Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

EL VELORIO

ILUSTRACION el velorio

Autor: David Becerril

16 Abril 2019

 

Es casi media noche. Hay más de cien personas en el velorio. La mayoría es la descendencia del difunto que murió después de sufrir la agonía de no poder moverse cuando una embolia paralizó la mitad de su cuerpo. Doce fueron sus hijos legítimos y al menos otro tanto anda por ahí llorando por la muerte de un padre que nunca les compartió el apellido. Ante la muerte del patriarca, se desata una feroz batalla para saber quién se queda con qué. La realidad escupe en el cadáver que yace en el féretro, inmóvil e incapaz de intervenir en la riña que sostienen sus hijos con el pretexto de exigir su derecho de reclamar varias parcelas en el campo, algunos animales, un par de casitas y algunos pesos que en vida logró ahorrar el difunto.

De repente y de manera pausada entra al patio de la casa una mujer cuyo rebozo deshilachado cubre las incontables arrugas de su rostro y apenas deja que se asomen algunos hilos gruesos y amarillentos que se desparraman de su cabeza, mas los intensos ojos negros se posan en cada uno de los hijos del difunto que pelean por el reparto de la herencia…

—Cuando los hijos de un padre muerto pelean, lo único que hacen es invocar al demonio.

Luego comienza a caminar apoyada en un grueso bastón de madera. Su largo vestido negro se arrastra en el piso pero todos en el pueblo saben que a esa vieja, le falta una pierna, porque hace muchos años se la arrancaron con un disparo de rifle de retrocarga cuando pretendía robarse a un bebé del regazo de su madre. Que hace muchos años la vieron con su cuerpo cubierto de fuego, dando saltos en las afueras del pueblo. Que en un ritual dedicado al demonio, y dando brincos en una enorme fogata, la mujer se ponía las patas de guajolote o su disfraz de plumas negras con el que espiaba las casas donde había algún recién nacido. Y los del pueblo saben que sus correrías terminaron cuando el difunto le arrancó una pierna de un disparo con tal de salvar a uno de los hijos que ahora y en pleno velorio, pelea la herencia.

El conflicto entre los hermanos, la vieja bruja y los gruesos cirios custodiando el féretro y que se tuercen de repente como si no resistieran el fuego que sostienen, son sólo el preludio de la llegada del demonio…

Los perros aúllan. Lo mismo da que sean de casa o callejeros pues todos ven, oyen, huelen o sienten la presencia que se pasea por las calles de ese viejo pueblo. El lomo de los animales es la manera que tienen para decir que el maligno, ha llegado.

Las mujeres que rezan el rosario sienten de pronto la urgencia de elevar sus plegarias con más intensidad y olvidan que las oraciones son para el descanso eterno de esa alma huérfana, pues ahora rezan con la intención de ahuyentar al diablo.

Pero no logran su objetivo. El ente del infierno arriba al velorio y provoca pánico en las personas. Las luces se apagan y las ráfagas de un viento misterioso y potente araña cada rostro que se atreve a penetrar en esa oscuridad que lo ha envuelto todo. Luego escuchan una carcajada triunfal porque el demonio sabe que esos terrenos llenos de ira, son su territorio.