededor del ámbito balcánico. Podría decirse que novelas como DJ, PPT, UAC son novelas con trasfondo histórico, aunque también hay elementos históricos en PU y EV. Por cuestiones de espacio tomo el ejemplo de PPT, que evidencia ese cruzamiento de lo histórico con la identidad: Atanás Svilar, un arquitecto tan genial como frustrado (su gremio lo ha boicoteado y nunca ha visto construido ninguno de sus proyectos, lo cual es una de las metáforas arquitectónicas en Pavić), se lanza a la búsqueda de su propia historia, siguiendo los pasos de su padre, militar desaparecido en Grecia al terminar la 2ª Guerra Mundial. Ese viaje pasa por Ítaca y el Monte Athos. Y tan sólo con estos hechos tenemos como subtexto la Odisea: un hombre que zarpa para volver, para recuperar algo de sí mismo y comprenderse a la sombra de un héroe de guerra. Pavić nos ofrece el guiño de una Odisea serbia del s. XX.

En algún momento Atanás Svilar se halla jugando a las damas con guijarros en vez de fichas, cuando la hospedera le recomienda que le ponga nombre a cada guijarro. Nombres de conocidos, de familiares vivos o muertos. De manera que éstos participen ganando o perdiendo por el jugador, quien de ese modo sería más fuerte (62). Desde luego que hago uso de la interpretación, pero creo que las palabras de la hospedera implican la voluntad de mantener esa carga que es la memoria histórica, esa genealogía de la identidad. Emprender búsquedas para saber quiénes somos es un tópico recurrente en Pavić, ya sean en sitios y hechos históricos, libros, amantes o sueños. Por ejemplo, en 7PC alguien afirma que “cada lectura es, en realidad, la búsqueda de saber quién es uno” (125). Quizá la Historia y los sueños, de la mano de la memoria, sean los grandes temas de Pavić. O tal vez sean su material predilecto, cuyas formas son asumidas por sus verdaderas preocupaciones: a saber, la identidad y la memoria. 

Lo histórico es, a fin de cuentas, un modo de tratar el asunto de la identidad. En una nota autobiográfica hecha por el mismo Pavić, el autor dijo: “fui el autor más conocido de la nación más odiada del mundo: la nación serbia”, y esa es una visión histórica del cierre del s. XX. Quizá por eso Pavić se da a la tarea de reconstruir los pasos que configuran a sus personajes, a su nación y a sus ciudades, las que ocupan actualmente y las que ocuparon alguna vez, sea dentro del Imperio Romano de Oriente, del imperio veneciano, el Habsburgo, el Otomano o como estado independiente (en su versión monárquica o como república socialista). Cada una de las posibilidades dentro de ese abanico de versiones de sí configura la identidad de lo que Pavić escribe. Y eso queda patente en las obras, porque la nación de la que habla a veces es pueblo, a veces hermandad, gremio o una familia. Y oscila entre ser europeo, cristiano oriental, bárbaro eslavo, monje idiorrítmico, serbio, artesano o alérgico al polen. Sobre la obra de Pavić se cierne la sombra de grandes imperios de los cuales Serbia fue parte, frontera o vasallo. Estos imperios protagonizaron la gran historia europea e incluso mundial, y en tanto parte de ellos, Serbia o muchos serbios, también. Esta es una dimensión, si se quiere, política de su obra. Al mostrar a los yugoeslavos como parte de aquellos estados, Pavić incorpora estas naciones balcánicas, muchas veces consideradas menores o marginales, como protagonistas de la historia universal. Es un modo de reivindicar a Serbia, de incorporarla a la universalidad, porque la universalidad también fue una de las grandes preocupaciones de Pavić. Por ejemplo, en CIV retrabaja el mito griego clásico de Hero y Leandro, cruzando el tiempo en sendos relatos de dos enamorados: un albañil del s. XVIII y una profesora de francés del s. XX. Y en UAC hay por fondo las guerras napoleónicas, mientras asistimos a los conflictos entre dos familias notables, en un juego de encuentros, desencuentros, descubrimientos y autodescubrimientos.

  1. HIPERVÍNCULOS Y SUEÑOS

Hemos visto que la sensación de enormidad o de inabarcabilidad que llega a provocar la obra de Pavić se debe, en parte, a su estructura, a las referencias y puentes que tiende con otras obras y con la Historia. Así como a cierta cualidad metafórica que abre el sentido de las acciones y los personajes hacia un “más allá” que sólo entrevemos. Y sin embargo hay aún otros elementos que contribuyen a la enormidad que se abre al interior de los textos. Uno de ellos tiene que ver con la lógica de los personajes, su modo de pensar, basado en creencias antiguas, en supersticiones, donde lo otro, lo diferente, el más allá, irrumpe en la realidad, de modo que muchas veces las historias se tornan fantásticas, creando una atmósfera de irrealidad o ensoñación. Estas creencias o reglas gobiernan la vida de los personajes, funcionando como formas del destino a menudo heredadas de padres a hijos, o compartidas entre miembros de una familia. Tales reglas escapan a la lógica común y generalmente no son explicadas sino por una sentencia enigmática o vaga del tipo “se echaba vino en el agua (pues hacer lo contrario era un pecado)” (PPT, 17), lo que resulta en el paulatino establecimiento de un universo misterioso, exótico si se le mira desde fuera, que tiende hacia lo mágico: “Opsenitsa nunca manifestaba en público dichas hostilidades (que según dicen eran la causa de su tos)” (PPT, 18).

También se apunta hacia verdades que nos sobrepasan y nos anteceden, que no pueden abarcarse sino solamente intuirse, bajo la forma de un esquema dual que suele aparecer en los libros y que se me ocurre llamar “simetría de los opuestos”. Se trata del establecimiento de pares o duplas de contrarios, del tipo: “existen dos insomnios […] El primero es madre de la mentira, el otro es madre de la verdad” (7PC, 13). O bien, en formas más complejas, como:

El imperio jázaro está atravesado por un río que tiene dos nombres, porque una corriente del río discurre de oriente a occidente y la otra al contrario […] De hecho, los jázaros creen que durante las cuatro estaciones del año se alternan siempre dos años, y no uno solo, de modo que uno transcurre siempre en la dirección opuesta al otro […] los días invernales se mezclan con los primaverales y los estivales con los otoñales. Y eso no es todo: uno de los dos años jázaros transcurre del futuro hacia el pasado, y el otro del pasado hacia el futuro. (DJ, 134)

Estas simetrías de los opuestos suelen referirse al tiempo (día y noche, pasado y futuro), al espacio (izquierda y derecha, oriente y poniente), o a lo masculino y femenino, sueño y vigilia, individual y comunitario, etc. Continuamente aparecen las dos caras del mundo, las dos posibilidades de ser, como un río con orillas dobles, que a cada lado ofrece no una, sino dos riberas a las cuales poder bajar.

Finalmente, quiero referirme a uno de los grandes temas o motivos de Pavić: los sueños. Cualquiera que haya leído sus libros habrá notado el lugar preponderante que ocupan. Desde muy antiguo los sueños nos han ayudado a interpretar la vida y a entendernos a nosotros mismos (función compartida con la literatura). Por eso Pavić intentó escribirlos, codificándolos en diversas formas, porque los sueños no suelen parecernos lógicos, ni ordenados. En ellos se revuelve el tiempo, sucede lo improbable, los anhelos. Son la libertad de las otras posibilidades. En consecuencia, resultan inmensos, difíciles de narrar. El empleo de los sueños potencia los procesos metafóricos de personajes y acciones, y pone en evidencia la función poética del lenguaje. También funcionan como enigmas que deben ser descifrados y a menudo son el motor de la acción, pues ponen en movimiento a los personajes, en su afán por saber, aun si esto los lleva a la ruina o a la muerte, lo cual nos devuelve al tópico del conocimiento como algo envenenado, una adquisición de impronta diabólica, dada su relación con la independencia, la soberbia o el ego.

Hay además un paralelismo entre los sueños y los hipervínculos (cuyas potencialidades también interesaron a Pavić), dado que ambos son accesos a espacios distintos. Van más allá de las palabras e incluso de las lenguas, constituyendo un continuum donde los sujetos transitan. Por eso creo que sueños e hipervínculos fueron un modelo de inspiración para escribir, uno sumamente flexible y universal. De modo que, para el conjunto de su obra, se vuelve central la figura de la princesa Ateh, del DJ. No sólo porque su entrada se halla en los tres libros del diccionario y sus artículos se cuentan entre los más extensos, sino porque se vuelve una gran metáfora. Ella fue condenada a olvidar su idioma pero sus poemas perviven en las voces de los loros, extendidos por el mundo, del modo como los textos llegan a rebasar a su autor, su lengua, su patria, siempre renovándose, siendo recreados, y es en ese sentido que también resultan inagotables e inacotables por un principio y un final. Ateh creó la secta de los cazadores de sueños, que a modo de actores  salen cada noche a un escenario distinto, como pasando de un hipervínculo a otro en diversos lugares, países, culturas y épocas. Esta idea le permite a Pavić recorrer la historia de los Balcanes, mostrándonos que es la misma historia universal. Pavić quiso escribir sueños. Hizo de los lectores cazadores de sueños y con ellos constituyó una hermandad en contra de las fronteras. Internarse en los sueños le permitió salir del aislamiento individual y al cual el mundo condenó a Serbia. Esto es una respuesta parcial a la pregunta de ¿qué perseguía Pavić con su escritura?   

Hay mucho más que puede decirse sobre la obra de este autor. Yo me he visto forzado a elegir algunos cuantos puntos para comentar, para interpretar, solamente por ilustrar un poco todo lo que estas obras implican, forzosamente de modo parcial y sin agotarlos.

[1] Al respecto, los invito a ver el ilustrativo video que Raquel Castro y Alberto Chimal hicieron sobre Pavić.

[2] Wilfrido Corral, “Las posibilidades genéricas y narrativas del fragmento: formas breves, historia literaria y campo cultural hispanoamericanos”, Nueva Revista de Filología Hispánica, 44, 1996, p. 463.

[3] Wolfgang Iser, “El proceso de lectura”, en Rainer Warning (ed.), Estética de la recepción, Madrid: Visor, 1989, p. 149.

[4] Vid., Wilfrido Corral, Op. cit., p. 467.

[5] Vid., Russell M. Cluff, Los resortes de la sorpresa. México: Universidad Autónoma de Tlaxcala – Brigham Young University, 2003.

 

 

 

 

Rodrigo Leonardo Trujillo Lara (Ciudad de México, 1977).

Literato y poeta mexicano. Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas, Maestro y Doctor en Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México. Dedicado a la docencia, ha publicado artículos y ensayos especializados, en libros académicos sobre literatura, historia de la cultura y bibliología, de la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad Autónoma del Estado de México, la Universidad Iberoamericana y El Colegio de Jalisco.

Su obra de creación ha aparecido en revistas independientes. Además del presente volumen, es autor de Las horas cardinales (2019) y uno de sus libros resultó finalista en el XXXIV Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe.