Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Hora Pico

Autor: Jaime Martínez 

 

Imagen: José Luis Pescador 

Un mar de gente lo remolina hacia el vagón. Todos quieren llegar puntuales al inicio de sus labores. El andén no es suficiente para albergar a tanta gente. Carlos es empujado poco a poco hacia la línea de seguridad, parece un muerto sostenido por algo milagroso mientras espera el tren que lo reciba y lo traslade a su empleo. Su pensamiento está en otro lugar. Alguien dice que tomen su sana distancia. Varios usuarios le contestan mentándole la madre. Por fin llega el tren. Es adentrado por la gente que antes lo sostenía. Parado lo acomodan hasta el rincón del vagón ya sin tapabocas

*

Luis: Me la pasé muy bien bebé, te extraño.

 

Visto: 21:56.

Guadalupe: Yo también me la pasé muy bien, me lo hiciste cómo nunca papi.

Enviado: 21:58

 

*

 

No, no puede ser, no me puede estar engañando mi esposa, piensa Carlos. Le da ganas de regresar a casa, exigirle a su esposa una explicación. El recuerdo de los mensajes hace que la cena del día anterior quiera salir con urgencia. Observa unas medias oscuras que envuelven unas largas y gruesas piernas. Sube la vista al rostro de ese cuerpo perfecto, observa un hilillo de barba que le brota del maquillaje. Le da asco, siente nauseas. Compara al travesti con su esposa, le repugna la comparación. Mira a la gente a su alrededor y todas las miradas esculcan las nalgas del travesti. Carlos siente nuevamente las ganas de ir al baño. Se ha detenido el tren. Quiere regresar a casa con su esposa, quiere escuchar que es un mal entendido. Se escucha un grito como proveniente de ultratumba: ¡Hijos de su

puta madre!, ¡puto gobierno de mierda nosotros aquí sudando contagiándonos de COVID, y ellos en sus mansiones! El recuerdo de los mensajes llega de golpe, le recorre la columna vertebral, y hace que le regresen las ganas de ir al retrete. Ya no aguanta. Está apunto de aflojar todo en los pantalones cuando se pone en marcha el tren. Aprieta el culo fuerte. Llega a la siguiente estación. Se abre la puerta, todos quieren bajar. Un señor discapacitado en silla de ruedas lo evita, no deja descender a nadie, pide ayuda con la mirada para entrar. Todos acuden al llamado. Los que se disponían a salir se quedan dentro. Los voluntariados, se comparten gel atibacterial después de ayudarlo. Ahora son más los que conviven en el diminuto espacio. Carlos sigue apretando el culo. El tren se pone en marcha. Se escucha un sonido que sale del discapacitado. La silla no carga solo el cuerpo sino el también alcohol que trae con él. Pronto se dan cuenta que fue un error sacrificar el espacio y el gel antibacterial en esa humanidad. El discapacitado se saca el pene. Se frota ruidosamente, se lubrica con su saliva agria que da la caña y que escurre por

su tapa bocas. El travesti voltea a ver la escena con detenimiento inclinándose levemente, la nueva pose hace que los usuarios puedan apreciar con más detenimiento su trasero. Gobierna el asombro. Todos se mantienen estáticos, un lapso de vida que se les fue robada, y tomada por los que están en confinamiento. Carlos recuerda nuevamente los mensajes en el celular de su esposa, regresan las ganas de cagar. El tren se vuelve a parar. Alguien se echa un pedo. Lo inhalan aún con el tapa bocas N95. El calor sube, el olor agobia. Alguien logra desprenderse de un saco. El olor a axila se emancipa al olor de la flatulencia. Carlos no puede más, tiene ganas de vomitar y cagar al mismo tiempo. Mira a una mujer. Lleva ropa cara, y su cabello negro brilla. Le hace olvidar lo que sucede en el vagón. Se cruzan las miradas, Carlos siente tranquilidad ante el aberrante espectáculo que gobierna en el tren. Se mueven los labios de la mujer, son carnosos en un rojo carmín. Gesticula algo entre la brisa de su aliento fresco; deja ver unos dientes frontales blancos, hermosos y bien colocados. Al fin la escucha decir: ¡Ponte el tapa bocas pinche viejo

pervertido! Carlos siente que su colon va a explotar. No puede más. Maldice su vida, a su esposa y desea que acabe con toda la humanidad la pandemia El vagón por fin llega a la siguiente estación. Sube más gente, se multiplica el sufrimiento.