Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

La reflexión de polvo

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La reflexión de polvo

Por: José Antonio Lugo

16 Junio 2019

“La principal razón de la mala literatura, especialmente del escritor joven, es que se dice a sí mismo: ‘estoy pensando en algo, estoy sintiendo algo, me estoy diciendo algo, por lo tanto, estamos listos para escribir un libro’. Pero ¿piensa, siente, se dice realmente algo o lo que surge de su mente no es sino una reflexión de polvo, de algo que ha oído, que le han dicho que cree sentir o que piensa creer? Estamos a años de la realidad. El primer deber del escritor es la atención, una gran atención a lo que siente, para no equivocarse, para no confundirse a sí mismo. En los escritos del taoísmo, que parece haber llegado más lejos que otros en el sentido de la realidad, hay una especie de proverbio: “Gobernar un gran imperio es lo mismo que freír un pescado pequeño”. Los dos demandan una atención:  escribir un gran libro es como cocinar un plato de pescado o un plato de verduras. Los dos demandan una atención total, un cuidado atento por parte del que lo lleva a cabo. Diría lo mismo de un gran libro. Escribir un gran libro es como cocinar, es colocar toda la atención, toda la voluntad de la que se es capaz, en una sola acción. La atención es una calidad muy poco frecuente. Cuando uno lee trabajos de psicología oriental -que ha logrado llegar muy lejos en el estudio de la relación de un hombre consigo mismo-  la primera virtud aconsejada es la vidya, la atención, estar atento a lo que se hace,  a los movimientos de los músculos de la mirada, ver exactamente lo que ocurre dentro y fuera de uno mismo”.

Hasta aquí la cita de quien Fernando Solana Olivares bautizó como “Nuestra señora de las letras: Notre Dame des lettres”. Nacida el 8 de junio de 1903, escribió cuatro grandes obras maestras: Memorias de Adriano, Opus Nigrum, Un hombre oscuro y La voz de las cosas. Fue la primera mujer aceptada en la hasta entonces misógina Academia Francesa, fundada por Richelieu hace más de 300 años. Gran novelista, gran artista, fue, además y sobre todo, una mujer sabia. Su sabiduría lo inundaba todo: parecía conocer los secretos más ocultos de la existencia. A esa sabiduría de la vida se suma su reflexión intelectual sobre la literatura y el arte, que tiene un enorme valor, como han podido apreciar en la cita anterior.

En estos tiempos del whats app, es muy posible que los jóvenes artistas, los jóvenes escritores, le dediquen más tiempo a regodearse en la seductora sensación de que “son escritores, son artistas”, que el que le dedican a escribir sus cuentos, su novela, a pintar su cuadro, a ensayar con el instrumento… La prisa es falta de atención; la falta de atención conduce al lugar común, al esfuerzo vano, a conquistas minúsculas de corto aliento.

Por todo lo anterior, lectores de Anestesia: concéntrensen. Dediquen unos cuantos minutos a escribir sin dejarse distraer por el celular ni por nada. Como si fuera una sesión de meditación. Manténganse concentrados sólo en su trabajo creativo, aunque sea 5 minutos. Al día siguiente serán diez, luego media hora y así sucesivamente. Una hora de escritura diaria con absoluta atención les permitirá, si lo hacen durante un periodo largo, freír un pescado, gobernar un imperio o escribir un gran libro. Ya conocen la receta. Espero que no se hayan distraído al leer estas líneas. Buena suerte.

En una entrevista de 27 minutos a Marguerite Yourcenar, que invito a los lectores de Anestesia a verla –abajo verán el enlace-, la gran escritora en lengua francesa afirma:

 

https://www.youtube.com/watch?v=M-FCiwuVndk

 

P.D. Sirvan estas líneas para celebrar el cumpleaños de Marguerite Yourcenar, que nació el 8 de junio de 1903. Si no la han leído, más de 50 libros os esperan. A mí, la lectura de esos libros me cambió la vida.