Eve Gil / Festival Internacional de Poesía por el Agua
BREVE ENSAYO SOBRE EL AGUA
Por Evelina Gil
Diciembre 2023
¿Qué es un escritor sin las palabras? ¿Qué mayor desesperanza que extraviar su significado (o extraviarse en este); que se tumoricen en el cerebro, volviéndose en tu contra como si te desconocieran? Y cuando tu cerebro no alcanza la tregua del más elemental entendimiento, ¿en qué piensa? Agua/Caleidoscopio. En todas sus variantes y tonalidades. Regresión al vientre materno, más que lecho de muerte. Desconfiada hasta de su peso corporal, demasiado leve para no confundirse con alargada rama o colchón de hojas muertas, la mujer realizó el tramo de su casa hasta el río entre ligeras pausas para recolectar piedrecillas que se cruzaban en su camino y no se contentó hasta colmar de ellas los bolsillos de su suéter. Se descalzó a la orilla del río y permitió que la corriente cargara con todo lo que no podía aceptar ni tolerar del maldito mundo. Que arrastrara, diría T.S Eliot, sus huesos en susurros. El agua le dio sentido y orden a las palabras que, también suicidas, se diluyeron en la tinta del frasco abandonado sin tapar. En el imaginario femenino, el cadáver de Virginia Woolf, tristemente despojado de una corona de flores, se desliza plácido bajo la corriente, con el reverberar de unas mechas rojizas, como destellos de cabeza de gorgona dormida que, en lontananza, se confunden con carpas doradas.
Las voces arrastraron a Virginia a confundirse con la naturaleza, más a modo de refugio que de suicidio. Alfonsina necesitaba un desmesurado abrazo que la compensara por todos los negados a través de su vida. Cuando intuyó que solo la inmensidad el mar se lo podría brindar inició su caminata interminable, corazón a tope, como el de una doncella que avanza hacia su primer lecho de amor. La necesidad de Safo de Mitilene, mucho más urgente, la empujó desde una roca para volverse una con la espuma que te cubre contra los estímulos no deseados de esta vida. Como si volver cómplice al agua ennobleciera la muerte, lavándole el estigma de “suicidio”. Al precioso Shelley lo subyugó una corriente al volcarse su barco en el golfo de La Spezia. Muerte no buscada ni querida que, no obstante, creó un nuevo remolino de palabras, nunca estrenadas; intuidas, apenas, por la viuda Mary, también escritora, que recibió, a modo de consuelo, el descarnado corazón que alguna vez se aceleró por ella. Es posible que en eso pensara el diplomático mexicano José Gorostiza al contemplar distraído un vaso de agua a medio llenar, pluma al ristre sobre unas cuantas hojas membretadas cuyo propósito era albergar memorandos en esa lengua arcana intercambiada entre terrestres que no se importan, y terminó escribiendo, fija la mirada en aquella promesa de inmortalidad; algo sobre una rotunda flor de transparencia al agua y libertad enardecida cuya silueta se ciñe al interior del recipiente que, igual, pudo acunar a una efímera rosa.
Las palabras son fluviales. Resbaladizas y cartilaginosas. Colisionan con nuestros micro universos, desencadenando tsunamis de los que, eventualmente, conseguimos emerger. No afirmaría contudente que el cerebro esté directamente relacionado con la inspiración o con el impulso creativo, pero es un hecho que dentro suyo fructifican y cohesionan las ideas. Nuestros cerebros son acuosos, movedizos, uterinos. La proximidad del agua es inherente al estado de creación/gestación. Ningún sonido distiende tanto al espíritu como el fluir de un río o el brotar de una fuente; el eventual chapoteo de las ideas confundido con subrepticio coleteo; tintineo que evoca el aterrizar de una moneda a una fontana medio seca, evocadora de buena fortuna. La poesía posee aletas, branquias y espinas; escultórica criatura submarina capaz de tragarnos con ternura y mantenernos cálidos y sempiternos: ajenos al mundo terrestre, tan colmado de monstruos y contradicciones.
Cúbreme, escóndeme, cállame,
como alguna vez clamó el clarividente Poeta
que quería bajar al pozo para no ser encontrado;
lame una a una las palabras moldeadas en mi carne,
envuélveme con tu tibieza madre,
impide que regrese a la orilla,
reordena estos ineptos versos bajo el timo de la luna,
como hiciste en favor del loco Li Bai,
cíñeme con jacintos, juncos y vagabundas verónicas,
y una ristra de nenúfares al cuello,
y no me permitas volver a despertar
sobre la apatía de la tierra:
retenme, por Sequanna te pido,
cavernosa,muelle entraña:
El Agua.
EVE GIL
Narradora, ensayista y periodista cultural sonorense. Estudió literaturas hispánicas en la Universidad de Sonora. Becaria del FECAS-Sonora 1993-1994 y 2004-2005; y del FONCA en la categoría de Jóvenes Creadores 1995-1996. Mención honorífica en el Certamen Nacional de Poesía Anita Pompa de Trujillo 1993. Premio La Gran Novela Sonorense 1993 por Hombres necios. Mención honorífica en el Concurso del Libro Sonorense 1994, género dramaturgia, por Electra Masacrada. Premio Nacional de Periodismo Fernando Benítez en 1994, Premio El Libro Sonorense 1996 por El suplicio de Adán. Mención honorífica en el Certamen Binacional de Novela Border of Words 2001. Premio El Libro Sonorense 2006 por Jardines repentinos en el desierto. Paisaje y carácter sonorenses en la narrativa mexicana del siglo XX. Premio Nacional de Cuento Efraín Huerta 2006 por Sueños de Lot. Autora de las novelas Réquiem por una muñeca rota, Cenotafio de Beatriz y Virtus y el ensayo publicado por Difusión Cultural de la UNAM, La nueva ciudad de las damas. Ha publicado una serie de novelas con el tema del manga japonés como Sho-shan y la dama oscura (2009, llevada al cine por Carlos Preciado Cid), Tinta violeta (2011) y Doncella Roja (2013), destacándose con gran éxito por lograr una temática novedosa en nuestra lengua. Tiene a su cargo la columna Biblioteca fantasma, en La Jornada Semanal. En 2018 se reeditó El suplicio de Adán a veinte años de la censura oficial que obstruyó su llegada a los lectores. Fue miembro del jurado del Premio Nacional de las Artes 2017 en la categoría Lingüística y Literatura. Sus libros más recientes son Evaporadas, las chicas malas de la literatura (Nitro Press, 2018), que figuró en cuatro listas de los mejores libros del 2019, la novela-reportaje Borrada de Dublín (Camelot, España, 2019) y la novela La cuarta Bronté (Kolaval, 2021). Es miembro del Sistema Nacional de Creadores desde 2021.
Esta publicación se realiza bajo en el marco del Festival Internacional Poesía por el Agua 2023, un evento dirigido y fundado por el escritor mexicano Ulises Paniagua, Revista Anestesia es coorganizadora de esta celebración.