Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Ladera Este / Samuel Ronzón

LADERA ESTE

Por Samuel Ronzón

Abril 2024

 

1

Mis zapatos siempre se gastan de un lado, y por eso los reconozco. No me gusta hablar de ellos. Son talla seis, aunque algunos, muy pocos, medio número menos. Recuerdo los de mi padre, los bostoniano negros, o los de piel de tiburón. Seguro que mi madre los regaló cuando él se murió.

En estos días, en mi armario esperan más de siete pares; pero en realidad, utilizo uno, el más cómodo. En cambio, los de mi hermano son fuertes y en buen estado. Los últimos que usé los tiré a la basura, después de haberme tirado en el pasillo de la estación División del Norte del metro, cuando por ir viendo los mensajes en el celular, pisé una mancha de agua.

Respondí de la misma forma que mi abuela. Una vez al bajar la escalera de la casa, se resbaló y no dejaba de culparlos. Con mis amigos nunca platicamos de ropa y mucho menos de zapatos rotos. No les interesa hablar de los pequeños ruidos a cada paso.

Yo nunca pensé usar unos tan común y corrientes. He tenido zapatos fabricados en España que a la distancia se ven finos, regalo de un cumpleaños y que resultaron de oferta en la tienda. Sin duda, tengo derecho a llevarlos en buen estado.

Cuenta mi madre que a mi hermana se le empezaron a deformar las piernas. Eran tan delgadas como un popote, y tuvo que usar botas, pero no soportaba las burlas de sus compañeras de escuela. La niñez de los recuerdos no se olvida. Lo que le llamó la atención a mi madre es que un día al regresar de la escuela se quitó las botas y las lanzó a la parte alta de su armario. Jamás encontraron el otro par y sus clases de danza iniciaron.

 

 

 

2

Conocí a Maribel Guardia y conozco a la otra Maribel. La primera estaba sentada en un lugar preferente en un enorme auditorio. Todos la mirábamos, incluso a los que no la miraban, les deslumbraba su belleza.

Me tocó llevarla ante la maestra de meditación y presentarla. Le sonrió y pasó por su cuerpo un plumero con plumas de alas de pavo real.  En ese entonces, quizás las plumas no absorbieron todas las energías negativas, ni la protegieron bien, aunque le hayan traído la buena suerte momentánea.

La otra Maribel, Mara Urbina canaliza a los llamados seres de luz. Por ellos, supe del fin de un ciclo de siete vidas y del propósito de admirar lo bello en esta. Que fui una monja portuguesa contra la iglesia; una mujer francesa violentada y obligada a quemar sus diarios para no deshonrar a mis hijas. Que morí por inanición en Pakistán a los dieciséis años y en India, le rompí los huesos a mis hijas para luego curarlas; y que mis hermanos eran mis vecinos en la anterior vida.