Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

La Flor de Valencia

Por Samuel Ronzón

Mayo 2022

 

 

 

Lo interesante en una cantina son las confidencias que salen de lenguas ásperas, ver las palabras que mueven escandalosamente su cola, ayudar al vecino que se cae de la silla, mientras uno pide un caldo de camarón que no sea picante. Yo aquí recuerdo la historia que un amigo contó en La Flor de Valencia. Si bien no tiene un tratamiento poético, sino es solo una descripción no definida, no puedo dejarla que se preserve entre las sombras. Ya decían los latinos, espera lo mismo del poeta más excelso y del más insignificante.

Me gusta cuando alguien dice: por favor, no se lo cuentes a nadie, pero te lo voy a confesar a ti… Incluso en la familia se escuchan sentencias como: te prohíbo que vayas a escribir sobre temas familiares. ¿A quién le interesa saber que tu madre desde hace veinte años no convive con su único hermano? Nadie conoce mejor su casa que un escritor, aunque todo parezca un río casi seco. Además, lo escribo porque mis amigos más muertos que yo, no se contentan sea solamente el que oye, en la amplitud del silencio.

La anécdota puede ser monótona: un hombre, amante de las letras, desde su posición en una oficina de gobierno, decide ayudar a su amigo que estaba ahogado en deudas, contratándole como corrector de estilo. Viéndole, nadie podría imaginar que llegaría a ser pieza importante en el mundo cultural de la ciudad de México. Todo iba bien hasta que llegó la fiesta que se organizó por las fiestas decembrinas. Conocida su debilidad por el vino, por supuesto que le leyó la cartilla. Sin embargo, esa tarde noche no se le olvida.

Como él tuvo que regresar a su oficina, le llegó la queja de su jefe y tuvo que bajar a encararlo. Su amigo apenas podía permanecer de pie. Ya había insultado a la esposa de su jefe, tocándole el pecho, ya había despotricado contra algunos compañeros. Recuerda haberle ayudado a no caerse en la escalera, haberle esperado frente al baño, temiendo que al salir se lanzara por el balcón, escuchar un fuerte golpe, ver la taza del baño en el piso, exigiéndole se disculpara, y haberle pedido pagara los destrozos que nunca pagó.

Bueno querido lector, así es la vida que estamos recorriendo juntos. Hasta la próxima.