Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Miguel Pérez: 4 Poemas

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Por Miguel Pérez

16 diciembre 2020

 

DE LA BOCA DEL SILENCIO

salta una garza

la laguna queda

debajo de mis ojos

 

mi caballo relincha

hago de alcaraván

a orilla del paso

 

este es el paso real de Arauca

en el aprendimos a cantar

toda una eternidad

 

más abajo del río

está la casa

ENTRE UNA LUNA Y OTRA LUNA

 

La luna que vimos

alzar su semblante

por encima de la casa

trajo una carta de aquella nostalgia

que le vimos a mi madre

quemar el cielo de sus ojos

en los árboles un caballo se sacudía el peso del amo

que ahora es polvo

polvo enamorado

polvo de muerte

polvo de errancia

polvo de ventana vieja

polvo de vastedad

pero todo esto es mi modo aludir a la luna

el semblante de la luna

una carta ya vieja y una mujer

¡esta es la esquina del sol!

la otra orilla del sueño la ocupa esa otra voz que tan bien conozco

y la oscuridad se desnuda y me dicta

—yo no lo niego

ahí viene la vida con su trasnocho encima

y aun así no podrá gustar menos o doler más

pero por aquí el mundo se acaba

deja de ser el mundo

cada vez que un caballo angustiado

se sacude el peso del amo

 

y si esto ocurre

es porque el dueño le avisó

que le tocó la hora de volverse ausencia

cuando ni dios no lo sabía

 

la muerte no es más triste que la mala hora del amor

en ambos casos uno queda sin ojos pero respira en el segundo

 

la soledad no amella el ánimo

ya tú eres polvo y terrón de la soledad

rodeado de llano por todas partes

tú ves el cielo y el cielo te ve de igual a igual

y así nos tranzamos ni él quiere bajar ni yo subir

nada tengo que buscar allá

ni nada tiene que ofrecer de lo que aquí tengo

y me dio a leer un papel dobladito

muy bien doblado que hasta una cajita de fósforo

podía sentir celos

¡caballo de oro del llano ciego!

Le dije a mi mujer muérete conmigo

Y me dijo muérase Ud.sólo

Bocapure es una estación de garzas blancas

y un rebaño de corocoras rojas

las orillas son palabras mayores

porque corresponden a la antesala más próximo del morir

Pero el Orinoco es un riesgo de navegar hasta las estrellas

y entusiasmarse con el más allá

en cambio la palma sola es el retrato más fiel

del sitio donde todos murieron

pero ella sigue allí soplando el silencio

y moviendo como a un pesado barco

la monotonía de la tierra empeñada en seguir estirándose

como un cuero seco por los cuatro vientos

—¡Epa destino es contigo!

Muérete conmigo donde murió mi madre

Hoy no. Mañana cuando la luna

deje de asomarse en el patio de la casa

y el sueño no entregue la mirada de la vigilia

Llano ciego, caballo de oro, polvo cósmico

soledad y tierra de polvo y terrón

con sus ríos muertos de sed

y su luna de enero más íngrima que los muertos

esta es la esquina de mi gallo giro

con la espuela en el pico y el pico en la espuela

Antonio Aguilar comenzó a sonar desde temprano

Sólo tú mujer puedes comprender este dolor

 

 

¿QUÉ HACEMOS?

hay nuevas flores

 

a pesar del verano

las aves vuelan

hasta ese lugar de antes

Muchos árboles no están

Tampoco nosotros, ni la puerta negra del corral. Ni la casa

 

Apenas un rastro enfermo donde la soledad nos apretó la soga

 

 

HE VISTO ESA IMAGEN de mi abuela en otro sitio

ese arco de su espalda es el mismo del santo cristo de mi tierra

su mirada vacía, en tinieblas

 

posesionada del suelo lo confirma

 

¿Cuál es la cruz que lleva mi abuela sobre sus hombros?

 

 

A SUS CIENTO TRES AÑOS mi abuela pasa el día sentada en el chinchorro

 

El cuerpo doblado apoyado sobre el bastón

Le cuesta mucho recoger del suelo la sombra de la mirada

Cuando la levanta, es porque uno se le acerca a entregarle parabienes

Dice que no se acuerda de nada

Habla desde lo blanco de la memoria

Presiento que la tantea así como su mano rastrea parte de nuestro cuerpo

y se queda en el silencio de una sonrisa

no abierta del todo, repartiendo bendiciones

Habla y habla confunde a los presentes con los ausentes

Pero últimamente se ha vuelto económica,

Habla poco

y al conversar con Dios sólo le pide larga vida para su hija

 

Mi madre me ve y lo arregla todo

—Cada palabra le duele y por eso mide bien lo que dice. Es todo

 

No séqué pasará cuando se ausente

Esta semana santa la tuve entre mis brazos y le dije soy yo, tu nieto

a mis espaldas me negó y delante de mi hijo sentenció muy firme

—Miguel se olvidó de nosotras

 

No encuentro cómo mermar la soledad que las rodea

Escucho a mi tío

clamar, con voz de los cuatro horizontes,

a todas las animas benditas

que sigan de pie como la casa

En este instante, apenas lo entreveo

 

El poema no me ayuda mucho

y se va de advertencia

 

Cuando muera una de ellas

la otra lo haría pocos días después

 

yo no vuelvo a pisar a este pueblo

ni esta casa podrá sostenerse

sin los dos horcones

que son las ausentes

 

de hecho, la casa ha venido envejeciendo

en razón del envejecimiento de mi abuela

 

Miguel Pérez (Achaguas, estado Apure, Venezuela, 1962). Poeta, columnista de prensa y editor. Cofundador del grupo y revista Cimarrón (1991) y del Círculo de Escritores del estado Cojedes (1993). Coordinador de Literatura del Instituto de Cultura del estado Cojedes (ICECC), entre 1993 al 2000. Y posteriormente presidente de esta Institución (2002-2008). Del 2013 (noviembre 3) al 2014 (septiembre 28), dirigió “½ Día del Domingo”, suplemento cultural del diario Ciudad Cojedes, simultáneamente con la conducción de la página dominical del diario Las Noticias de Cojedes, “El llano es una palabra” (2013- 2014). Actualmente dedicado a la investigación cultural y al ridículo arte de componer poesía a tiempo completo. Una vez frente al paso (todas las veces) hacia el anochecer (2008), es su último poemario publicado.