Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Poemas por César Cajero

IMG_2137

Por César Cajero

16 Marzo 2020

Quisiera hablar hoy de mariposas negras atravesadas por un número,

de blancos gritos recostados,

pero he tenido que mirar en el espejo y reconocer lo que he perdido.

 

Una gris paloma trajo los días

con una fotografía cortada con navajas.

Y hay cierta luz que no deja de mirarte;

una blanca losa que suena a muerto;

una noche alada entre dos puertas y un débil latido encerrado.

 

En un frasco, dos manos azules y una puerta donde se lee “dónde”;

en otra puerta una oreja abandonada,

un corazón todavía rojo de haber latido.

 

Bajo una luz donde nunca llueve se oye “pudieron haber nacido”

y oigo estos pasos seguir, detenerse, seguir,

y salir por otras calles.

 

Dos ojos negros que supieron ver la noche

van deprisa junto a sus pasos.

 

En la nube blanca que corre, dos pies gangrenados.

 

Medio rostro en silencio donde debió haber otros labios.

 

Y sin nadie los pasos en esta casa de puertas abiertas

lejos del mundo.

 

Basta tan solo un momento, basta tan solo una risa, una escalera rota,

una ventana; basta tan solo estar vivo.

 

Los muertos tienen su propio lugar en otra parte.

 

Si yo creyese en dios, rezaría.

 

Si creyese en los hombres, pediría una mano a gritos.

 

Si creyese en mí mismo hace mucho que me hubiese ido.

 

Pero no hay espacio para quien ya no es más que esta casa

en la sombra vacía de su pecho.

 

Los rezos se quedan afuera.

 

En la tierra hay todavía hombres

y en los labios de ellos se lee aún la esperanza.

 

No hay nada más que sombras, blancas sombras en la oscuridad

atravesadas con un número.

 

Hay un pulmón de cáncer entre cristales

como para que alguien lo vea.

 

Hay un muñón que revienta en verde y veinte dedos ennegrecidos.

 

Esto diría si aún fuese un hombre.

 

Pero ya no me alcanzan las palabras.

 

 

 

No ha comenzado la lluvia.

 

Frente al fuego sentado

miro este cielo.

 

Una nube, un relámpago;

otro año frente a esta luna.

 

En medio de la oscuridad

va muriendo el río

 

y un viento del sur

arrastra las cenizas.

 

Una brasa deja llevar

nuestra vida.

 

Y la veo elevarse;

dar una vuelta; desaparecer

más allá de la oscuridad

y de las aguas.