
Enero 2025
LADERA ESTE
por Samuel Ronzón
He visto la muerte sobreexpuesta y a gatas girar en torno a mi madre, a una distancia focal y distante. Muy cerca y muy lejos. Su cuerpo es una isla desierta que va rumbo a la nada. No se lo menciono a nadie. La conmoción de verla respirar o sin respirar, se queda conmigo.
Hay algo de fuego en lo que su alma escribe. Aunque aúlle y me mutile, la historia no es (lamento decirles) lo que cuento. No podría estar molesto con lo que sucede. Hay poemas que envejecen y mueren solos, con una promesa que no puede cumplirse.
Aunque llenara de palabras el espacio vacío, no lograría decir lo que quiero decir, cuando la luz titubea en la ventana, cuando truenan los muebles por su cuenta, cuando el niño comido por las hormigas se abraza a los brazos de su madre.
Caerse a los noventa y tres años, rompiéndose la cabeza del fémur, rompiéndose cúbito y radio del brazo izquierdo, aguantar una operación de más de cuatro horas, no cualquiera. A sus hijos los ve rezando de rodillas, al detenerse el oleaje nocturno.
Pasado y futuro se reducen a un latido ciego. La única referencia para saber que avanza es ver luces al fondo que no son luces; es tener fe por el mañana. Mientras duerme regresa al pozo de su infancia, donde desatan los pájaros su algarabía.
No es fácil nombrar lo que uno siente. Es como si urgiera la mañana de un nuevo año. Madre creyó que se estaba despidiendo; pero sin duda, quiere llegar al día de su cumpleaños. Una vez más está viva, pienso al prepararle la cena.
La muerte no podrá quitarme este momento en que despacio va comiendo el pan tostado con jamón, untado con queso crema Philadelphia. Lo sé. Estar postrada en una cama es el tiempo de la meditación, si bien la fruta más dulce se hace amarga en la boca.
Leo que entre la noche y el día hay un territorio indeciso, donde la página se oscurece, donde la realidad se aleja, donde las palabras con peso, sabor y olor, son tu espejo; donde uno no está ni despierto ni dormido.
Dice mi nombre y me sonríe, victoriosa y anciana. Mi hijo repite, es poeta; desde siempre ha sido diferente a sus hermanos, pero no me gusta que escriba solo cosas tristes. Todos guardan silencio. Es un día para estar en otro sitio.
Mañana a estas horas será año nuevo; y espero que esta nube negra deje de rondar en su cama. Ciertamente, he aprendido que un río sin agua también puede llegar a desbordarse; y quizás ahora sí llegue a conocer al hijo que merece.
Feliz 2025.
