Notas al margen
Me debato entre escribir y no escribir sobre el tema. Es que sencillamente sé que no tengo derecho a hablar sobre esto, que lo que me (nos) corresponde es escuchar, reflexionar, aprender, pero sobre todo, desaprender. Atender el silencio y el vacío que quedó después de la marcha. Sólo las mujeres pueden movilizar al país entero un día y desaparecer al siguiente.
Estuve en San Luis el día #8m. Es una ciudad de la que sólo basta decir que su fiesta más importante está consagrada a la semana santa, a la procesión del silencio, para que sepamos que no es una ciudad cualquiera. Es quizá el bastión del cinturón duro de la Biblia en que se ha convertido el Bajío mexicano: Guanajuato, Zacatecas, Aguascalientes y San Luís Potosí.
Qué lindo fue ver las calles llenas de ellas, ver las calles donde ellas pudieron caminar sin miedo. Esta debe ser la realidad diaria. Una realidad que les pertenezca sólo a ellas. Una realidad ante la que no se puede mantener indiferente. El #8m nos demostraron que no sólo no están solas, sino que están unidas codo a codo y están organizadas. Son una fuerza de la naturaleza capaz de arrasar con todo lo que se ponga enfrente. Para llorar de la emoción.
No quise estar cerca, así que me fui a meter al comedor de una plaza comercial y desde ahí, seguí todo a través de las redes. Vi a las mujeres en San Luis, en Zacatecas, en Aguascalientes, en CDMX, en Chile, en Argentina, en Alemania, salir unidas y con una demanda clara: dejen de matarnos. En todas las ciudades pudimos ver a mujeres valientes gritar sin miedo. Ningún hombre debe atreverse a retar a estas mujeres que nunca más se quedarán calladas. Se va a caer.
De fondo, ver los comentarios de hombres en los videos que circulaban era una muestra clara de que el machismo no sólo es infame, sino que es soberbio. Si no arrastramos los nudillos es porque la evolución no camina hacia atrás. Aún en este contexto, miles de hombres salieron a insultar, ofender, en suma, a hacer alarde de su estulticia y su onanismo. Ahora quieren organizar un día sin hombres “nomás para que vean qué se siente”. ¿Qué se siente? Un día sin hombres en este país –en todos– sería un día de fiesta, un día sin una sola y aquí sí, sin uno solo, asesinado.
Desfilan estadísticas, números, cifras vacías: nosotros morimos más. Ver a los hombres recurrir a notas de un año atrás, dos años atrás, sólo para demostrar que “ellas también matan” no nada más es pobre, es barato, gratuito y sí, otra vez, es idiota. La muerte por sí misma no dice nada. Los por qués, los quiénes y los cómos son la verdadera estadística.
Soy una persona muy activa en redes y todo este tiempo me mantuve al margen. Me mantuve atento. Quise leerlas. ¿Qué ocurrió? Que nuevamente fueron los hombres los que salimos a decir siempre, a opinar siempre. Ni en estos temas somos capaces de cerrar la boca. El machismo mismo nos ha hecho pensar que nosotros no únicamente tenemos la primera palabra, sino también la última. Bueno, en este tema, está claro que nosotros no tenemos derecho a decir nada.
Sí, este texto puede ser una contradicción a esto último. No lo es. Lo que quiero decir simplemente, y se lo digo a los hombres, a mis (nuestros) hombres, es: no se va a caer, lo van a tumbar y debemos sentirnos afortunados de ser testigo de lo que estas valientes mujeres están haciendo.