Óxido de tiempo

Autor: Arturo Sodoma
Enero 2025
Óxido de tiempo
Voy con el alma podrida,
cuando el viento atardece,
voy despacio y de rodillas al silencio,
no me he dado cuenta de que ha pasado una centuria y dos minutos,
el tiempo se mide en llanto.
Camino entre los puestos de manzanas y sandías
y no me siento como vagabundo,
o infante perdido, no entiendo lo que es el abismo ni siento el sol en los ojos.
Sigo y me quedo inmóvil al mismo instante,
ya sé lo que lo que sienten los dioses al morir.
Me subo a un taxi y le digo:
llévame con ella,
ella que tiene el aliento a orquídeas,
ella que conoce la desgracia y el polvo de los cementerios,
ella de pezones dulces y desiertos,
y me pongo a pensar en el sudor que empapó mis sueños la noche anterior,
cuando dormí con demonios e imágenes sagradas,
cuando sentí el golpe de la estaca al pecho,
ese sudor que ahora fluye en la entraña y la afonía.
No puedo respirar.
Llegan evocaciones como cuervos a los ojos.
pienso en el golpe que me di de niño al bajar las escaleras del infierno,
Y lloré porque no encontré a mis amigos,
pienso en el primer perro que tuve y murió porque yo no sabía que extrañaba
el olor de su amo,
aunque este huela a piedras que mataron a los pájaros de la infancia.
Lo dejé con mi madre por un mes,
mientras yo nadaba por el Caribe,
cuando regresé, movió la cola y esa noche cayó preso de la angustia acumulada,
después de dos días sus pupilas florecieron en mis manos,
como espinas de nopal, después nacieron tunas y me las comí,
la boca me sangró por muchos segundos.
Pienso en la guerra que vivo a diario con los zancudos,
en las ronchas que rasco hasta encontrar otro Universo,
pienso en mis amigos muertos y en los que no murieron,
pienso en todo lo que no se puede pensar y existe,
en lo que no veo,
y en lo que cae.
Pienso en mi nariz cuando sangraba por tanta cocaína,
en mi nariz cuando sangra por la presión alta,
en mi nariz ridícula y deforme,
una raíz de jengibre, un iceberg perdido en el Pacífico, mi nariz,
todo eso es mi nariz.
El taxi sigue por las calles polvorientas del sur poniente,
estamos a punto de llegar, dice el señor,
sí, estamos a punto de llegar, le contesto,
mis pupilas tiemblan como lo hace una gota en la orilla del invierno.
Ha pasado la curva, cinco calles arriba y estaré con ella,
que es óxido de tiempo, un cuchillo que se deja corromper por el agua y el viento.
En la esquina hay un loco haciendo un soliloquio
¿Qué tan diferentes es a mí?
Su lengua tiene el aspecto de mi rostro,
sus ojos son tan rojos como las uñas que me acarician,
sus dioses son los mismos que los míos,
él apesta como apesta toda la gente que odio y amo,
coge con amor y sin amor,
llora y nace y muere a diario,
como todos los que dormimos en el mundo
¿Qué tan diferente es a mí?
Somos tan parecidos que seguramente tiene mi nombre,
y le punzan los pies y se enoja cuando no sabe si es de noche o es de día,
también le duelen las manos de acariciar su sombra,
como nos duele a nosotros.
Aquí bajo,
llego con el silencio del crepúsculo,
el taxi se va,
subo las escaleras,
no quisiera caer de aquí,
no es lo mismo caer al infierno, que, de un edificio de la Ciudad de México,
si caigo de aquí, no me levantaré de buen humor.
Ahora espero,
ella abre la puerta y la veo,
no puedo decir nada, no puedo soñar nada,
me gusta,
la quiero,
soy silencioso,
soy una estatua,
un maniquí,
un golpe ligero de minutos,
la veo y ella que tiene todos los días tristes en su rostro,
me deja entrar a su casa,
y en ese momento en que mis pies cruzan el umbral,
me doy cuenta de que el atardecer
sabe a la soledad de los domingos,
y que los domingos saben a sus labios.
Te dedico
Hoy te dedico todas las canciones de desamor que existen,
las que hablan de momentos felices que se volvieron turbios
y envenenados,
las que cantan con voz desesperada los besos de la primavera
las canciones que se preguntan:
¿Por qué te fuiste en un día de trinos y lluvia que inundaban las calles?
Te dedico las flores que llevan los niños sobre sus espaldas,
las que te compré y las que no te pude dar,
las flores que se van secando en un florero de naturaleza muerta,
las flores que llevan los difuntos en las manos
y se ven tiernas y aún con vida.
Te dedico los poemas de los poetas suicidas
en especial aquel que dice:
Vendrá la muerte y traerá tus ojos
y tal vez venga el día de mañana,
no sé si la muerte o tus ojos,
pero seguramente algo vendrá.
Te dedico todos los versos que escribí
y los que no pude escribir,
ya sea por flojera o por falta de tiempo,
o porque mis manos se encontraban cansadas de tanto aventar
piedras en los charcos, también te los dedico.
Te dedico los timbres postales de las cartas que no te mandé
todas las cartas que están en el cajón y que fueron escritas
a respiración lenta, a suspiros de insomnio y con luz de luna.
Te dedico mis ojos, los labios que te piensan, las uñas que se aferran
a la sombra del fresno,
mis pies que caminan hacia la noche de los sueños de mar,
por último, te doy las arterias de mi corazón
puedes usarla cuando te llegue un soplo,
una taquicardia, un infarto,
o simplemente cuando mueras de amor.
Virado en azul
Ella cumple años y no es nada de su piel ni de sus ojos lo que hace que todos los agostos se vuelvan tristes. Los años también son desnudos y lentos, el azul eléctrico de este nuestro cielo, empieza a gotear, el tren recorre la ciudad mientras los saxofones hablan de amor y de múltiples viudas que se acuestan con las manos en el vientre queriendo morir al besar el cuerpo de Dios.
Ella cumple años, amaneció sin recuerdos, la lluvia es eterna y desde lejos la mirada de los viveros extrañan sus pasos. Amatista luz eléctrico, alguien dirá sentado en su sillón: “en martes los silencios son más frecuentes, las nubes dibujan cuerpos de mujeres desnudas y los alacranes comen a sus hijos cuando no tienen a quien amar”. En este momento, alguien muere fornicando a su perro, mientras miles mueren en la soledad del exilio de sus ojos.
Ella cumple años y su nombre se me ha olvidado, sus besos eran del color de los labios de las muertas, su sonrisa mar devastador sin palabras, aurora suicida, lluvia ácida con miel maple y dos onzas de ron. Estoy tan lejos de la nostalgia, pero es necesario llorar cuando graniza.
Ella vive sin miedo, sin grietas en el alma, sin sueños sombríos y sin fantasmas que la torturen. Ella duerme como un río desembocando en el mar o como las gotas de rocío cuando resbalan por las hojas de los tulipanes. Ella cumple años hoy y yo estoy tan lejos de su aliento que mi corazón azul marino duerme con sueños sombríos, con fantasmas, con grietas y con miedo de arrancarme los ojos como lo hacen las hadas cuando tienen mal de amor.
Mis manos, frágil aire sin poderla tocar, sus manos, luna embalsamada de llanto, de sed y de hambre, queriendo abortar cuando dice adiós con dolor.
Ella de párpados de sirio, devoradora de muertes, pies descalzos en el pavimento mojado, ella inhala el azul de la tormenta, el azul del invierno, el azul del odio, el azul de los años, el azul del mar, el azul de las entrañas, el azul de los ciegos.
Ella cumple años y no es nada de su piel ni de sus ojos lo que hace que todos los agostos se vuelvan azules.