Autor : Ernesto Salamandra

Febrero 2025

 

Lero lero

Estoy intentando cachar una frase al vuelo, algunas palabras malditas que justifiquen sus chingaderas virtuales. Porque eso son: chingaderas, y además virtuales.

Yo pensando que estas pinches caritas sacando la lengua y mandando besitos eran una pendejada, el pendejo soy yo por no fijarme en esos cuernos holográficos que parecían un resplandor en el espejo.

Ahora que observo con detenimiento mi reflejo, doy cuenta de la binaria cornamenta.

Es toda una burla: lero lero.

¿Dónde estás? – le preguntó por whats.

Ella me deja en visto.

¡Chingada vieja! – me digo, pero no le replico, soy un posmodernillo y me aguanto.

Viendo su face me encuentro una foto que me deja con face de ¿what?

Sexting, creo que le dicen, para mí es coger por el chat.

Por la espina dorsal corre la ponzoñosa libertad. Ellos, sistemáticos han liberado su veneno. Lero lero.

De notificación instagram:

¡Qué apetecible se ve de bikini! pero ¿qué chingados hace en el mar?

Leo el pie de foto: Con Ricky en su casa de Cabo (carita con gafas, corazón, tres caritas felices).

– ¡Carajo! ¿qué hace con este pendejo con nombre de joto, casa en la playa y mejor pectoral?

Suena mi teléfono, es un whats, de ella, dice: Estoy con él, lero lero.

 

 

No hay nada nuevo debajo del sol.

Soledad absoluta para arder en el fuego.

Ego suficiente para decir adiós.

Y oscura se ha vuelto mi saliva.

Iba y venía escurriendo por mi brazo.

Azorando a los diablos encajosos.

Sos tan maldita por no esperar.

Raro en el comportamiento de una dama.

Amasando el corazón ofrendado.

Adornado con espinas y clavos.

Bosque frutal repleto de gusanos.

No suena la alarma en el plumaje del halcón.

Con todo y que esperaba tu disparo.

Aro de niebla que me regalas.

Las tormentas se aproximan.

Mandas al carajo lo escrito y dicho.

Chocando las copas en un ¡salud!

Ludópata, apostaste por un cretino.

Y no hay nada nuevo debajo del sol.

 

 

 

Nostálgica primavera

 

I

Mi alma reclama tu beso bendito,

así podré jugar con los leones, sin miedo.

Extraño tu suspiro taladrándome el oído,

echo de menos el ritmo caliente de tu sangre.

Quiero que mi vista se estampe con la tuya,

observar de nuevo las muecas del amor.

Nuestros cuerpos festejaban un carnaval exquisito,

las gotas de sudor son el mejor confeti.

Todavía sueño con tu silueta hecha de arcilla,

con la piel hermosa

que abría porosamente sus cortinas.

Con los ojos cerrados concebíamos el amanecer

antes de que los párpados levantaran

el telón nocturno.

Somos torpes malabareando el tiempo.

El tiempo, andrógino incuestionable.

 

 

II

Te deseo un abrazo y lo espantas nebulosa.

¿Qué te pasa?

¿Son los ojos de gato?

¿Te incomodan?

Sólo así puedo ver a través de tu sombra.

La caricia es una llave para abrir la valija

que carga uno en la espalda.

Vomitamos el corazón.

Vomitamos el ave a la que le pusimos jaula.

 

III

Ahora que me adentro en las tinieblas,

me doy cuenta de que sólo es una habitación

llena de espejos.

 

 

 

Ernesto Salamandra.  (México D.F. 1990- ). Observador del carnaval humano y fiel practicante de la palingenesia. Escribe para asegurarse que existe, ya antes fue un recuerdo y sólo pretende seguir así. Ha publicado en algunas revistas digitales y participado en eventos de poesía.