Instrucciones para presentar un libro de poesía
(Y no morir en el intento)
Por Ramiro Padilla
Septiembre 2023
Los dioses o la aletoriedad han decidido que tú, en su infinita magnimidad seas el elegido para presentar el libro del último poeta maldito de la ciudad. Ya sabes, esos poetas que detestan todo y a todos, pero que te han premiado a ti, sí, a ti, con su singular amistad para que presentes ese poemario. El título es provocativo, “manual para el coito natural de las medusas transparentes”. Te lo ha explicado varias veces. Que seas un pendejo y no entiendas una obra tan revolucionaria es tu problema.
¿Qué se hace en estos casos?
No tienes la más puta idea. Si no eres primerizo y has presentado cuento, o novela, o siquiera el último testimonio del viejito historiador de la ciudad, que ha hecho un compendio de los chismes de los locales piensas que tienes una posibilidad de no regarla. Pero revisas los poemas y no entiendes ni madres:
La sombra del jardín
De tu monte Venus
Las calles opíparas de tu presencia
El poeta maldito te lo ha leído con deleite. Ves sus ojos contraerse en un rictus de placer. Pero no entiendes esa nueva versión estandarizada que hace que todos los poetas lean con un leve acento yucateco, y al hacerlo, se inclinan hacia el libro, con una mano lo sostienen, y con el otro agitan el brazo como si quisiesen espantarse un gigantesco mosquito.
Suspiros y más suspiros
Eres responsable. No quieres ser como todos aquellos que leen una cuarta de forros y ya saben de que va el libro. Has estado despierto hasta altas horas de la noche explorando las posibilidades de explicar la parte positiva, tú, que no eres experto en poesía, buscas algo de métrica, de verso, pero no encuentras nada. Suspiras.
El tiempo apremia
El poeta maldito reparte invitaciones a granel. Imaginas un evento multitudinario, gente atrapada en la entrada del pequeño recinto disputándose las últimas copias como si fuese un viernes negro y te entra pavor, porque de repente, las calles más céntricas de la ciudad, amanecen tapizadas con su foto. No son muy legibles porque al parecer a la máquina se le estaba acabando la tinta. En ella, el poeta aparece con actitud pensativa mirando el infinito. Y el titulo del poemario con letras góticas. Sientes un nudo en la garganta. Piensas en Hércules y las doce tareas y preferirías luchar con el cancerbero o el Cíclope.
Vino
El día anterior te pide cooperación para el vino. Unas dos o tres botellas chato. No tiene que ser vino caro, puede ser de ese vino barato del que venden por galón. Se necesita ambigú te dice con esa mirada del gato de Shrek. Y allí vas de pendejo.
La presentación
Contrario a la costumbre llegas a tiempo. Ya hay algo de gente. Quizá les ganó la curiosidad, el caso es que hay como veinte personas. Están algunos de los poetas de siempre, el escritor que dice que es internacional porque le publicaron en un portal de España en el cual no leen su obra ni los mismos administradores. Va con una jovencita poco agraciada a la que le dice que convertirá en una estrella. El poeta maldito ni sus luces y te pones nervioso de nuevo. Llevas tres cuartillas que se han arrugado de tanto apretujarlas. Las manos te sudan. Luego al ver al público se te viene una idea. Si el pinche libro es inentedible e intraducible, por qué no decir algo en el mismo tono.
Intercambio de comentarios
El poeta maldito llega enfundado en un conjunto algo raro. Un traje a rallas con una corbata de un rosa chillante. Se ha amarrado la melena con una liga y hasta pareciese que contra su costumbre se bañó. Está desconocido, saluda a todo mundo de abrazo y beso. Se ve radiante. Le pega con la punta del dedo al micrófono para cerciorarse que los del instituto de cultura no se distraigan. Ya le han dicho que tienen la costumbre de apagar todo a la mínima provocación. Se sientan. Coges el papel y en vez de leer lo que tenías preparado te vas por la libre:
Pocas obras ejercen una influencia tan poderosa en la literatura mundial como El manual para el coito natural de las medusas transparentes. Eso dices. Luego te pones pensativo y mencionas que los mejores poetas del mundo estarían pasmados ante tamaña obra. Citas a Baudelaire, a Pessoa, pasas por Borges y hasta recuerdas a la Mistral. Dices que si los mezclas a todos no obtendrías ni la mitad de lo que el libro representa. Y lo dices así de manera casual, casi como cubriéndote la boca con falsa molestia, para que el efecto sea más profundo.
Volteas y el poeta maldito te mira con lágrimas escurriéndole por las mejillas. Le has hecho el amor salvajemente a su ego. Lo has fornicado de manera tan excelsa que quizá en ese momento el poeta tiene un orgasmo cerebral. Te da una palmada en el hombro y luego lee sus poemas madreados. Como eres un hijo de la chingada, has predispuesto al público asistente, menos al escritor internacional. Todos escuchan con atención mientras el tipo le dice la muchachita algo al oído. Aplauden a rabiar. Hay un ambiente tan chingón que imaginas la escena del perfume donde todos hacen el amor de repente.
El ambigú
Todos celebran. Algunos te felicitan por esa disección tan aguda de la obra poética de tu amigo. El poeta maldito está en su momento. Ha firmado su libro con un extraño hexagrama bordeado con algo parecido a un par de pajaritos. Se levanta y reparte más besos, más abrazos. En la parte de atrás se reparten algunas galletas. El escritor internacional habla algo con un par de poetas más. Te miran con algo de disimulo. Saben que no eres poeta y que no tienes la menor idea de lo que has dicho. Pero a ti te importa un carajo. Has emergido victorioso y decides empedarte.
El aftermath
Se quedaron hasta la madrugada. Terminaron en un bar de mala muerte donde venden la cerveza casi al costo. No sabes ni como llegaste a casa; el poeta maldito te agradece lo hecho, te dice que son hermanos de sangre pero una semana después ya no te habla. Anda diciendo que le quisiste robar protagonismo en su propia presentación, que eso no es de amigos. En una de las revistas culturales de la ciudad, el escritor internacional, que por supuesto usa seudónimo, ataca el libro de poesía, lo acusa de ser un bodrio y a ti te da hasta con la cubeta. Te has vuelto un apestado.