Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

El victimismo institucional

 

Por Herles Velasco

Octubre 2021

 

 

Tuve la mala fortuna de escuchar un par de entrevistas a la jerarquía católica con respecto a la descriminalización de la mujer relativa a la interrupción del embarazo; y los argumentos no pudieron ser más desatinados. Una institución (que pueden ser más) se esfuerza por ser la víctima de los acontecimientos. Las reacciones de mis amigas feministas, que siempre hay que preguntar a los ofendidos del victimismo (es decir, a las verdaderas víctimas), su opinión. En general la conclusión es la misma: “los mismos que provocan aquello de lo se quejan, resultan ser las víctimas”, podríamos parafrasear más de un verso de Sor Juana aquí; por supuesto, todos estos argumentos  ocultos tras verdades a medias, visiones sesgadas que no toman en cuenta a la otra parte y la constante señalización. Es larga la literatura psicológica y psiquiátrica que ha definido desde hace mucho tiempo cómo funcionan estos mecanismos en las personas que adoptan estas actitudes y que se puede traslapar a lo macro: “transformación de la ira en miedo”, “manejo equivocado de la frustración”, “una creencia irracional de lo que creen es justicia”, “autopercibirse como una persona recta (elitismo moral)”, “constante rumiación de las supuestas ofensas recibidas”, “el argumento de que como hay más personas ofendidas con los hechos y mucha gente que me da palmaditas en la espalda y me anima, debo estar en lo correcto”, “la negación de que eso es victimismo” y un larguísimo etcétera.

En los hechos, las cosas son muy diferentes: las creencias personales deberían, si son fuertes, quedar intactas ante legislaciones que no apelan a obligar a nadie a adoptar una moral en la que no cree, pero que le dan oportunidad a las que coinciden con actuar en consecuencia sin revictimizar y castigar a la verdadera víctima. Uno de los argumentos fue que al despenalizar a la mujer se anima a los violadores a seguir violando, literalmente. El victimista se ve a si mismo como alguien que ayuda, aunque hay que decir que estas actitudes llegaron también con la posmodernidad: si ayudo a alguien más con mi victimismo, entonces mi estupidez se valida y justifica, y vienen más palmaditas en la espalda. Al final, lo que está pasando con estas instituciones más bien morales que legales es que a diferencia de las segundas, las primeras sí que quieren influir en la moral de quienes no piensan con ellas, y ahí sí que hay un peligro por la intención tácita de moralizar desde una perspectiva muy específica. Pero esta institución (e insisto, no es quizás la única) a la que aplican todas las definiciones que aplican a la persona victimista, no puede, por obvias razones, argumentar como lo hizo en el oscurantismo (insisto, la posmodernidad), estas entrevistas dejaban ver que su intención era la de señalar “intuitivamente” a los médicos, más que a las mujeres, y entonces los que merecen el castigo ellos porque, cito: “no estamos de acuerdo en que la cárcel para las mujeres que abortan sea la manera de hacerlo” hay una cobardía ahí y una más en no animar a preguntar a quien se ataca ni a quien van dirigidos otros ataques para conocer la visión y argumentos de esa otra parte, típico del victimismo.

Lo cierto es que ya no hay vuelta atrás a estas decisiones, aunque hay que decir que muy recientemente también se aprobó la negativa del personal médico por razones de conciencia, lo que de alguna manera cubre más de un flanco. Hay batallas que ya se ganaron y qué bueno, todavía quedan recursos jurídicos contra los victimistas que han cometido errores de primaria al decir cosas que afectan directamente a personas específica, pero a la iglesia le sobran recursos para enfrentar demandas. Mientras el tema se cierra (cosa que no esperan los victimistas) hay que celebrar a las verdaderas víctimas de todo este quilombo que han empezado a ser escuchadas desde lo legal y no lo moral y que hoy van un paso adelante.

 

herles@gmail.com

 

 

 

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