Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

La antología blasfema de Argüelles

Imagen 1

Por: Herles Velasco

16 Diciembre 2019

No puedo evitar recomendar, cada que tengo oportunidad, ese librín de Juan Domingo Argüelles, poeta, crítico, editor y estudioso, titulado Breve antología de poesía mexicana impúdica, procaz, satírica y burlesca. No porque los textos ahí vertidos tengan una manufactura ejemplar, de alta ebanistería, si me permite el símil, dentro del vasto universo de lo poético, sino porque me parece necesario que el lector novel (sobre todo, pero no exclusivamente) se sacuda el polvo cultoide que se acumula no sólo en los estantes de las librerías, también en la opinión ilustrada del  esnob que quiere hacerlo tragar, sin saliva y de sopetón, a Virgilio, a Dante o a Petrarca.  No se lo tome a mal, cultísimo lector, yo mismo he caído en esas pedanterías (seguro encontrarás aquí mismo algunos remanentes) cuando me llega alguien, que no suele leer poesía, pidiendo una recomendación.

En la obra recopilatoria de Juan Domingo se ensalza el ingenio del poeta (y del pueblo poeta) que se expresa en los campos de lo satírico, lo procaz y lo humorístico; es un acercamiento más que amable a un género considerado impenetrable.

De muchos es sabida la opinión del polaco Gombrowicz, en su famoso Contra la poesía (1947), donde dice que, en general, el poeta escribe desde lo unilateral y hermético, que la poesía manifiesta sus debilidades con más crudeza cuando se contempla a los poetas en relación con su aspecto social, y que los bardos sólo rinden homenaje a su propio trabajo. El poeta es entonces un ser mezquino, que se cree superior, que escribe o para sí mismo, o para otros poetas, o para Dios (quizá el único que puede descifrar sus versos); la poesía es críptica y aporta sólo a la decadencia de lo humano, dice.  Por supuesto la opinión no es para nada novedosa,  Platón , en su República del 380 a. de C., ya no había cabida, desde entonces, para el poeta y la poesía que no tenían nada que sumar al conocimiento; el destierro de la polis se lo habían ganado a pulso estos seres que elogiaban el mal y exaltaban los vicios; y es que, como bien dice el hombre de anchas espaldas, “El tercer grado de locura y de posesión viene de las Musas, cuando se hacen con un alma tierna e impecable, despertándola y alentándola hacia cantos y toda clase de poesía”.

Me pregunto si tuvo Baudelaire en mente a Platón cuando escribe el primer poema de Spleen e Ideal. Esa irónica “Bendición” con que abren sus Flores del Mal, en la que afirma, y vuelve a dar al poeta esta imagen de decadencia, en sus primeras dos estrofas:

Cuando, por un decreto de las potencias supremas,
el Poeta aparece en este mundo hastiado,
su madre espantada y llena de blasfemias
crispa sus puños hacia Dios, que de ella se apiada: – “¡Ah! ¡no haber parido todo un nudo de víboras,
antes que amamantar esta irrisión!
¡Maldita sea la noche de placeres efímeros
en que mi vientre concibió mi expiación!

[…]

Por supuesto, la antología de Argüelles no altera estas visiones del poeta como un paria, ni pretende convencer a nadie del carácter luminoso de la poesía, que sin dudas lo tiene a pesar de las duras opiniones Gombrowicz o de la luminosa filosofía de Platón (ojo, que también este último veía virtudes).

El lector agradecerá entrar a la poesía y a ciertos autores desde otro ángulo, uno menos conocido o sagrado; están por ahí José Agustín, Villaurrutia, Sor Juana, Nandino y Alfonso Reyes; el famosísimo Anónimo, y otros muchos mucho menos conocidos.

Algunos textos al más puro estilo de las batallas Góngora-Quevedo, como este del dramaturgo Rodolfo Usigli:

 

A un escritor erudito

 

Tienen la talla que empinas

y las obras que perpetras

proporciones tan mezquinas,

que mejor que hombre de letras

eres hombre de letrinas.

 

O este de José Juan Tablada:

 

Contra Gerardo Murillo

 

De Bartolomé el homónimo,

ya que emularlo no pudo,

se ha adjudicado el seudónimo

que parece un estornudo.

 

Los poetas latinoamericanos, y sus lectores, tendemos a un exceso de solemnidad, por eso la necesidad de sumergirse en estos textos. La Breve antología de poesía mexicana impúdica, procaz, satírica y burlesca es a veces escatológica y muy incorrecta, políticamente, para estos tiempos; nos recuerda que no hace falta tomarse todo tan en serio, incluso, o sobre todo, a la poesía.