Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Las autoras y sus luces: horizontalidad y diversidad

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Por Ethel Krauze

16 Diciembre 2020

 

Largo ha sido el camino, pero ha valido la pena para llegar acá.

Desde La Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, Sor Juana se proclama escritora en una irrefutable defensa de su derecho a serlo inaugurando la era moderna. En su obra paradigmática, El cuarto propio, Virginia Woolf, inaugura el siglo XX visibilizando a las escritoras inglesas que la preceden, en defensa de la legitimidad de la literatura escrita por mujeres en el concierto del mundo.

En nuestro país, el primer número de “Rueca”, una primera revista mexicana hecha por mujeres universitarias aparece en el otoño de 1941 con un cuadro editorial integrado por Carmen Toscano, María Ramona Rey, Pina Juárez Frausto, Ernestina de Champourcín, Emma Sánchez Montealvo y Emma Saro. Pronto se añadieron María del Carmen Millán y Laura Elena Alemán. Hacia el número 17 se integraron Margarita Mendoza López y Margarita Paz Paredes. Los números 18 y 19, salieron de manos de Martha Medrano, Helena Berinstáin y Lucero Lozano.

Esta revista nació “porque todo lo hacían los hombres”, según palabras de la propia Carmen Toscano. Sin embargo, en ese momento, ya había un grupo de mujeres que lograron alcanzar las aulas universitarias y que empezaban a escribir poesía, ensayo, prosa, teatro, altamente capacitadas como sus colegas varones, pero ellas no aparecían en el panorama editorial, y sentían que tenían mucho por decir, por hacer, por compartir. Lograron 20 números, históricos.

En 1961, “El Rehilete”, publicación, también trimestral editada durante su primera época sólo por mujeres, bajo la dirección de Beatriz Espejo, tuvo la colaboración de Margarita Peña, Carmen Rosenzweig y muchas más. Las jóvenes de entonces toman la estafeta, y es muy esclarecedora la anécdota que la propia Beatriz le contara años después a Elena Urrutia, quien la expone en uno de sus ensayos sobre literatura escrita por mujeres:

“Cuando me disponía a sacar “El Rehilete”, me pareció oportuno entrevistarme con María del Carmen Millán, que había estado entre las primeras editoras de Rueca, porque se trataba de una idea semejante a la mía, una revista literaria con editorialistas mujeres. María del Carmen me recibió amable, escuchó con su impaciencia y eficacia características, y me aconsejó que dejara las cosas en paz pues el proyecto no duraría arriba de dos números, dijo. Añadió que ellas se habían cansado del tremendo esfuerzo que les presentó la edición y se la pasaron a un segundo grupo nada obstinado. Desertaron al poco tiempo. La escuché con el debido respeto a una maestra y caminando meditabunda el pasillo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, al salir hacia el estacionamiento, ocurrió una especie de milagro. Encontré a Helena Beristáin, parte de segundo grupo de “Rueca”, quien me saludó muy afable, ella me aconsejó justamente lo contrario. “Cumpla sus sueños. Las jóvenes necesitan experimentar y las revistas son como laboratorios donde pueden foguearse”. La propia Espejo se dedicaría a estudiar a sus antecesoras, al igual que, en sus campos, lo hicieran Rosario Castellanos, Elena Poniatowska, Margo Glantz, y muchas otras académicas y periodistas. Siguiendo esta línea, en la primera década del siglo XXI, la propia Beatriz me invitaría a diseñar y prologar cuatro antologías de cuento exclusivamente de autoras mexicanas: Atrapadas en la casa, Atrapadas en la cama, Atrapadas en la madre, Mujeres engañadas, que debió llamarse atrapadas en la trampa, creo yo. A la par del Modelo “Mujer: escribir cambia tu vida” que inicié en Morelos en 2007 y que ha logrado a la fecha más de 10 mil manuscritos antologados en 37 volúmenes.

Qué decir del prolijo recuento y análisis de libros fundamentales como El cielo completo, de Sara Sefchovich, en el que rescata a numerosas autoras mexicanas. Más recientemente se han sumado plataformas digitales extraordinarias que no sólo difunden sino enlazan y crean nuevos mecanismos de creación colectiva, como el trabajo de Adriana Pacheco, desde la Universidad de Austin, en Hablemos escritoras y sus podcasts, o el novísimo Mapa de escritoras mexicanas contemporáneas en Google maps, con reseñas de casi 500 autoras a todo lo largo y ancho del país, iniciativa de una muy joven poeta, Esther García. En este mismo año, 2020, se ha sumado la colección Vindictas, de publicaciones de la UNAM, reeditando autoras injustamente marginadas, y también los 4 volúmenes de A golpe de linterna, de Liliana Pedroza, con cuentos de 100 escritoras mexicanas contemporáneas, así como la poeta y editora Nadia Contreras con sus espacios digitales de Bitácora de vuelos con mujeres poetas.

Estos testimonios de la necesidad de las mujeres por reunirse, integrarse, encontrar identidad, comunidad, y plataformas de exposición, conversación entre sí, y hacia un público amplio y abierto van siendo el puente para lo que este año hemos tenido en la primera Feria Nacional de Escritoras Mexicanas.

Con los ojos bien abiertos y un corazón enorme y la valentía por delante, nace el proyecto Escritoras Mexicanas MX, un proyecto cultural independiente, cuyo objetivo es promover la literatura escrita por mujeres de todas las edades, trayectorias, regiones del país, y de otras latitudes, en diversos estilos y temas. Cristina Liceaga, su fundadora, y todos los colectivos de autoras que se suman en grupo o de forma individual, han puesto en la mesa de un año tenebroso, esta magnífica ventana para continuar y redoblar el impulso original. Las organizadoras de esta primera feria, que llega para quedarse y expandirse fueron: Paty Bermúdez, Carla Cejudo, Julia Cuéllar, Elsa D Solórzano, Kiara Fernández, Jazmín García, Cristina Liceaga, Mayahuel Zárate, Fanny Morán, Camelia Rosío, Magdalena Pérez, Alejandra R. Montelongo, Marú San Martín, Perla Santos, Guadalupe Vera y Marisol Vera). Con tres antologías de cuento, presentaciones en ferias del libro, una plataforma digital y nuevos proyectos de cursos, talleres, clubes de lectura, en tres años, Escritoras MX ha sabido continuar y agrandar el camino.

La gran lección del este inverosímil 2020, en el terreno de la literatura mexicana, es que las autoras no necesitamos esperar a que nos inviten quienes han estado acostumbrados a hacer solos las cosas. El mundo también es nuestro espacio, nuestra casa. Y no necesitamos dar explicaciones para habitarlo.

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