Poemas de Javier Alvarado
EUNICE ODIO DESDE LAS PUERTAS DE TIERRA Y LOS CANDADOS DEL AGUA
A Monthia Sancho
¡oh noche que juntaste
Amado con amada…
San Juan de la Cruz
“dime, como si yo fuese la noche,
qué debo hacer para volver a odiarte,
para no amar el odio que te tengo.”
Enrique Lihn
No salvaguardo la espiga ni coreo los estruendos del mundo
Ni tampoco voy recolectando los guijarros
De la placenta del estanque,
Sólo atisbo las palabras
Eunicianas
Y sus cabellos
Que enmarañados
Vienen a descubrir el nido
Donde se trastornan el cuclillo de jade y el tucán de hierro
Donde canturrea y canturrea el yigüirro moteado
Que traspasa el ventanal y los pechos de los rosacruces
Que se reconocen el uno al otro ante la cantimplora
de la sed
Y así fuiste tú, un pájaro negado a sus alturas,
A su damasco,
A sus palmeras
Que enfurecidas vienen a ser países y espíritus
entregados a la buganvilia,
Como la flor del maizal
Que viene a eclosionar sobre las calles
Sobre este San José de Costa Rica que se quedó atrás
como el lenguaje cifrado de la nieve
Ese carretón despintado por el frío;
Ese platanal derribado por el viento limonense,
Ese tamal que se quedó planeando la aurora del viandante,
La porcelana antigua que conversó con el satín
Y con los niños de la diáspora,
Así te fuiste
Para Guatemala donde estuvieron los elementos terrestres;
Un hombre en la puerta angustiado por su arribo
Y una mujer esperando los diálogos de la cosecha
Ante la miel y la mácula de leche
Para tejer un bulbo, un cielo, una guirnalda, un auriga de turquesas
El vocabulario maya rodeado de mariposas garífunas
y luego tu tránsito de fuego por El Salvador
Donde Ion, agazapado te espera,
Como esa musitación de una ciudad antes de ser sitiada.
Ión: Aquí estuve.
Dédalo: Enséñame a acariciar el fuego.
Ión: Ya no hay entrada.
Dédalo: Yo no tengo las claves sino ella.
Ión: Asalta el cielo y el retorno. Sólo hay cuatro entradas
y una salida. Aquí donde se atisba el cuenco narrado
De la muerte.
Dédalo: Es la posesión del viñedo y de las iras, de las blancas horas
Donde El ángel retumba y te llamará bajo el agua.
Ión: Pues dile a Hybris, a Beherit y a Cerberus que esperen
la transformación
De las naranjas,
El alargamiento de los vegetales y las raíces en el refrigerador,
cuando la luz
Sea escanciada por la pubertad y el rayo.
Hybris: Que aquí quede el día.
Beherit: Que nos enseñe a respirar la oscuridad.
Cerberus: Ya me dejó sin llaves y sin llaves va extraviada
cuando canta.
Dédalo: Que continúe su esperada marcha de corceles.
Ion: Ella es nuestra Eunice y seguirá vigilante de las puertas de tierra
Y de los candados del agua.
Porque así seguiste, en tu emigrar de sal y de cinabrio,
como esas reinas indígenas
que siguen riendo tras la máscara de oro,
En México
Y en la calle Neva,
Eunice, Eunice
Durmiente en el corazón y despierta en el vendaval de los labios,
En el anciano vergel que hereda su saliva,
Su retoño ancestral que sube desde los pies
Hasta la hermosura del cuello
Y la manzana que partimos en leves gajos
Que se apodera de la cara
Y el cartero que toma dos semillas y las devuelve a los ojos,
Donde sigue el nimbo, la zona en territorio del alba, la plegaria,
La contemplación de las medusas luminiscentes
Y la visión de la despedida en la bañera
Donde las burbujas
Volverían a ser aquellas palabras pájaros en su heredad,
Aquella orfandad de suelo
Que sigue danzando igual que tú,
Aquella casa que siempre nos es extraña y ancha,
Aquella casa tan amatoria como tu odio,
Como tu poesía tan mía, una matanza y una abstracción del polen
Como una reverberación de la caricia ante la piel y la boca
Una estrella fugaz que se hace añicos,
Una esperanza que sale a tocar la puerta del día,
Un canto interior que sale a buscar su noche.
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ, NEPANTLA-COLONIA ROMA
A Carmen Nozal
Ella era una mujer cercana a la arboladura
Yo era otra mujer cercana a la medianía de las horas,
En que iba y venía en los atardeceres de Neplanta
Y sabía oír -Alguna que otra voz-
O contemplar el ciervo místico en la vastedad de la montaña,
Ese pavor
Del sol sobre el lomo de aquella criatura dispuesta a saltar sobre las rimas
O sobre el promontorio de tu morada y de tus versos. Andaba como una hortensia
O una orquídea dentro de un ave, atisbando en las ventanas que no existen
La lejanía de un poema gongorino, ante esas soledades que se acumulan en el
vergel
De al lado.
Despilfarraba rimas, estrambotes, sensaciones,
Colores,
Alguna que otra forma para que se aguzara en el oído y anunciara
La tempestad de algún soneto.
Yo estaba extrañada ante ese ejército de nubes prehispánicas,
De estrellas prehispánicas, de efervescencias prehispánicas
Cuando lo lúdico se alza para ser una brizna en el viento
Que luego juguetea con la serpiente emplumada y el arbitrio de los códices.
Yo seguía oyendo la voz
Ante el regreso inminente del DF, buscaba dentro de mi claustro
La maternidad del solsticio o la infinitud de esta vivienda,
Derrumbada y vuelta a construir y los escombros que giraban en la magnitud
Del abrupto golpe del martillo;
Cuando la escarcha de la noche se derretía sobre los árboles seculares
Y sobre las imágenes de una monja jerónima
Que, desde el agua, leía sus monsergas
“Porque no borrará el agua lo que va dictando el fuego”
Y yo me iba alejando de aquel lugar y seguía permaneciendo la voz
Sobre mi cabeza y mi vestido blanco,
Cuando me devolví y bajo aquellos cascajos
Y restos de cemento, estaba la placa de bronce:
Aquí en esta casa vivió Sor Juana Inés de la Cruz
Y el maestro de obras me la obsequió al desenterrarla
Y luego de colgada en la pared del recibidor, fue un ejercicio desorientado en la Colonia Roma.
Y ante una que otra noche, Alí Chumacero, apoderado ante la secularización del
vino
Inquirió: “No sabía que en esta casa también vivió Sor Juana Inés de la Cruz”
Y reímos porque Sor Juana está siempre en los intersticios de las casas,
Cuando se pronuncia una barca en el antiguo canal
Bajo la lluvia,
Su inmarcesible marca de pájaro en el trópico,
Ese acertijo que va y vuelve como el sonido del horizonte al despertar la noche
Esa permanencia de la inocencia tras los sigilos de la madre,
La rueda de piedra que marca los destinos y la humildad del cielo con los brazos.
Estamos aquí en estas ciudades que se hunden con la mano de Sor Juana.
Sobre el peto ya queda la imagen de todos los astros,
De todas las constelaciones
Que orientaron las cosechas del maíz y la conjunción de las serpientes.
Estas moles escogieron a una mujer antropomorfa.
Sor Juana ya me pertenece. Esa es sor Juana dialogando:
Yo la peor de todas, dejada a la verdad, a la mentira.
Yo la peor de todas en el horror de escribir por ser mujer
Sobre los mundos y sobre el pacto de la caricia en el cuerpo.
Yo, la peor de todas,
La Magdalena, la Santa María Egipciaca,
La Santa Juana Inés Ramírez de Asbaje.
Yo, la peor de todas, convertida en sombra, en polvo, en nada.
Yo, la peor de todas, la más grande poeta de México.
SEGUIMOS SIENDO
“Por su cara corren chorretes de agua sucia
como si el río se hubiera metido dentro de ella.”
Juan Rulfo, Es que somos muy pobres
Esto de querer azotar la rosa
De hacer viva la cicatriz que recorre el espinazo
Como un aleteo de chichicuilote
O de serpiente,
¿A qué llamarle río
Cuando el agua sucia también se convierte en llanto,
En un llanto de pobre que nos hace elegir este lugar
En donde labrar la tierra, si cada vez decimos
“se acabó” cuando ya no nos toquen más
Las estrellas vaciadas.
Este póstumo venablo del encierro
Lo que la noche entierra en la boca mexica,
Ese aguardar de las estelas y de los altares mayores
Consultando a cada rato la lluvia y el calendario azteca,
Lo que viene a derruirnos como un fuego ceremonial
Como una doncella que se desnuda los senos
Para aplacar a los dioses y al sempiterno sacerdote.
Esto de criar y asilar culebras y dejar que un águila
Las lleve hasta el cielo como una huella hacia su polvo.
Es fácil quitarle la vida a un despertador,
A ser parte de su ahogamiento en los estados pétreos.
Yo confundo los cuchillos con las voluntades fuertes.
Ese tránsito de las aves picoteando la fruta del eclipse
Donde es muy probable lavar la ropa interior de la belleza
Y observar el arbitrio de una revolución en el tejado.
Yo he caminado por el D.F. y he añorado el paso
De mis botas por sus campos, ese agave de luz
Que transita por mi pecho y mi garganta,
Es sangre pura vertida desde las savias mexicanas
Lo que la vid acorta como un suspiro de giro o de llave,
Las puertas entornadas o arriesgándose a salvarnos.
Aún siento bramar la vaca de Tacha en mis ausencias.
Veo como la lluvia arrastra los manojos de cebada.
El río se lleva la poesía y las pocas pertenencias.
Hoy mi llanto tiene algo de río, una vaciedad de Dios
En agua sucia.
PENÉLOPE EN XOCHIMILCO
A Francisco Trejo
Penélope dejó su palacio griego para llegar a Xochimilco.
Su viaje fue la de una madre de Ítaca,
Dejando por todo el mar Jónico
Y por todo el Atlántico
El rastro de un ovillo. Las gaviotas le descifraron algunas
Sagas
Mientras ella les cantaba algunos sucesos desprendidos
De los labios de los pretendientes. La acompañaba un gallo que siempre
Orquestaba con el sol
Un eclipse
Sobre su cabellera. Iba también zurciendo una toga y al llegar a Veracruz
Aprendió los bordados para los huipiles y así encendió
Las manos del cactus y sus plegarias,
Un coyote que recorrerá los desiertos y las fases lunares
Con piñatas de posadas y estrellas fervientes por el polvo.
Ella quería estar vigilante, aguardando la luz amniótica
De un poeta que nacería enfadado con el tiempo.
Nadie sabe si llevaba un artefacto para medirlo
O una predicción de Cassandra que sea creíble;
También vio a Teotihuacan desde lejos, llevada por águilas
Que blandían serpientes y enroscaban su cola en su mano
Como un brazalete
Y así llegó a aquel lugar de antiguos canales, donde esperó un llanto
Y le fue contando todas las aventuras
De los argonautas,
Sus amores e infidelidades,
Sus maneras de engañar a los dioses
Y también de hacer uso de las figuras literarias
Sin soslayar la belleza. Así, siguió su curso y tomó al niño
Y lo agarró por el talón y lo sumergió en el agua que sostiene las trajineras
Y luego lo llevó en brazos, en una de esas folclóricas embarcaciones, arrullándolo
Con el viento de las islas
Y soplaba como un ánfora llevando las cenizas de los laureles
Que volvían a regenerarse y a crecer en todas las márgenes
De un libro.
Penélope se fue acostumbrando al sincretismo
De las deidades entre los copos olorosos del copalquáhuitl
Las revoluciones cristeras y los pasos de Emiliano Zapata
Y Pancho Villa
Y Marte esgrimiendo su espada
Con su sombrero charro y ella tejiendo sin parar
La danza de los guajolotes sobre los valles y entonando también rancheras
Con guirnaldas de cempasúchil
Para Francisco y su hermano muerto, que también va y viene
Desde su Estigia personal y desde el cenote bajo la pirámide mexicana.
Penélope está frente al reloj y frente al calendario azteca
Saboreando tacos al pastor y agua de Jamaica con Homero y Netzácuoyolt
Mientras Argos, su perro ladra en hexámetros,
Mientras se escapan toda la vida, toda la muerte, todas las fulguraciones del maíz
De la boca
De una calaverita de azúcar
Y él con su poesía
Es un Telémaco
Viendo una y otra vez a su padre
Inmigrante
Al igual que Odiseo
Atravesar con su flecha los mangos de las doce hachas,
Esas distancias para recobrar el reino
Y las mujeres
Con sus pruebas de maquilas amatorias
Y seguir coreando la epopeya de los archipiélagos
Con Escila, Caribdis y Axolotl
En toda la majestuosidad
De lo grecohispanoamericano.
MINERVA MARGARITA VILLARREAL
Tersa Teresa de las metamorfosis
M.M.V.
Eres, Minerva, un credo esplendoroso,
Margarita que viene de la llama;
Ese caudal que en laudes se derrama
Y camina con cálamo dichoso.
Sus maneras del agua con lo hermoso
De dialogar con Dios desde la rama
Y bajar cual paloma hasta la grama
Y contemplar el cielo tan nuboso.
Y encontrarme leyendo, desde el sueño
Su Tálamo de amor que nos congrega
Al gozo de encontrarnos en los brazos.
Vestal eres en místico diseño
Que en oraciones vive y se despliega
Al divino aire, en teresianos lazos.
Javier Alvarado– poeta panameño nacido en 1982. Ganador de premios nacionales e internacionales de poesía como el Rubén Darío de Nicaragua, Mención Casa de las Américas de Cuba, Rogelio SInán, Nicolás Guillén, Mención Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo. Premio Rey David de Poesía Bíblica Iberoamericana, Segundo Premio Antonio Machado de los Ferrocarriles Españoles, León A. Soto, entre otros. Posee más de una veintena de poemarios y dos antologías.