Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Eroshima

Autor: Andrés Cisnegro

Noviembre 2021

 

 

Canción primera

 

Te abro las puertas de mi corazón

para que seas libre

para que salgas volando.

 

Ella era una bomba de explosión masiva.

Una sucesión] igual que las olas [

de orgasmos. Diluvios.

En su mirada el deseo era un par

de dragones asfixiándose

en las mareas del miedo.

 

Sin embargo, poco a poco,

las cadenas ya serpientes,

tentáculos que culminan en besos.

 

Su boca era el cosmos,

y sus palabras un río:

un ansia de viajar. De saciar esa aventura

de ser el viaje mismo. Ella era todo,

a excepción de la nada.

 

 ¿Entonces por qué la noche

era un muro en vez de un mar

para ella? ¿En qué momento

quién la había convencido

que estaba presa?

 

Y motivada todos los días

hacía más fuerte la caja

al luchar contra ella.

Ella la hacía existir.

Y el cuerpo que era todo,

también era su excepción.

 

Caída en el sueño

salió del estanque de la angustia.

Desnuda ante las estrellas vio

en ese instante su vestimenta de luz.

 

Sus piernas en vez de raíces

se habían vuelto cadenas.

Sus manos en vez de alas, sujetadores.

Su corazón en vez de mente, mito.

Claramente logró ver que ahí

nada era su cárcel.

O excepción de ser.

Supo que esa ventisca que la hace rabiar

cuando alguien desea algo que no sea ella,

era una de las fuentes de su desdicha,

pero sobre todo de su rendición.

 

Te abro las puertas de mi corazón

para que seas libre

para que salgas volando.

 

 

 

Nota continua o apéndice de la primera canción

 

Anotó en una libreta, aún sin nada: “Los celos son un ocultamiento (en función de la culpa) de la propia experiencia y su natural desenvolvimiento. Todos hemos aprendido de otras personas. Somos también esas personas que nos han formado. Y que nos siguen formando en función de ‘nosotros’. Los celos son ese secreto temor a experimentar los propios deseos”.

Pero si el “deseo” era resultado de una mentira ] es decir una fantasía para soportar la realidad [ entonces el problema de fondo era la ‘verdad’. Anotó: “La verdad es un acto de respeto a uno mismo. Es la fidelidad del acto en sus tres dimensiones: conciencia-palabra-acto. Cuando mientes a alguien le estás dando el poder de ‘intimidarte’ de ‘ocultarte’. Y al mismo tiempo tu acción deriva en reprimirte y manipular (timar) al otro en favor de un ‘interés-temor’ propio. La verdad es legible más allá de las palabras y cuando uno engaña el otro es su cómplice por omisión.

Es decir el otro también se autoengaña”. Luego permaneció en silencio hasta que se levantó de la cama. Ella era el principio de una explosión. Una flor de sucesos infinitos. La manta que brilla cuando giran los extremos de una cuerda y forman una espiral discursiva ] ese plano de picos variables [ Era una bomba a punto de encender. Ella era Eroshima, sin embargo el destino que ella misma se construiría, era el “no tener nombre”.

 

 

Segunda carta

 

Ya sin nombre, Eroshima se encontró en su cuerpo. Oscura. En el hirviente silencio de la noche, con las cortinas aún cerradas. Se acercó a su párpado, y levantó el labio con su lengua, y brotó una mirada radiante. Una cauda infinita de luz atravesando el espacio sidéreo. Y en sus pestañas el néctar del placer. La sal de las emociones. El mar.

Tocó la rugosidad de un árbol. Arañó la transparencia de un cristal. Separó las piernas y subió en una yegua blanca. Acarició al lobo negro, únicamente sostenido, del rojo de sus propios ojos. Besó el caparazón de una tortuga y se hizo al viaje. Fractales de rombos arcoíris. Triángulos entre sus dedos y el umbral expandiéndose entre el río de la sique conmocionada ante la intemperie. Un manantial era su cuerpo entero. Una burbuja de límites flexibles, que si se estiraba alcanzaba a tocar el contorno de otras frecuencias líquidas. ¿Una exhalación de la tierra? ¿El sueño de los árboles, soy?, escuchó argüir a una de sus voces.

Lejos del pecado. Del sufrimiento asfixiante de la culpa e irreversiblemente distante del confort, se palpó los senos para sostener la balanza de su fuente. La directriz de su trayecto apuntaba hacia un horizonte aún nebuloso, pero todos los vectores de su ser arrastraban su carruaje de carne hacia ese deseo irresistible. Y el calor de la súper nova la hizo sudar a tal punto, que no distinguía los jugos del fruto del placer, aún ardiente en la yema de sus dedos, o el agua dura que emana de la tensa fuerza de un cuerpo que se desplaza a la velocidad de la luz. ¿Soy pensamiento? ¿Los pensamientos son carreteras de la luz, o son luz misma? ¿Mis emociones tienen esqueleto? ¿Si están en mi mente, es porque yo las genere, o ya venían configuradas por los infinitos ancestros aún trémulos en las células? ¿Son perros hambrientos que dejé encerrados en una zotehuela? O canciones que algún hechicero fabricó en masa para dormir a los trayectos, dudó.

Eroshima pisa el agua helada del tiempo. Pasa de puntitas sobre ella. Una flor le grita un verso, pero no alcanza entender lo que dice. Sólo entiende, algo así como “xplazate”. Salta al otro río. Deja que tus manos toquen más allá de tu cuerpo, el denso tizne que le rodea. Serás fruta de un molino ] sonríe [. Piedra vuelta musgo entre la broca de una lengua. La suavidad de una ola reverberante de un ser que nada. Arena en forma de tornado. ¿El ruido que intenta contener una palabra? ¿Por qué mi corazón se desborda cuando lo roza la insistente boca de todo lo que me contiene? ¿Es normal sentir en cada poro un beso?

 

 

 

 

 

Andrés Cisnegro, pseudónimo de Andrés Cisneros de la Cruz. Ciudad de México, 1979. Poeta, ensayista y editor. Impulsor del Debate Abierto de Crítica Poética, 2013 (en colaboración con Casa del Lago) y del Torneo de Poesía (Adversario en el cuadrilátero), los Miércoles Itinerantes de Poesía y el Premio Latinoamericano de Poesía Transgresora. Colaborador del programa Luces de la ciudad (en la Hora Nacional) y Radio Etiopía. En 2017 realizó la Caravana Nacional de Poesía Colmillos de Musgo, que recorrió en noventa días tres localidades por cada uno de los treinta y dos estados de la República Mexicana, documentando movimientos independientes de poesía. Como periodista fue parte de la mesa de redacción de El Universal y El Independiente, y colaborador de la revista Bucareli 8 y Chilango, así como investigador de poesía especializada, para la Gran Fiesta Internacional Ajedrez, UNAM 2012. Le fue concedido en 2016 el reconocimiento Prometeo Sur (Premio al Fomento de la Cultura, la Ciencia y el Arte), así como el reconocimiento a la trayectoria literaria por parte de la Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de México y las Casas del Poeta A. C. en 2019 y en 2020, el del Consejo Nacional de Escritores Independientes, por su obra poética. Segundo lugar en el Certamen Internacional Relámpago de Poesía Bernardo Ruiz, 2008; mención honorífica en el Concurso Nacional de Poesía El Laberinto, 2004, y en el Concurso Nacional de Poesía Jaime Sabines, 1999. Segundo lugar en Premio Nacional de Poesía Temática Tinta Nueva 2011. Han sido publicados más de quince títulos de su obra reunidos en Camisa de once varas (Blanco Móvil, 2021). Recién fue publicada una selección de su trabajo poético bajo el título de Zarrapastra, mapa de obra (400 elefantes, Nicaragua, 2021) y La perra láctea (Cinosargo, Chile, 2020). Está incluido en más de sesenta antologías de poesía y ensayo a nivel nacional e internacional. También ha colaborado en suplementos y revistas de México, Argentina, Uruguay, Bolivia, Portugal, Venezuela, Nicaragua, Chile y España. Su poesía ha sido traducida al náhuatl, francés, tzotzil, inglés y portugués. Actualmente es operador del proyecto múltiple Cisnegro. Lectores de alto riesgo y editor online de la revista Blanco Móvil.