La flor de Valencia
Por Samuel Ronzón
Julio 2023
Poco a poco dejo de ser un desconocido, un extraño, para los que nos reunimos cada mes en la cantina La Flor de Valencia, ubicada como saben, en la orilla de Mixcoac, en la Ciudad de México. En esta ocasión podríamos haber integrado un equipo completo de fútbol. (¡Oh, felicidad! Nadie ha pedido que apague la grabadora. Es más, sólo uno me reclamó por no mencionarle más seguido.) Sin querer, la mayor parte llegamos antes de la hora fijada, los que preferimos no estar viendo un partido de tenis frente a la televisión.
Hoy cambié de sitio en la mesa para poder observar mejor. No me resistí a preguntarle por la marca del perfume. Claro, debí reconocer que era L’ambre de merveilles de Hermes, olor amaderado y ambarino. ¿Pronuncié Hermes bien? Un perfume del encantamiento, que nos transporta, (esto último es de Google), a una nube de fantasía. Fantasía que se vino al suelo, cuando se dio cuenta de que había perdido un arete al bajarse, supuso ella, del taxi. Por las dudas, encendí la lámpara del celular pero en el piso no había nada.
Las mujeres siempre perdemos algo, me dijo, antes de que trajeran sus puntas de filete sin chile, en un plato recién salido del horno, imposible de comer. La fotografía no es fiel a la escena. Yo estaba en medio de dos conversaciones. Qué bueno que ustedes no son mamones, escuché decir a la nueva invitada. Puso como ejemplo a la reunión convocada por una de sus maestras, no de su preferencia, con sus excompañeros de carrera. Ella estudió en la Facultad de Filosofía y Letras.
Fue tal su enojo después de escucharlos, uno se atrevió a mal recitar, que decidió burlarse en público. Pidió permiso. Les recitó toda la tabla periódica como si hubiera sido el último poema escrito por ella. Terminó, dice, de la manera más irrespetuosa. La conversación se interrumpió para hacer un brindis por el artículo publicado por uno de los asistentes en un periódico de circulación nacional y que conmemora los noventa años del fallecimiento del poeta alejandrino Cavafis. Ya impreso, señaló el autor, descubrí que le sobran dos comas.
De nuevo las confesiones. A mi me atropellaron y perdí la memoria. Debí estar en el hospital varios meses. A mi esposo le dio COVID y lo daba su familia por muerto. Yo creo que todo sucede por algo. Esta no es nuestra única vida. Yo lo que quiero es jubilarme. Yo, siendo futbolista americano, debí vestirme como mujer y salir a la calle a pedir apoyo económico para el equipo. (Esas novatadas persisten). Cuando hablaron de los pasteles de Navidad, debí haber dicho que tengo 30 años haciéndolos. Un acierto el pedir cuentas separadas.
Bueno querido lector, yo fui el que encontré el arete perdido, pero no obtuve ninguna recompensa. Hasta la próxima y gracias a los que se han sumado a mis redes sociales.
(para Aura Vidales, en su cumpleaños)