Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Literatura y Box: un amoroso combate

Por Ulises Paniagua

Febrero 2024

Imagen: IA

 

Julio Cortázar comentó alguna vez, para resaltar la diferencia entre dos grandes géneros literarios: “La novela gana siempre por puntos, mientras que el cuento debe ganar por knock-out”. Una frase citada en múltiples talleres literarios gracias a su precisión metafórica. Al respecto, hace poco este humilde escritor anotaba que si el cuento gana por knock-out, entonces una buena minificción es el knock-out mismo. Al estilo del Mike Tyson de los mejores tiempos, una minificción debe derrumbar al lector en los tres primeros segundos del primer asalto.

Boxeo y literatura. Una relación simbiótica y eficiente que sirve para hablar del mundo, de los libros y de la vida en general. Muchos han sido los autores, incluso las autoras, que frecuentaban este deporte como espectadores (aunque también lo hacían a través de sus letras). Por ejemplo, si nos remontamos al inicio de la civilización occidental tenemos que referirnos a Homero. El poeta griego narra el combate entre Eurialo y Epeo (el creador del caballo de Troya). Dicho evento se describe en el canto XXIII de la Ilíada: “con guantes pendencieros que ahora cierran ferozmente (…) sus rostros resquebrajados suenan con los golpes”. Hay que recordar que los griegos introdujeron el pugilismo (pygme o pygmachia) en los Juegos Olímpicos de la antigüedad. Entrenaban golpeando un saco llamado korykos, y se cubrían las manos con tiras de cuero de nombre himantes.

El box se hace presente dentro y fuera de las páginas. De lo ocurrido siglos adelante, se rumora que Lord Byron y John Keats subían al ring para ser parte del espectáculo. Byron, según se cuenta, enfrentó incluso al Campeón de pesos pesados, John Jackson… En cuanto a la relación boxeo-literatura, Albert Camus, Richard Wright, D. H. Lawrence, Vladimir Nabokov, Robert Graves y Dashiell Hammett son otros nombres que deben agregarse a esta lista. Jack London, a su vez, se refiere también al pugilismo en su cuento Un buen bistec… Por otra parte, en cuanto a las mujeres que abordaron el género, se encuentran los ensayos de Carol Oates, y la afición de Katherine Dunn a este deporte.

Al respecto uno de los autores contemporáneos es, desde luego, el ya mencionado Julio Cortázar. El gran Cronopio aseguró haber asistido a las peleas de Luna Park con un libro bajo el brazo. Muchos años antes, uno de los primeros recuerdos del autor argentino se remonta a 1923 cuando, siendo niño, en el patio de su casa de Banfield escuchó el espectacular combate entre Luis Ángel Firpo, el Toro Salvaje de las Pampas, y el mítico Jack Dempsey. Escribió una crónica sobre esa pelea a la que catalogó como “uno de los acontecimientos más extraordinarios de este siglo”. Era tal la cercanía del creador de Rayuela al box que tituló Último round a uno de sus libros de minificciones y escribió dos cuentos al respecto: Torito, y La noche de Mantequilla (que describía la pelea, en París de 1974, entre el “Mantequilla” Nápoles y Carlos Monzón).

En México, sin duda la figura literaria más emparentada a tal espectáculo debe ser Luis Spota. Novelista, también dedicado al periodismo profesional, este infatigable escritor fue fundador del Consejo Mundial de Box, y director del mismo entre 1963 y 1968. Un dato curioso demuestra que (quizá por lo mucho que sabía, y no sólo sobre lo deportivo) Spota nunca escribió literatura sobre el tema. Otro referente en nuestro país del boxeo en la literatura es Ricardo Garibay, quien se dio a la tarea de escribir Las glorias del púas, relatos que corresponden a las memorias del boxeador mexicano Rubén “el púas” Olivares. El libro, publicado en 1978, tuvo tanto éxito que Roberto G. Rivera le compró los derechos en1985 para filmar una película con el mismo nombre. Una cinta que resultó un éxito total en taquilla.

            En Estados Unidos, Norman Mailer es, seguramente el escritor más reconocido en la materia. Asiduo a peleas de box, escribió crónicas periodísticas que alcanzaron el nivel de relatos. El más famoso es El combate, que aparece en su libro América, y que constituye una narración extraordinaria del épico encuentro, en Kinasaha, entre Muhammad Alí y George Foreman. Mailer veía este deporte como lo que es en realidad, un ejercicio que implica a su vez una gran inteligencia: “Es como un juego de ajedrez, en donde hay que resolver problemas, pero sin tiempo alguno para pensar, hay que actuar”. Hoy, la neurociencia le daría la razón.

Para cerrar la lista de nombres literarios no puede faltar, desde luego, el magnífico cuentista y novelista norteamericano Ernest Hemingway. De él, se comenta que solía comparar su obra con la de otros escritores como si se hallara sobre un encordado. Una de sus frases célebres expresa: “Yo a Chéjov le gano en puntos por fallo unánime”. También fue conocido por enfrentarse a sparrings en auténticos duelos sobre el ring. Una vez se enfrentó al Ezra Pound, bajo el cronometraje de Fitzgerald, quien solía secundarlo en esta diversión o locura -según se vea-. A Hemingway se le criticaba, por otra parte, porque elegía sparrings de mucho menor estatura que él. Se le acusaba, además de blofear. Decía haberse enfrentado alguna vez con Joe Louis, sin que nadie pudiera atestiguar este hecho. Medio mitómano y bravucón, como dice un diálogo de la película No mires arriba, “era un hombre de otra época”.

Como respuesta a esta pasión del novelista norteamericano existen ciertos ejercicios que bien podríamos considerar intertextuales, que aparecen en libros de otros famosos. Hemingway aparece en Medianoche en París, película dirigida por Woody Allen; pero lo hace también en una cita dentro de sus memorias. Woody Allen comenta: “Ya mencioné que estuve en Europa (…) Estuve en Europa hace muchos años con Ernest Hemingway. Hemingway acababa de escribir su primera novela, y Gertrude Stein y yo la leímos, y nosotros le dijimos que era una buena novela, pero no la gran novela, y que necesitaba algo de trabajo para convertirse en un muy buen libro. Y nos reímos al respecto. Hemingway me dio un puñetazo en la boca…”.

Charles Bukovsky, por su parte, vuelve a Hemingway un personaje de sus cuentos, influido por la frase del escritor norteamericano con respecto a Chéjov. “Si Hemingway venció a Chejov por puntos, entonces yo lo venzo a él”. Eso parece decir la creación de este relato. Bukovsky escribe en Clase:

“No estoy muy seguro del lugar. Algún sitio al Noroeste de California. Hemingway acababa de terminar una novela, había llegado de Europa o de no sé dónde, y ahora estaba en el ring pegándose con un tipo. Había periodistas, críticos, escritores -bueno, toda esa tribu- y también algunas jóvenes damas sentadas entre las filas de butacas. Me senté en la última fila. La mayor parte de la gente no estaba mirando a Hem. Sólo hablaban entre sí y se reían (…) El sol estaba alto. Era a primera hora de la tarde. Yo observaba a Ernie. Tenía atrapado a su hombre, y estaba jugando con él. Se le cruzaba, bailaba, le daba vueltas, lo mareaba. Entonces lo tumbó. La gente miró. Su oponente logró levantarse al contar ocho. Hem se le acercó, se paró delante de él, escupió su protector bucal, soltó una carcajada, y volteó a su oponente de un puñetazo. Era como un asesinato. Ernie se fue hacia su rincón, se sentó. Inclinó la cabeza hacia atrás y alguien vertió agua sobre su boca.”

Bukovsky y Hemingway se calzan los guantes, se enfrentan a la vista del público de una manera extraña:

“Yo me levanté de mi asiento y bajé caminando despacio por el pasillo central. Llegué al ring, extendí la mano y le di unos golpecitos a Hemingway en el hombro.

-¿Señor Hemingway?

-¿Sí, qué pasa?

-Me gustaría cruzar los guantes con usted.

-¿Tienes alguna experiencia en boxeo?

-No.

-Vete y vuelve cuando hayas aprendido algo.

-Mire, estoy aquí para romperle el culo.

Ernie se rió estrepitosamente. Le dijo al tipo que estaba en el rincón:

-Ponle al chico unos calzones y unos guantes.

El tipo saltó fuera del ring y yo lo seguí hasta los vestuarios.

-¿Estás loco, chico? -me preguntó.

-No sé. Creo que no.

-Toma. Pruébate estos calzones.

-Bueno.

-Oh, oh… Son demasiado grandes.

-A la mierda. Están bien.

-Bueno, deja que te vende las manos.

-Nada de vendas.

-¿Nada de vendas?

-Nada de vendas.

-¿Y qué tal un protector para la boca?

-Nada de protectores.

-¿Y vas a pelear en zapatos?

-Voy a pelear en zapatos.

Encendí un puro y salimos afuera. Bajé tranquilamente hacia el ring fumando mi puro. Hemingway volvió a subir al ring y ellos le colocaron los guantes…”

Se trata de un cuento “blofero” de Bukovsky así que, como imaginarán, quien vence es el propio Bukovsky. No es de sorprender, pues se trata de un ejercicio literario en medio de cierta intertextualidad que emula a su ídolo y rival de letras…

En sentido contrario han existido boxeadores que, de un modo u otro, se han acercado al mundo de la literatura. Uno de ellos es posiblemente el boxeador más grande de todos los tiempos, Cassius Clay, quien, bajo una decisión individual, pero con conciencia racial, decidió mudarse a la religión musulmana para ser bautizado como Muhammad Alí. Este gran boxeador de peso completo, también fue poeta a ratos. Uno de sus textos constituye uno de los estandartes de la lucha afro de los años sesenta y setenta en Norteamérica: “Soy América. Soy la parte que ustedes no reconocen, pero acostúmbrense a mí. Soy negro, seguro de mí mismo. Engreído, Ali es mi nombre, no el de ustedes; mi religión, no la de ustedes”. El rap le debe mucho a esta figura.

Otro gran personaje que se acercó a los libros fue Mike Tyson, peleador que publicó la novela La verdad indiscutida, donde hace revelaciones bien interesantes, pero quien, en adición posee un hermoso video en youtube, donde lo vemos en medio del atardecer de una playa solitaria. Allí Tyson recita (y lo hace muy bien) un fragmento del célebre poema de Oscar Wilde, La balada de la cárcel de Reading, una vez que quedó libre tras purgar una condena. Una joya que no se deben perder.

Para cerrar el artículo, dejaré que hable la poesía con este inicio de un excelente texto del autor andaluz Antonio Miguel Reyes: “Comienza el Primero asalto / un asalto de tanteo, / sin golpes solo meneo / púgiles de salto en salto. / Segundo sin sobresalto / copioso estudio al rival, / el tercero no está mal / aquí empieza la pelea / son mil golpes en marea / terminando este fatal…”.

Que tengan, en su vida, los más felices asaltos al ponerse los guantes para escribir. Y recuerden que, tal como dijo Alí: hay que “flotar como una mariposa, para picar como una abeja.”

 

Ulises Paniagua (México, 1976)

Narrador, poeta y dramaturgo. Ganador del Concurso Internacional de Cuento de la Fundación Gabriel García Márquez, en Colombia (2019). Fue entrevistado por Silvia Lemus, en el año 2020, en el programa “Tratos y retratos” de Canal 22. Incluido en la antología internacional de carácter bilingüe “Puente y Precipicio”, publicada en Rusia, dentro de la celebración de la Bienal de Poesía de Moscú, bajo la selección de Natalia Azarova y Dmitriy Kuzmin (2019). Es autor de dos novelas, siete libros de cuentos y cuatro poemariosHa sido divulgado en antologías, revistas y diarios nacionales e internacionales, incluyendo NocturnarioEl búho, Círculo de poesía, Nexos, Siempre!, Blanco Móvil, Punto en línea, El Sol de México, Ígitur, Letralia, Nueva York Poetry, Altazor, Algarabía y Jus. Es publicado de forma habitual en Revista Anestesia, a través de su columna “Los textos del náufrago”. Es también editor de contenidos, en dicha revista. Es parte del catálogo de autores del INBAL. También es director del Festival Universitario de Literatura y Arte, Creador y director del Coloquio Internacional de Poesía y Filosofía (respaldado por el Fondo de Cultura Económica), y coordinador de publicaciones de la revista Blanco Móvil, en su sección de narrativa. Publicado en la Academia Uruguaya de Letras, en España, Italia, Perú y Venezuela, su obra ha sido traducida al inglés, ruso, griego, serbio, checo e italiano.