Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Historia de una Mujer sin Nalgas

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Por Fabiola Sánchez Palacio

16 Enero 2020

(fragmento de la novela La Mujer Lagarto)

Mi boda con el gordo

El Gordouuu es mi novio y todos lo llaman respetuosamente “el Ingeniero”, con “I” mayúscula, porque es el Ingeniero de ingenieros, el más Puma de los Pumas de la UNAM, el más Carlos de los Carlos, el más Gordo de los Gordos, el más hombre de los hombres.  Se trata del más Slim de todos los Slim. ¡Slim el Magnífico!

Pero para mí, es simplemente ¡Gordouuu! Yo soy la prometida de Gordouuu. Sé que es increíble que el Gordouuu tenga una novia nacional y autóctona, pero así es. ¿Que cómo lo logré? Verán, lo conocí aquí, en México, en el Museo Soumaya.

Él no había visto antes algo más “raro-hermoso” que yo. Digo “algo” porque para él, la palabra “alguien” se refiere solamente a los cinco primeros lugares de la lista publicada cada año por la revista Forbes. Todos los demás somos “algo”.

Llegó en su helicóptero (que está mejor que el del Presidente de Estados Unidos). Carlos Slim Helú, que ahora es mi prometido, aterrizó en el helipuerto del museo Soumaya para inaugurar la exposición Arrebatos Místicos y Eróticos, para la cual convocó a una rueda de prensa a la que mis amigos, reporteros de la revista Contenido, me invitaron.

Decidí hacerme pasar por reportera de la revista Actual, la rama de sociales de Editorial Contenido. ¡Ya se imaginarán mi disfraz! Pedí joyas, ropa, y hasta zapatos prestados porque ese era mi momento único e irrepetible. Faltaba una semana para el evento, sería poco tiempo para preparar la conquista. A veces es necesario recurrir al más allá con tal de conseguir lo que deseas en el más acá, y así lo hice. Compré el libro con su biografía para tener algunas de sus imágenes. Consulté el Manual de Psicomagia de Jodorowsky y puse en práctica todo lo que leí: conseguí un corazón de cordero, una foto de Gordouuu, vertí siete gotas de mi sangre y con un alfiler clavé su amada imagen en el corazón ovino mientras repetía cien veces Carlos, Carlos, Carlos…

Después recurrí al espiritismo, casi incendio mi casa con tantas velas prendidas. Consulté a astrólogos, adivinos y brujas. La diosa Oshún me dio el triunfo. Hice cada una de las cosas que me aconsejaron para agradarla. En un cirio amarillo escribí cinco veces el nombre de Gordouuu, entrelazándolo con el mío en las vocales donde coinciden, enganchándonos. Después embarré la vela con aceites comprados en el mercado de Sonora: Sígueme, Vente conmigo, Yo puedo y tú no, Amor, amor, y Dominante. Mandé a amplificar la foto que más me gustaba de él, la de la portada de un libro. Puse la foto en el fondo de un tazón blanco y la cubrí con miel. Prendí la vela en nombre de la santa Oshún y le pedí que perturbara sus cinco sentidos para que me amara solamente a mí. Mis santos son cumplidores.

La noche en que conocí a Slim yo me veía bien, sin llamar demasiado la atención; sólo había que modificar algunos detalles de mi apariencia. Hojeando el libro sobre su vida vi una foto de mi muy respetable suegra y me di cuenta de que era una dama de su tiempo. Entonces estudié muy bien su peinado y lo copié, anchoa por anchoa, (así se llamaban los rizos con que las mujeres se adornaban la cabeza en el siglo pasado, ese peinado que usaban las actrices de cine mudo). Arribé a la inauguración cuidadosa y contemporáneamente vestida, pero con un peinado de los años veinte. Puse atención en que mi maquillaje se adaptara a la época y usé pupilentes color miel para darme un aire lejano de familiaridad que impregnaría su inconsciente. La señora Slim tenía los ojos y el cabello mucho más claros que los míos, pero eso no sería impedimento, también me teñí el cabello. Y funcionó, Carlos Slim Helú se enamoró de mí porque lo embrujé.

El día de la exposición ubiqué a su jefe de escoltas y le dije que deseaba saludar al ingeniero, que no portaba nada peligroso. Carlos me vio de lejos y le sonreí mientras le gritaba: ¡Ingeniero, quiero saludarlo! Todas las miradas se centraron en él que, soberbio y con displicencia, dijo: ¡Acérquese!

Cuando me dio la mano se la retuve y miré fijamente a sus ojos mientras le decía:

—Me quedé soltera por culpa suya.

— ¿Por qué? —respondió sorprendido.

—Decidí esperar a un hombre con una inteligencia siquiera parecida a la de usted, pero nunca llegó, ni llegará —dije y a él le dio risa.

Después continué con discretos halagos que fueron endulzando sus oídos y se dejó seducir por los mismos. Le salí con el cuento de que quería una entrevista.

—Que mi asistente le dé una cita.

Inmediatamente me acerqué al asistente y me aseguré del encuentro.

¡Por fin llegó el día! Él se encontraba cómodamente vestido en ropa deportiva, en uno de los amplios salones de su casa de Bosques de las Lomas. En la “entrevista” le dejé ver que sabía todo sobre su vida. Como regalo le obsequié un libro de cuentos sobre beisbol, un deporte que le apasiona. De vez en cuando le deslizaba alguno que otro chiste que lo hacía reír. Así transcurrió una hora muy agradable. Por supuesto, coincidíamos en todo: nuestro gusto por la historia patria; nuestra devoción por los libros antiguos; mi escultor favorito, Rodin; mi pasión por la cultura libanesa; mi admiración por sus antepasados; lo bueno que fue haber estudiado en la UNAM; lo maravilloso de haber crecido en el barrio de La Merced, etcétera.

Entendí que si quería que me mirara debía reflejarse en mí, y logré ser para él como un espejo desde la primera cita. Después le dije que no había terminado y pedí una segunda entrevista.

—Ven mañana —me dijo.

Otros treinta minutos de su atención. Cerré aquella conversación con un “¡No sabe cómo admiro su inteligencia, es un privilegio conversar con usted!” Le propuse escribir juntos un libro sobre beisbol en México. Aceptó.

Hablarle de mi admiración, peinarme como mi suegra, adelantarme a sus pensamientos, fue como humedad filtrándose en el ancho muro que alberga su soberbia. Polvo de mis uñas, vello púbico y gotas de toloache en unos provocativos “dedos de novia” (esos dulces árabes tan deliciosos que a él lo vuelven loco), me hicieron ganarme su confianza aún más. Comí pastelillos junto con él, golosinas que ya habían sido revisadas por su jefe de escoltas y por el cocinero. Esa tarde la plática versó sobre la comida libanesa. El lunar que tiene junto a la boca, del lado izquierdo, me indica que es un glotón de cosas dulces y un hombre muy celoso.

Según el feng-shui, su papada indica prominencia, las bolsas bajo los ojos, importancia y su enorme frente, inteligencia.

Dicen que los hombres piden de las mujeres tres cosas: Apoyo, Lealtad y Sexo. Yo podía ofrecerle sólo lealtad y sexo. Carlos ya no necesita el apoyo de nadie, ni el de Dios, creo.

Al siguiente encuentro llevé como obsequio un delicioso keppe charola aderezado con mi sangre menstrual. A él le pareció exquisito y me dijo que parecía una mujer libanesa.

—Daría el resto de mi vida por serlo —respondí.

— ¿Por qué? —preguntó gozoso de saberse mi dueño.

—Para que el hombre que amo me mirara siquiera —respondí con una intensa caída de pestañas.

Soltó la carcajada; mis embrujos estaban haciendo efecto, iba por buen camino.

Un día, mientras trabajábamos en nuestro libro de beisbol, paramos un rato para comer y durante el café tomó dos copas de coñac, ¡él, que disciplinadamente sólo acostumbra una! Eso me dio la pauta y yo le acepté una sola. Soy tan abstemia como un teporocho, pero al tomar media copa me fingí mareada e indispuesta, entonces avanzó e intentó darme un beso.

—Ingeniero, no juegue con mis sentimientos —le dije con gesto temeroso, como paloma espantada en las manos de un niño.

Cuando requirió mis favores, yo sabía que ése era mi pase de salida y seguí el viejo consejo de las abuelas: “Dáte a desear y olerás a azahar”.

—Ingeniero, ambiciono algo más importante que lo que usted me ofrece: deseo ardientemente su amistad.

Supongo que, en el fondo, él no quería que yo dijera sí. En mis investigaciones averigüé que tiene un marcapasos en su dulce y tierno corazón y, por supuesto, la más interesada en cuidar que no se agite por ningún motivo soy yo. A mí lo que menos me importaba era tener sexo con él. Carlos es la empresa de mi vida y no iba a echarla a perder con esa descomunal vulgaridad. Como todo hombre de negocios, es un cazador. Pasé airosa la prueba.

Entonces me pidió que fuera su novia y yo le dije que no, porque no sabría cómo manejar algo que ni siquiera había imaginado posible. Pronuncié esas palabras con un tono de voz tan ingenuo que ni la más excelsa actriz hubiera igualado jamás. Así, aseguré el noviazgo, pero nada de sexo.

Le juré que era célibe. Si Ana Bolena lo hizo y ganó un reino, ¿qué me lo impedía a mí? No me creyó, pero mi cara de emperatriz ofendida ante su escepticismo lo hizo dudar. Por supuesto, antes de que se diera el primer encuentro sexual tuve buen cuidado de someterme a una himenoplastía.

Ya era Gordouuu para mí y todavía no pasaba nada. Nos dábamos besos en la mejilla y hasta en la boca, pero nada más. Lo que aprendí a hacer rápidamente fue sorprenderlo con mis ocurrencias, que por bobas lo divertían. Le platicaba tonterías y minucias que él disfrutaba. A mí no me importaba parecerle frívola pero divertida, ni siquiera me preocupaba parecer tonta, aceptaría todo con tal de conseguirlo como esposo.

Negar es interesar; poco a poco fue ofreciendo más, como si se tratara de una subasta. Primero me habló de ponerme una “casita”. Me ofendí. Le di las gracias y dije que quizá sería mejor no vernos más. Me jugaba el todo por el todo, dejó de buscarme tres semanas y pensé que lo había perdido. Mi casa se convirtió en un infierno de invocaciones, embrujos y cirios encendidos. Volvió a llamar. Fue entonces cuando supe que se casaría conmigo.

Llegó con un anillo de compromiso bastante sencillo, para venir de quien viene. Me habló de un contrato matrimonial y acepté. A fin de mes me dijo que quería una ceremonia discreta y sin prensa.

—Por supuesto, jamás cometería la torpeza de los excesos.

—Me encanta tu prudencia —respondió.

Iba mi resto, estaba a punto de ganar la partida.

No le comenté absolutamente a nadie lo de la boda, debía estar bien segura de que nada descarrilaría el día más importante de mi vida. Me sabía espiada, no sólo por el gobierno, sino también por algunos industriales y por su familia.

Una nube negra se acercó a mi paraíso. En una nota periodística apareció una foto de Carlos al lado de una güera sin chiste, que decía ser la reina madre del rey de Jordania. No me di por enterada. Para mí la noticia no existía. Mis contactos me informaron que se vieron en Cabo San Lucas, pero aunque él sea el hombre más rico del mundo, ella es una reina de verdad.

Tuve razón, la intentona no pasó más allá de una convivencia con la nobleza, y yo fingí que ni cuenta me había dado. Carlos supo que yo sería una esposa prudente, de esas que ni encontrándolo con otra y en mi cama le haría un escándalo, jamás.

Después hizo venir a México a Sofía Loren, salió en todas las portadas de las revistas de sociales con ella. Supongo que fue su primer encuentro con el erotismo. Yo seguía escondida entre las paredes de mi casa, pero no me importó. Había sido solo un deseo adolescente cumplido muchos años después.

Pero él tenía aún un pendiente conmigo.

Comenzamos los preparativos de la boda y otro nubarrón se cruzó por mi vida. Apareció en internet la foto de una “amante española” de Gordouuu. El gato de la inquietud comenzó a arañar mis entrañas. Nuevamente mi matrimonio estaba en peligro. Se trataba de la mujer que le había hecho una entrevista en su casa, pero después caí en cuenta de que de ella ya había conseguido lo que deseaba. No le haría sombra a mi doncellez.

Esos dos nubarrones aparecieron justo cuando él tenía diferencias con el presidente en turno, como si no supiéramos todos que Gordouuu pone y quita piezas en el ajedrez político.  Aunque esos no eran los temas que mi amado Gordouuu gustaba de charlar conmigo, me lancé con ira:

—¿Pero qué otra cosa has hecho tú además de sacar del oscurantismo a este país de ignorantes y mal comidos? ¿Qué cosa mejor se puede hacer por un pobre que no ser uno de ellos? No se conforman con ser muchos, feos y analfabetas, ¡todavía tienen el descaro de reproducirse! ¿Qué es lo único que iguala a un mexicano con otro? ¡Su teléfono celular! ¡De veras Gordouuu! ¡Qué mal agradecidos!

Y continué mi perorata:

—Ya no saben cómo dañar tu reputación, es inmoral lo que pueden inventar. Como no tienen ni un señalamiento en contra tuya ni como hombre de negocios, ni como hombre de moral intachable, ahora tratan de minar tu reputación con el invento de que tienes una amante. Curiosamente cada que te peleas con el gobierno sale una foto tuya con una “novia”. De verdad son estúpidos, parecen ignorar que en México tener muchas mujeres significa ser muy hombre y tener poder. Se van a quedar mudos cuando anuncies nuestra boda.

Dejé que se deslizara el rumor en ¡Hola! España, donde trabaja mi amiga Lupita Domínguez, a quien le envié la noticia con una foto en un mensaje encriptado. Cuando él sintió la presión de saberse descubierto en amores con “una nadie” ordenó que se me inventara un pasado de brillante reportera.

Me negué a dar a la prensa datos o entrevistas, a pesar de que me ofrecieron mucho dinero. No sería tan estúpida como para preferir reflectores o bicocas de dinero, al verdadero poder. Inmediatamente el Fondo de Cultura Económica, Alfaguara, Océano y otras editoriales publicaron hasta mi lista del supermercado. De la noche a la mañana me vi convertida en la escritora del momento.

— ¿Cuántos invitados tendrás para la boda, querida?

—Ninguno.

— ¿Dónde propones el brindis?

—Quisiera que nos casáramos aquí en la Ciudad de México, en la calle de Praga, en la iglesia del Niño de las Palomas. Frente al templo está el restaurante Casa Bell, en algún salón pequeño pueden estar tus hijos y quien tú decidas invitar.

—He pensado en estos días que mi boda no puede, ni debe pasar inadvertida. Revistas, televisoras y todos los medios de comunicación del planeta pagarían millones de dólares por tener la exclusiva.

Para ese entonces yo ya formaba parte de su círculo cercano. Deslicé esa sugerencia hasta los oídos de su amiga Raquel Bessudo, la distinguida dama que sale en las portadas de las mejores revistas de sociales de México, a la que por supuesto le prometí dejarle llevar las relaciones públicas de la boda y tener un porcentaje de cada contrato. Entre broma y broma la verdad se asoma. Conocía de la inteligencia y la clase de fiestas que realizaba Raquel, de modo que ella me entendió y convenció a      Carlos del enorme negocio que representaría esa ceremonia para él.

Esa boda era el cuento de Cenicienta hecho realidad, más impactante que la boda de un gobernador con una modelo de catálogo. Sonreí para mis adentros, ahora Gordouuu era el interesado en casarse conmigo. Fue así como tuve en la lista mil invitados VIP, mientras que veinte mil boletos fueron rifados entre los usuarios de Telmex.

Otro de los magníficos detalles que le sugirió Raquel (por recomendación mía), fue celebrar una rifa para participar de nuestra mesa de regalos. Eso significaba que nuestros amigos, en vez de enviar obsequios de boda, recibirían lo que desearan solamente por haber asistido a mis esponsales. Lo que nuestros amigos quisieran sería anotado en el libro de invitados.

No invité amigos pobres porque seguro no iban a saber qué pedir ni cómo vestir. ¿Cómo van a solicitar algo si no saben ni lo que quieren? Sólo puse en la tómbola los nombres de aquellas personas que Gordouuu piensa que en algún momento pueden serle de utilidad.

—Todo se hará como tú dispongas, Gordouuu —dije con el tono de la esposa más sumisa, no de México, sino de Afganistán.

La fiesta se realizará en el Bosque de Chapultepec, en el Alcázar del Castillo, solamente con empresarios e invitados VIP. Los usuarios de Telmex podrán acercarse al bosque para ver pasar de lejos nuestros autos, escuchar la música y admirar desde las vallas a las personalidades que asistirán.

 

 

Hoy es una fecha que ocupará un lugar en la historia. El gran día de la ceremonia. Voy rumbo a la Catedral en helicóptero. Todo lo que traigo puesto fue patrocinado por alguna marca: el vestido, por Eugenio Alzás. Mi tocado, aretes y anillos los regaló Lebow. La marca Matsumoto sobornó a los organizadores para ganar los arreglos florales, aunque dejé que mi amiga Bertitha realizara mi ramo, por supuesto, de azucenas. La boda de Gordouuu llevará el espíritu de México al mundo, por eso elegimos Banquetes Mayita, que servirá el mismo menú que se sirvió en las fiestas del Primer Centenario de la Independencia. Para hacer el consomé y las salsas se emplearon reses y terneras. Gordouuu quería sacrificar trescientas tortugas de la isla de Lobos pero no se lo permití. Mil truchas salmonadas se servirán esta noche.

—Amor, ¿acaso quieres que recuerden nuestra boda como un cataclismo ecológico? ¿Te imaginas si llegan hasta el bosque los encuerados raquíticos de Green Peace? Será mejor no dar lugar a ningún mal comentario sobre ti.

Se destaparán quinientas botellas de champaña Cordón Rouge, trescientas de coñac Martel y mil cajas de Anís del Mono para los usuarios de Telmex que ganaron su boleto. La bellísima mexicana María Asunción Aramburuzabala, que aún tiene acciones en la fábrica de cerveza más grande del planeta, va a poner varias pipas de “chela”, como dicen los pobres, las pipas recorrerán los barrios marginados a manguera batiente para que todo el pueblo pueda brindar por nuestra dicha.

No quise que el Santo Padre oficiara la ceremonia. Si viviera Juan Pablo II, él me casaría por la iglesia, pero no estando el beato no compartiré reflectores con nadie. El arzobispo Chedraui hubiera sido el elegido, pero murió. Me pareció más indicado que oficiara el Arzobispo Primado de México. Fui sorprendiendo a Carlos con cada una de mis sugerencias. Lo seguí enamorando.

Nos casaremos hoy a las siete de la noche en la Catedral, después volaremos hasta el Alcázar del Castillo de Chapultepec donde se celebrará la fiesta. Gordouuu y yo llegaremos a la isleta de Chapultepec como Odette y el Príncipe en el Lago de los Cisnes, en una hermosa góndola conducida por gondoleros traídos de Venecia. Todo se hizo como Carlos dispuso. Amo su poder y la profundidad de sus ojos azul euro.

Claro que hemos pensado en los pobres, todo lo que hace Gordouuu tiene un trasfondo altruista, por eso habrá mega pantallas para transmitir la fiesta minuto a minuto en el Auditorio Nacional. En el zócalo y fuera del Palacio de Bellas Artes. Invitaremos a los niños pobres con boletos gratis; desde ahí, el pueblo de México podrá observar, nuestra comida, nuestra ropa, nuestros arreglos florales. Les repartiremos lunch boxes, que amorosa y cristianamente donarán los herederos del piadoso padre del Osito Bimbo, don Lorenzo Servitje. Habrá sorteos de tiempo-aire para sus teléfonos. Cincuenta y dos millones de pobres podrán ver nuestra boda por televisión abierta. Ese fue un gesto de generosidad de Gordouuu: pudo haberla transmitido por cable, o por su canal de pago por evento, y no lo hizo. Pero estoy segura de que no faltarán los envidiosos que criticarán el magno evento. También se rifarán cenas en Sanborn’s. ¡Soy tan dichosa!

Desciendo del helicóptero en el primer cuadro de la ciudad. Camino con mis zapatos de raso blanquísimo —hechos a mano, con discretas incrustaciones de brillantes— sobre la hermosa alfombra roja que él mandó poner para mí. Piso con fuerza, todos los motivos de mi boda son rojos —como la pasión que él siente por mí— y blancos —como la castidad que le ofrezco.

Desde mi descenso escucho los acordes del Ave María de Schubert, interpretada por Olivia Gorra. Luces y cámaras me enfocan, los ojos de México y del mundo están puestos sobre mí.

Entre las bancas, veo las caras de nuestro presidente con su adorable esposa y su gabinete, otros jefes de Estado, diplomáticos, celebridades, pero sólo hay un rostro que me interesa, el de Carlos, que me espera al pie del Altar de los Reyes.

Lo logré, esto soy ahora, más que cualquiera de las reinas de la tierra, más que cualquiera de los gobernantes de este mundo, estoy a unos minutos de ser su esposa: la Señora Slim. Cuando llego hasta el altar, me extiende su blanda mano, no parece que perteneciera al hombre que maneja los destinos del planeta. Ahora es la mano de mi esposo. Me hinco en el reclinatorio junto a él.

No sé qué dice el clérigo, ni me importa. Lo escucho pronunciar rezos e invocaciones como las que yo pronuncié mil veces al mundo espiritual para conquistar a Gordouuu.

—Carlos, aceptas por esposa a…

De repente se escucha un ¡ahhhhhhhh! entre las bancas, proviene de nuestros invitados. Volteo y alcanzo a ver cuerdas que caen del coro de la catedral y de los altares. Pienso que es un gran detalle de Gordouuu contratar saltimbanquis para darle un toque medieval a nuestra boda. A la vez me distraigo porque comienzan a descender globos en el atrio de Catedral, globos que dicen Todo México es Territorio Telcel. Me pareció algo tan lindo…

Miro cómo del coro descienden unos… ¿Unos ninjas? ¿Terroristas? Esos individuos están vestidos de negro y apresuradamente comienzan un combate contra la guardia del presidente y el cuerpo israelí de seguridad de Gordouuu. Estoy anonadada. Entre las bancas veo descender a cuando menos veinte encapuchados, unos caen al batirse con el Estado Mayor Presidencial. El cuerpo de seguridad de Gordouuu trata de acabarlos y corren a protegerlo, los ninjas van cayendo uno por uno. Sin embargo, hay quienes alcanzan a llegar a la fila donde está el gabinete presidencial y comienzan a disparar un solo tiro en la nuca. “¡Están matando a los secretarios de Estado y a los legisladores! ¡Por la espalda, como a los traidores!”, se oye entre los invitados.

Los hombres del presidente hacen un esfuerzo por reaccionar y protegerlo, como es chaparro no les cuesta trabajo, igual que la guardia de Gordouuu. Ya no les importa sino sacarlos vivos de la Catedral. La confusión le permite a un ninja solitario correr y saltar entre las bancas, cadáveres e invitados. Llega hasta donde estamos Gordouuu y yo, lo alcanza, lo encañona, tiene su pistola apuntando a la blanda nuca de mi amadísimo Gordouuu. Estoy segura de que lo va a matar, pero aun así alcanzo a suplicarle: — ¡Déjelo que me dé el sí!

Le veo al ninja las manos enguantadas, son muy pequeñas, y el cuerpo muy flaquito, estoy segura de que es una mujer. Ella tira un disparo para aterrorizarme, le hace una seña a Gordouuu de que camine y vaya delante de ella. Es tan delgada que Gordouu la tapa por completo, pero todo el mundo sabe que lo mataría antes de caer muerta, por eso le abren paso. Yo me paro de frente al atrio dando la espalda al Altar de los Reyes y veo a mi Gordouuu entre el humo y aquella carnicería humana, lo veo caminar con esa pistola pegada al cuerpo.

Me arrastro sobre la alfombra que hace apenas media hora me viera pasar orgullosa; ahora ensucio mi hermoso vestido e intento seguirlos. Nadie se opone, yo no soy importante, a mí no me buscan porque no significo nada sin él.

Gordouuu va a paso presuroso, veo desde el piso sus zapatos y el calzado de la mujer. Ella lo obliga a subir a uno de los globos y mi Gordouuu se eleva, se eleva entre las nubes, se va, se va flotando, y se pierde en el cielo.

Siento lo mismo que cuando tenía cinco años y solté un hermoso globo blanco, entonces no sabía que los globos podían volar y mi globo se fue. Nadie pudo alcanzarlo, igual que ahora se va él.

— ¡No, Gordouuu no te vayas, regresa…!

No se oye mi grito entre la gente. ¡Cómo me voy a resignar si toda mi vida, minuto a minuto y en cada respiración, solo he deseado una cosa más que ser la esposa de Gordouuu! Y es ¡SER GORDOUUU! que ahora se ha ido para siempre