Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Políticamente incorrecto

Politicamente

Por Herles Velasco

16 Agosto 2020

Son tiempos difíciles para el arte, adentro y afuera están los enemigos; las raquíticas políticas públicas a las que ya estamos acostumbrados se les suman otras: las correcciones. Y es que las fronteras son muy delgadas, los intentos por visibilizar, por ejemplo, la literatura escrita por mujeres nos lleva a la tentación de crear espacios exclusivos, cosa que me recuerda los desagradables comentarios de un alumno cuando por burlarse de algunos poetas hombres los llamó “poetisos” haciendo referencia a la poesía escrita por mujeres. La literatura es o no es, y no por haber nacido con unos genitales u otros ésta se da o no; la separación no visibiliza (sólo separa), la inclusión sí. En la literatura cabe lo literario, sin importar la genitalidad. Sí, la historia de la humanidad nos muestra que, en la práctica, el arte producido por los hombres ha sido favorecido por mejores escaparates, pero justo porque vivimos tiempos distintos, reveladores, es razón más que suficiente para no cometer los horrores pasados, promover una reivindicación con base en las cualidades y calidades, no en el género de los autores. Es una asignatura pendiente que nos involucra a todos los que estamos inmersos en estos mundillos, dejemos de dividir; tocar los necesarísimos temas relativos a la “despatriarcalización” del mundo del arte se tiene que dar en el seno mismo donde se origina o hace eco, no en espacios alejados, destinados a públicos predispuestos.

Y en este punto cabe mirar a la ramificación de ese tronco de los problemas que vivimos: los temas. Qué difícil expresarse ante una generación que se empeña en concebir lo humano sólo en sus aspectos más positivos, que se niega a aceptar que somos un conjunto de luces y sombras, un conglomerado de contradicciones que nos hacen ser y estar. Cerrar los ojos a ciertos temas, cancelar artistas con la concepción de que mágicamente desaparecerán los reflejos que no nos gusta mirar cuando nos ponen al espejo-arte frente a nosotros. Despreciamos, odiamos, usamos, abusamos, somos egoístas y malos tanto como lo somos en el espectro contrario; si no lo vemos, si no lo aceptamos ¿cómo vamos a evolucionar? Si no destacamos todo lo que somos, incluida nuestra propia podredumbre, ¿para qué hacer arte? Si dejo de leer a un autor, escuchar a un cantante o admirar la obra plástica de un pintor, que sea sólo porque ha dejado de aportar en mi camino, no por la exacerbación de su sombra que se ha hecho pública. Hemos dejado de confiar en nuestras capacidades, estamos optando por una irreal cura metafísica con base en la ceguera de mirar hacia otro lado, cuando la experiencia nos ha enseñado que el tiempo termina por acomoda las piezas en su lugar; queremos poner un caño debajo de cada hoja del árbol, directo al subsuelo, para evitar ver su descomposición, caída y pulverización.  Me niego a la cura mágica que propone la cancelación y a barrer los temas “incorrectos” debajo de la alfombra.

Prácticamente todas las corrientes, escuelas y vanguardias se han rebelado contra lo que se pretende imponer; desde el Dolce Stil Novo del siglo XIII que encarnaba en la mujer los atributos divinos y que causó cólera entre el clero y desprecio entre los laicos que acusaban a Dante y compañía de “ingenuos pretenciosos”; hasta la poesía más feminista del siglo XXI que quema efigies en público de todo lo que tenga tufo a masculino: entre los dos extremos corre la misma sangre, están entramados los mismos hilos: ir contra corriente; o de manera más amable, como lo dijo la enorme Wislawa Szymborska: “Cuando leo a Homero, siento que me hace un guiño”.

Que nadie nos diga de qué y de qué no podemos hablar. El espíritu del arte es esencialmente rebelde y el artista un imperfecto asumido, dejemos lo inmaculado a las vírgenes de nuestro imaginario.

herles@escueladeescritoresdemexico.com

Herles Velasco: Poeta, columnista, profesor de poesía.