Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

La Flor de Valencia

Por Samuel Ronzón

Septiembre 2022

 

Cada que comemos, la Flor de Valencia, en Mixcoac, se vuelve un observatorio donde sacan a pasear su soledad pájaros bohemios. En esta ocasión éramos menos, casi todos de pensamiento conservador. Ocupamos el mismo lugar en la mesa. Los caldos de camarón y las cervezas frías y transparentes como la luna llena, siempre son ineludibles para poner en acción los recuerdos, con una franqueza que casi había olvidado.

Pareciera que los presentes fueran Fernando del Paso, Carlos Monsivais, Adolfo Castañon que no es tan viejo, Daniel Sada, Eduardo Matos, García Ponce, el hijo de Juan Rulfo, por citar algunos. A diferencia de los demás, yo pedí una más que aceptable torta con queso blanco y una naranjada con agua natural sin hielos. Esto último lo grité para que el poco amable mesero no se equivocara.

A nadie le sorprende mi silencio, mientras se hablaba de cine o de futbol americano. Al respecto, alguien preguntó si los jugadores de americano practicaban determinado ritual antes de iniciar un juego. De pronto, la imagen de unos calzones rojos permaneció flotando en el aire junto con las heridas de guerra: una costilla rota, el hueso del hombro salido, pero que no le impiden hacer bien el amor.

Cuando me entero de la forma en que el Fondo de Cultura Económica perdió los derechos sobre la obra de Juan Rulfo, es como sumergirme en una ola de depresión. Imagino al hijo pidiéndole al Fondo tomar medidas para evitar las ediciones pirata de la obra de su padre, sugiriendo una edición de lujo, igual que la de Octavio Paz. Al serle rechazada su petición, (Rulfo no es Paz), cedió los derechos a una editorial española.

No es fácil entender al sistema judicial del país, y menos cuando un juez ordena al director de una escuela, la reinstalación de un alumno reprobado, haciendo pensar que los maestros están mudos. Al enterarse el Consejo Técnico del requerimiento, éste se opuso de acuerdo con el reglamento. Sin embargo, no contaban con que el juez amenazaría al director con encarcelarlo si no acataba la instrucción.

Finalmente, la anécdota que más recuerdo es la de alguien que por fin se decide a tramitar su tarjeta de adulto mayor y llega al módulo correspondiente, con sus fotos tamaño infantil a color. La encargada las ve y le asegura que no es él, opinión que comparten sus demás compañeros, solicitándole otras fotografías. Ya malhumorado, saca de su portafolio unas en blanco y negro y las entrega. ¡Ah! éste sí es usted.

Bueno querido lector, me pregunto si existirá una poesía de la cuarta transformación. Hasta la próxima.