Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

La Flor de Valencia/ Samuel Ronzón

Por Samuel Ronzón

Octubre 2023

 

Poco a poco los Florvalencianos se acostumbran a estas crónicas y aceptan ser nombrados pero no por su nombre. El encuentro cada mes, permite, por ejemplo, descubrir el arte de comer un taco, sin que escurra la salsa verde por la mano. Hablo, desde luego, del más elegante comedor de tacos de la tertulia, quien sin reparos celebra que su técnica del pañalito no hubiera pasado desapercibida.

El taco al doblarse por el extremo inferior, adquiere la forma de un pañal, siendo los expertos albañiles y carpinteros. No faltó quien días después recordara que Francisco Hernández, uno de los grandes poetas actuales, señala que al tragón se le conoce por la manera de agarrar el taco. Una nueva florvalenciana concluyó que taquear sin escurrir caldito, solo es para iniciados.

La reunión fue tres días antes de conocerse al ganador del premio nobel de literatura 2023, y nadie mencionó al noruego Jon Fosse, quien escribiría que el amor, tan imposible de definir, es lo que salva a los muertos. Como lo afirmaron en tono gauchesco, los de la academia sueca, que se acomoda lejos de la moda, creen descubrir lo que para ellos es importante en un laberinto o en un lago de leones.

Convivir en este espacio es como habitar en el cuarto oscuro de las revelaciones, donde uno puede correr sin moverse, donde uno aprende a escuchar. Al menos dos, enfermos de la próstata. Al menos tres, se dedican a viajar. Al menos uno, se publica sus libros, sin descanso, sin límites, sin pasaporte. Al menos dos, comen sin picante. Al menos una, rescata libros interesantes de su biblioteca y los regala.

No soy el más apropiado para detectar las rivalidades debajo de la mesa, pero seguramente existen. Te doy mi libro con la condición de que lo leas. No he visto que hayas escrito algo sobre mi libro. Te regalo mi libro recién horneado, pero diré que lo compraste. ¿Será que nos preocupamos por el qué dirán y por el qué verán? Estamos tan acostumbrados a la verdad de la mentira, y no es fácil aislarnos de lo exterior.

Fuimos doce a la mesa, sin haber dado rienda suelta a la imaginación. Quien nos hubiera visto, jamás habría pensado que la mayor parte somos escritores. Nadie habló de la nada, ni de nubes de caoba, ni del diafragma de un niño de Buenos Aires, ni de la belleza de un basurero en Pereyra, Colombia, ni de la experiencia de vivir dos noches en un hospital de la ciudad de México. Tal vez confunde el alboroto ocasionado por las mesas de junto.

Bueno querido lector, al que le gusta desempolvar los párpados en este espacio lejano a una cloaca de remordimientos. No sé cuántos minutos han pasado. Dormir, dormir, dormir. Ahora comprendo a los que la diarrea les hace pensar en un río de cerveza, o en un comercial de televisión. Si el medicamento surte efecto, nos veremos en la próxima a punto de entrar noviembre. Adiosín.