Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Poemas de Iván Vázquez

Autor: Iván Vázquez

Junio 2022

 

 

[La pastilla azul]

A mis enemigos

que no son pocos

 

Brama el mar

va y viene

ruge de frustración

No puede sostener

su ola

por tiempo

                        indefinido

                                    infinito

            insondable

como la breve espuma

en la palma

de su mano.

 

 

 

 

 

 

[Rompeolas]

Tu cuerpo es una ola

            rompiéndose

desesperadamente

            sobre este duro

 acantilado que soy

Dios es el sonido del impacto.

 

 

 

 

 

[Alta traición]

Bien hiciste, Amilamia,

en convertir tus curvas en un imperio,

pero ten cuidado.

Cuántos osados guerreros

darían su vida

no por defenderlas,

sino por enterrar

su enhiesta espada

en tu reino.

 

 

 

 

 

 [Eterno retorno]          

Duermo solo

por no pensarte

pero soy obstinado

y de la forma más miserable

me traiciono:

                        te sueño.

 

 

 

 

 

 

 

 

[Batazo de hit]

Seguimos vivos repetía en su mente el manager.

Mónica Olivares

Déjala ir.

Que vuele.

Es una paloma,

un fly.

No tengas miedo,

no es a lo Dylan Thomas

la pelota que arrojé

cuando jugaba en el parque

aún no ha tocado el suelo.

 

 

 

Déjala ir.

Que se impacte a su destino.

 

 

Ten por seguro

que ese bat emergente

gastará su pólvora

intentando siquiera tocar

las costuras de su piel.

 

 

Despreocúpate.

Ve cómo abanica

y zumba el aire

Ese bat no le quita el sueño a nadie,

sus estadísticas son muy bajas.

 

 

Detente.

Observa todo.

El diamante,

la casa llena,

la respiración del pasto,

la angustia de los corredores por llegar a home:

no saben que huyen siempre

hacia ninguna parte

y sin casco.

 

 

Déjala ir.

Que el silencio se suspenda

en el leve vuelo de su falda.

Aquí

desde lomita

sabes a la perfección

que esto termina

cuando la pelota, el bat y hasta el dugout

tiemblan al ver que el pitcher

toma las cosas en serio:

escupe, lanza

y suelta.

 

 

Todo se resume en esa última línea

y en saber quién tiene

las riendas del juego

en sus manos.

 

Como todo en la vida.

 

 

 

 

 

 

 

[La mujer azul]

A Liz Irán

No hay duda,

esa mujer inventó el color azul.

 

Su llegada fue todo un escándalo.

Por decreto se pintaron de azul los semáforos,

las peluquerías, los hospitales y los panteones.

 

 

Azul a cántaros, a chorros.

Azul los perros, los pordioseros,

los banqueros.

5 litros de sangre azul en cada cuerpo,

en el esmalte de los ojos,

en la uña del alma.

Azul la respiración,

la exhalación, la inhalación

y hasta la exhumación.

 

 

No había palabra que no estuviera bañada en azul.

Escribir fue un oficio acuático:

un poco de letras en cascada,

aire y espuma en los dedos.

Las cartas de amor, los memorándum

y las recetas de cocina

se volvieron ríos de agua,

auténticos vendavales de prosa azul.

 

 

¡Qué delicia tener una mujer tan etérea!

Qué importaba el hambre, la devaluación del peso

o el poluto en el aire,

si en su boca celeste estaba el pan de cada día

y la historia de las estrellas.

Me atrevería a decir que su voz

era la mismísima memoria de las nubes.

Por tanto, no era posible otra vez imaginar siquiera

que en esos días no se pudiera hacer

el amor más que volando.

 

 

 

Lo increíble es que nadie reportaba asfixia

o intoxicación por color.

Al contrario,

la gente salía a presumir un rostro lapislázuli

como recién salido

del mejor pincel del Renacimiento.

 

 

 

Pero no hay nada eterno

en el oscuro libro del destino.

No hay nada infinito

bajo la ley que sucumbe al azar

en la carrera de los días.

Un día la mujer partió

y cargó con ella su paleta de color.

 

 

 

Desde ese día las cosas cambiaron

drásticamente su signo.

Todo se volvió hostil.

Cualquier objeto inocentemente afilado,

la ventana abierta por descuido de un balcón,

la corbata que cuelga solitaria en el armario

o, incluso, la terca perilla de una estufa,

se convirtieron en nuestros peores enemigos.

 

 

 

Desde ese día no quiero hablar ya de colores.

No quiero decir que se tornó gris todo esto,

pero casi.

Y eso que he sido toda mi vida

no más que un simple y ordinario

daltónico.

 

 

 

 

Iván Vázquez (Puebla, México, 1985)

Poeta y ensayista. Ha publicado parte de su trabajo en revistas nacionales e internacionales como La Otra, Círculo de Poesía, Crítica, Graffylia, Periódico Poético UNAM, Cardenal Revista Literaria, Campo de plumas, Buenos Aires Poetry, Letralia, Leviatán, La Ubre Amarga, Revista Noche Laberinto, entre otras. Fue publicado en la antología de escritores jóvenes De cinco a siete, colección Alejandro Meneses (BUAP, México, 2010), e incluido en la antología Mexpoet. Muestra de poesía mexicana contemporánea (Altazor, Perú, 2019), selección a cargo del poeta Víctor Coral. En 2020, la editorial Buenos Aires Poetry publicó su primer libro: Cenizas mi deseo.