Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Gatos en mi cabeza: Qué horrible

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Por Ethel Krauze

16 Octubre 2020

Qué horrible es ser un comprador de libros, un consumidor de la industria editorial. Qué horrible es la rivalidad por premios, becas, publicaciones, ferias, likes y otras imposiciones de la industria tecnológica.

Qué horrible es ser un engranaje de una industria que quiere ganancias económicas como objetivo principal.

Qué horrible es tener que plegarse a las modas y los convenios comerciales a la hora de ponerse a escribir.

Qué horrible es saber que es horrible y aun así seguir ahí, en esa horribilidad sin puerta de salida.

Pero hete aquí que se aparece, de pronto, desnuda como es ella, impúdica y febril, atronadora, irreverente, a masacrarte el alma con su lanza, la señora Poesía. La dueña de la vida y sus misterios. La palabra más pura y más perversa, la que tuerce el sentido de las cosas de todos los días; aquella que uno barre cada mañana debajo de la alfombra, no sea que vaya a hacer un tiradero con su desmesura y desparpajo para decirle pan al vino y vino al pan.

La señora Poesía se levanta del pantano y se quita las moronas. Emerge del basurero de la inmediatez y el consumo, para decirte lo idiota que eres al cerrar los oídos, atándote al mástil, para no dejar tu pobre ruta de mendigo de la vida en medianía.

La señora Poesía siempre aparece en el lugar menos pensado, en el instante más inoportuno. Trae su plan escabroso y te quita el cojín bajo el asiento.

Te dice: a mí no me compras, insensato. A mí, me reverencias. No eres mi consumidor, yo te consumo. No eres, siquiera, mi lector: eres mi siervo.

Entonces, cuando esto ocurre, el mundo se detiene en un instante transparente del aire para existir como un diamante. Las cosas giran en redondo, y el sentido es claro, inmarcesible. Todo lo entiendes.

Qué horrible es esto no pase de manera natural, a pesar de que ahí está ella, esperándote, la señora Poesía. Qué horrible es el camino de piedras que nos hemos construido para llegar a ella.

Qué horrible, insisto, es que te digan que la poesía no se edita porque no se vende, y no se vende, porque la gente no la consume.

Qué horrible es que se piense que la poesía deba venderse, consumirse y el número de ejemplares comprados signifique el veredicto de la historia contemporánea para la poesía.

Qué horrible es que tanta gente ande buscando compartir en las redes PDFs de los poemas que se comentan, qué horrible es que haya tantos poetas cuyos libros se han agotado hace años, en ediciones minúsculas y que no haya forma de revivirlos en el alma de los anhelantes lectores.

Qué horrible es saberlo, y tener que aceptarlo, porque la ley del mercado es la que manda hoy por hoy.

Sin embargo, la señora Poesía, sale con el brazo levantado, de cuándo en cuándo, como en este Premio Nobel de literatura 2020, en la figura de Louise Gluck y su mirada prístina sobre la intimidad y la ternura. Algo que nos hace falta a todos, sin dudarlo.

Qué horrible que ya se estén haciendo cuentas del precio de las nuevas ediciones, traducciones y campañas de la autora, mientras ella, la señora Poesía, se ríe de nosotros, no sé si con tristeza o con desdén.