La Flor de Valencia / Samuel Ronzón
Autor: Samuel Ronzón
Agosto 2023
Cada reunión en la Flor de Valencia es diferente, como las letras en un abecedario de aves. Me refiero a quienes asistimos y no a la comida o bebida, donde no hay cambios. En realidad, yo no iba a asistir, pues se supone estaría recuperándome de una intervención quirúrgica. Sin embargo, ya hospitalizado y con el suero en el brazo, horas antes de llevarme al quirófano, el equipo médico se entera de que no se cuenta con el aparato de rayo láser.
El hospital del gobierno no renovó el contrato con la empresa y justo ese día había terminado. Resuelto el problema ya casi de noche, el médico sólo pudo operar al paciente que me antecedía; y con mucha pena me mandaron decir, yo seguía bajo ayuno, que reprogramarían mi cirugía en un mes más, pues ese doctor que es el experto, saldría de Congreso. Por eso, al día siguiente me dieron de alta. Muchos aseveran que eso sucede también en Dinamarca.
Previamente, (hemos estado muy activos en el whatsapp) una de sus integrantes preguntó si ya estábamos listos para, supongo, ejercer el arte de la conversación. Mi respuesta fue diez poemínimos, como ella los llamó; los cuales comparto:
Razones para ir a una reunión de cantina
1) Nuestros días están contados y no podemos desperdiciarlos
2) Una cerveza, en mi caso, una naranjada, justifica el mundo.
3) Entre escritores uno se adentra en tierra firme
4) Siempre la reunión huele a recomienzo. Despertamos
5) Porque han aprendido a interpretar mi iglú
6) Porque nadie quiere adelantar el reloj de arena
7) Porque la luna siempre ondea en son de Paz o del Paso
8) Porque somos lo que se queda o lo que se va
9) Porque el epicentro de todo olfato es francés
10) Porque la Flor de Valencia no es un hospital
El último no aplicó, ya que se terminó hablando de que los hombres deberíamos de escribir el Monólogo de la Próstata, sobre todo, cuando una mujer uróloga le hace a uno la prueba.
La novedad, los libros que se traen a regalar. De nuevo me vestí de héroe. Dejaron un libro que un poeta reconocido le había dedicado. Ah, me salvaste la vida, me dijo con su amplia sonrisa lusitana. Por cierto, no dudó en arrebatar un libro de ensayos sobre Cernuda, al momento en que lo ponían sobre la mesa. Sin duda, el ganancioso, quien se llevó uno de Alfaguara, La verdad sobre el caso Harry Quebert, que en las librerías está en 469 pesos.
No es que sea supersticioso, pero por fortuna, al final llegó el tertuliano número catorce. Es difícil saber qué se habla en el otro extremo de la mesa, donde la batuta la lleva una sola persona. Aún no se implanta una medida que permita cambiar los lugares. Conforme se fueron retirando, muchos preferimos aguardar a que se quitara la lluvia, se dividió la conversación en dos grupos, uno más grande que el otro.
Era la primera vez que acudía. La presentaron como ganadora de múltiples arieles y de haber musicalizado decenas de películas, bajo la guía de Juan Ibáñez, y ser maestra en la Facultad de Música de la UNAM. Sin duda, es interesante conocer el mundo de una compositora exitosa y que comparte su manera de trabajar. Nos invitó una cerveza a los últimos. Al preguntarle por sus alumnos destacados, se enfocó en uno.
Su comportamiento me desafió, hasta que descubrí su talento. Era tímido, bajito, un poco amanerado. En los cursos de composición y de piano, poco a poco iba adquiriendo gran maestría. Recordó que para su examen profesional lo retó a que escribiera una obertura donde la parte del piano él mismo la ejecutaría. Se graduó con mención honorífica; y ahora está becado en Estados Unidos. Acaba de escribir la más bella pieza que he leído concluyó.
Bueno querido lector, espero no referirme más a mi hospitalización. Hasta la próxima y gracias, de nuevo, a los que se han sumado a mis redes sociales.
(para Isabel Ulacia, fotógrafa)