Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Generación Equis

Equis

Por Herles Velasco 

Marzo 2021

 

Cada generación tiene su propia voz, artistas que delinean realidades no siempre evidentes a primera vista y a quienes la historia da un lugar en alguna página de su colosal libro. La rebeldía ideológica, la revolución musical, entendida en su faceta más moderna, está representada por el sempiterno cuarteto inglés de los 60 The Beatles (con la guerra como parte de la escenografía),  y en la mente de muchos pareciera que antes de aquella gloriosa década nadie nunca se rebeló, musicalmente hablando. Mozart ya no suena sedicioso, aunque en la Europa del siglo XVIII, con el romanticismo y el Sturm und Drang, sí que lo era.

 

Hace veintisiete, cuesta pensar que han pasado tantos, se apagaba una de las voces generacionales más representativas, rebelde no solo en la tesitura sino también, y sobre todo, en actitud, hablamos de Kurt Cobain. Él mismo apago las luces del escenario del mundo de un escopetazo. Para esa generación (en la que me incluyo), y que algunos han decidido llamar la Generación X, Cobain encarnó otra cara del sueño americano, una que se acercó más a la que se tiene cuando se despierta de una pesadilla. En su historia, convivían realidades terribles, comunes a la de tantos jóvenes (a pesar de que Reagan procuró maquillar de tonos felices aquella década en América), esas en las que sobran pobreza, inestabilidad familiar, drogas, desasosiego y un largo etcétera; Cobain es el antihéroe que anunciaron los románticos.

 

Kurt se convertiría de la noche a la mañana en el ídolo-genio del rock “sucio”, o Grunge, género que inició con Cobain y una camarilla de rabiosos adolescentes en Seattle. Un veinteañero que pasó de dormir en la sala de espera de un hospital en Aberdeen a hacer giras mundiales junto a su banda a la que llamó, no sin ironía: Nirvana, concepto que en las filosofías orientales significa la conclusión del sufrimiento; literalmente: un apagarse.

 

Cobain logró dejar atrás el anonimato y las condiciones que lo tenían prácticamente en la indigencia, le estaba dando voz a una desesperanzada generación. A pesar del éxito, Cobain cantaría algunos años después, en una estrofa de la canción Frances Farmer: “I miss the comfort in being sad” , era pues una lucha, la de darle voz a los 90, que parecía no valía la pena ganar.

 

En algún sentido, la figura de Cobain no es muy diferente a la de otros íconos que se han levantado contra el llamado establishment, incluso muchos de ellos coinciden en su fatídico final. Pero lo que diferenciaría a este despreciado género musical y a Cobain de la abrumadora mayoría de rebeldes, es que la contracultura que abanderaba al Grunge no pudo ser absorbida, o domada en su totalidad como ha pasado con casi toda contracultura que termina por volverse parte del discurso de la cultura oficial, sin quitarle del todo lo insurrecto, que es parte de su atractivo. Basta pensar en rebeldes de la historia como el “Che” Guevara o el Subcomandante Marcos, figuras rebeldes, y en consecuencia ideales, asequibles hoy en las boutiques.

 

Un hombre rebelde es aquel que dice verdaderamente “no”, dijo alguna vez Camus, y el “no” del Grunge sigue siendo, después de más de tres décadas, rotundo. Aun siendo conscientes de que éste salió de las esquinas más oscuras de Seattle para volverse popular, que se esparció por el mundo gracias a la cadena de videos musicales de la mítica MTV, y que a pesar de lo que MTV significa (una tremenda maquinaria para adoptar modas) no llegó a volverse una excusa elitista para acallar conciencias a través del fashion. Nevermind y las camisas de franela nunca fueron “totalmente palacio”.

 

No hay que olvidar que lo que hace atípica a la Generación X es que lo vivió todo, de manera vertiginosa: pasamos de los acetatos al streaming,  y antes a las cintas magnéticas, el cd y los efímeros minidiscs; la caída del comunismo, la  reunificación de Alemania y toda la revolución del mundo conocido que trajo consigo; que pasamos del más duro regionalismo y las compras de fayuca en el tianguis, a la globalización y Amazon; de los amigos de la cuadra, al Facebook; de la cascarita en el barrio, al campo de batallas en línea codo a codo con algún sueco asignado al azar por cierta inteligencia artificial.

 

La Generación X conservó, dentro de aquel enmarañamiento de ideas, algún héroe incorruptible, víctima (¿qué héroe no lo es? ) de su tiempo, en la figura del paria cuyo talento, dicen, nada tenía que pedirle a Lennon o a Rimbaud. ¿Es Cobain el ícono más auténtico de una aturdida Generación X? Hemos olvidado a muchos “líderes” del siglo XXI  en menos tiempo.

 

herles@escueladeescritoresdemexico.com