Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

EL MAL CÓMO LO AFRONTA UN HÉROE

sapo soñador

El Mal Cómo lo afronta un héroe

Calas en la narrativa de Jesús Trujillo

Autor: José Luis Bernal

“La vida es un asunto desagradable: he decidido pasarla reflexionando sobre ella”. Arthur Schopenhauer.

Jesús Trujillo, (11 de diciembre de 1975, Guanajuato). Allí vivió los primeros once años de su infancia. A los diecinueve años, sufrió un ataque de poliomiositis que lo paralizó de cuerpo entero, reduciéndolo a una silla de ruedas. Tiempo después, empezó a entregarse primero a la lectura y luego también a la escritura de sus obras, labor muy fatigosa, pues escribe con la boca, mediante una herramienta de su invención. Ha escrito más de cien cuentos, veinte fábulas, seis novelas. Es licenciado en Psicología organizacional y Maestro en Docencia por la Universidad Tecnológica Latinoamericana (UTEL), y dicta conferencias en las que comparte su testimonio de vida.  Aquí hablaré de El Sapo soñador y otros cuentos del mismo soñador y de El soldadito valiente, una novela infantil. Ambas obras han sido publicadas por UTEL.

El sapo soñador… consta de ocho cuentos. Comento los dos primeros. Un sapo y un ajolote habitan un pantano pestilente, rodeados por un bosque poblado de animales. El Sapo cuenta una y otra vez la misma historia: él no es en un sapo, es un Príncipe que fue encantado por una bruja malvada. Pero un día vendrá una bella Princesa a besarlo y librarlo de ese cuerpo en donde  está recluido. Los animales del bosque se burlan de él y de su fantástica historia. Sólo le cree el Búho, quien afirma que su amigo no es “ningún loco, es un Sapo soñador” (p. 13). Ante las burlas,el Sapo aguanta, conserva la calma, y considera aún sus amigos a los animales que lo ofenden. Con el tiempo, su cuerpo se deteriora. Sabiendo que pronto morirá, le entrega al ajolote la última lección: “la vida es un sueño que tú controlas y tú eliges entre la hermosa fantasía o la gris pesadilla que deseas vivir”, (p. 16).

La Princesa Glamorosa es  el segundo cuento. La protagonista es la Princesa Alejandra, que adora ponerse los vestidos más bellos y lucir hermosas joyas, costumbre que le ha ganado su sobrenombre: Glamorosa. Tanto la obsesionaban los vestidos y joyas, que había hecho cambiar la consitución del reino. En los tiempos en que  gobernaron sus padres, la belleza se evaluaba por el amor que albergaba el corazón de los gobernantes, y en su reinado, por las joyas que adornaban el cuerpo. Por su belleza, tenía “miles de pretendientes”.Todos adulaban su “belleza (riqueza)”; y ambiciosos, pretendían obtener su mano. Así que se volvió un problema para ella, desde que tenía quince años, decidir con quién se casaría.Tenía pesadillas  y se despertaba angustiada, abrazando sus joyas. “¿Qué sucederá si hago una mala elección?” Se preguntaba, víctima del cambio de constitución que ella misma había ordenado. Al morir sus padres, se aficionó a una joya: “Un relicario en forma de corazón chapado de oro macizo, con […] incrustaciones de piedras preciosas, pero que al abrirlo no contenía nada en su interior” (p. 20). Empezó a sentirse vacía como ese relicario. Sin embargo, ignoraba que el espacio vacío del relicario contenía  el amor que el pueblo había sentido por su padre, y que éste había sentido por ella. Su mirada, dirigida hacia lo material,no veía las cosas del alma. Cuando cumplió dieciséis años, en la Corte hubo una gran fiesta. Los pretedientes aprovecharon para adularla y tratar de enamorarla, mediante la única manera que sabían, ofreciéndole joyas. Entre los miles  de regalos, hubo uno que la cautivó, era una piedra semejante a un diamante. La princesa, fascinada, la mandó incrustar en su corona. Primero los Consejeros reales y luego muchas otras personas, le desaconsejaron usarla, siendo del parecer que era “muy vulgar” (p.  22). Hasta que uno de los consejeros se atreve a decirle que, si insiste en seguir luciendo esa joya, el pueblo la derrocará. El pueblo entero, en efecto, se burlaba de lo mal que lucía esa joya. Ella se pregunta si el pueblo había perdido la capaciad de distinguir la “belleza (riqueza)” que “en el pasado los llevó a elegirla”. (p. 26). Meditativa, recordó que acompañaba esa joya una mensaje con una dedicatoria: “Para mi niña hermosa, de lo más profundo de mi corazón”. (idem). Un paje le informa que el autor del envío de esa joya y la dedicatoria era un ermitaño floricultor. Ella lo busca. Lo encuentra. Él la convence de que cambie de valores en su corazón. Ella duda, pero al final acepta la verdad: se había desviado del camino del bien y del amor, que le había sido inculcado por sus padres; y el resultado había sido que ahora el pueblo quisiera derrocarla. Pues como le dice el ermitaño, “en tiempos pasados no se llegaba a ser rey por las ropas que vistieses o por las joyas que engalanaran tu cuerpo, sino por el amor que hubiese en tu corazón” (p.28). La princesa se  arrepiente de su error. Pregunta cómo puede rectificar su yerro. “Anulando esta constitución, y volver a la antigua”(p. 29), le dice el  ermitaño, quien le recomienda que promueva el cambio de constitución, que luche por sus ideas. La princesa promete regresar al Palacio a tratar de enmendar el error cometido. El desenlace de la historia queda abierto.

El soldadito valiente es una novela para niños. En sus quince capítulos que recorro a zancadas, evoca libremente los tiempos decadentes del Imperio romano, ya en época cristiana, y el cambio de los valores guerreros de ferocidad, ambición y venganza, por los valores cristianos encarnados en Josué, un niño judío de trece años, que ha sido mandado a completar una legión del ejército en campaña contra los bárbaros y sus ricas tierras. Su superior, el rudo Pompeyo, lo maltrata a más no poder, al no tolerar que le hayan asignado a un niño para completar sus tropas.

Comienza la  marcha hacia el teritorio enemigo, “con dirección al norte del imperio” (p. 8). La caminata es brutal para Josué, quien no es el único niño, pues hay otros, y también jovencitos entre la soldadesca. En su sufrimiento, él  acude en sueños al momento en que la leva lo separó de su familia (p.10).  Días después las tropas llegan a donde el César quería (p. 15). Comienzan a patrullar la frontera. Entre maltratos, entrenamientos aburridos, los pocos momentos de descanso y una raquítica dieta, Pompeyo les narra sus hazañas. Pronto llega la batalla. El objetivo, un caserío de madera y paja que es incendidado. Sus habitantes salen tratando de evitar el fuego “sólo para morir atravesados por una espada” (p. 26).

Al final del asalto, Pompeyo obliga al niño a matar a un sobreviviente que había quedado mal herido (p.26). Llega el invierno. Mientras, la frontera romana había avanzado más hacia el norte. En medio de la nieve, al sentir repulsión por ser soldado, Josué se refugia de nuevo en el recuerdo de su madre y hermanas. Un día, los romanos sufren un ataque feroz del enemigo. Muchos mueren. Pompeyo y otro soldado son heridos.  Josué sólo es derribado y se finge muerto. Por la noche, Pompeyo habla con él y le da instrucciones para huir. Él tiene una pierna fracturada. El otro soldado se despide de Pompeyo. Huirá llevando al niño. Éste se niega a dejar a Pompeyo a merced del enemigo. Discuten. Josué se queda con el herido. Arrastrándolo, lo pone bajo un enorme árbol. Llegan muchos guerreros que rodean el árbol. Pompeyo y el niño tienen miedo. Ignoran que ese árbol es venerado como un dios por los bárbaros. El soldadito se dedica durante muchos días a curar y alimentar a Pompeyo. A diferencia de éste, que no ve más allá de la violencia de matar o morir, el soldadito tiene en su interno una consigna diferente: “un guerrero siempre luchará por su vida, sabiendo que mientras ésta persista, no morirá su causa” (p.41). Varias veces los enemigos pasan frente al árbol. Hasta les hacen reverencias a los desvalidos legionarios, quienes ignoran que el árbol es sagrado.

Crudo avanza el invierno, entre las blasfemias de Pompeyo y la firmeza eperanzada de Josúé, que saliendo varias veces del refugio, pone trampas para cazar animales que les proporcionarían alimento. Sólo días después, casi muriendo de hambre, obtiene un conejo. Pasando las de Caín, por la nevada, vuelve al refugio y con la presa, simplemente hervida, Pompeyo y él se alimentan. El mal humor de Pompeyo dequicia un poco a Josué.  En peligro de muerte, el soldadito conserva su fe, mentras el pesimismo de su jefe le hace más difícil la lucha por la supervivenciaa de ambos. (p.79) En tamaña adversidad, ocurre un milagro. Otra vez están muriendo de hambre bajo las tormentas de nieve, cuando sucede que los pobladores del lugar se acercan al árbol que les sirve de refugio y depositan en torno una gran cantidad de alimentos, con los cuales los debilitados legionarios –que no saben qué pensar– sacian su hambre. Días después, Josué encuentra a Mirko, una niña del pueblo, y desde ese momento ella lo ayudará a conseguir leña. La pequeña le evocará de inmediato al soldadito valiente, a su madre y hermanas. Será Mirko quien hará comprender a Josué que su pueblo y ella adoran a dioses de la naturaleza. Son notables los últimos tres capítulos  de la novela, por su insistencia evangelizadora. En ellos, Josué trata de adoctrinar a Mirko, enseñándole el signo de la cruz y su significado. Para un adulto, quizá resulte excesivo este celo evangélico, por mal encaminado, en tiempos descreídos como los nuestros. Sin embargo, como contraparte, hay que admitir que la vena religiosa se vale pues la historia es una lectura para niños. Por otro lado, resalta una pequeña falla estructural de la novela, ya que el autor nunca nos dijo cómo un niño judío es cristiano; y si lo es, cómo y cuando adoptó la fe, cuándo fue bautizado. Un par de líneas  sobre el punto habrían bastado, pero el autor no las puso. El capítulo final es el desenlace. Pompeyo ha sanado de sus lesiones. Un día en plena nevada, Mirko les lleva alimento al refugio bajo el enorme árbol. Pompeyo trata de sacarle a la niña información sobre su pueblo. Josué y el animalesco soldado discuten. Esa noche la niña no puede regresar a su casa por la tempestad. Se queda con ellos. Pero a la mañana siguiente, Pompeyo no está en el refugio. Ha ido por refuerzos y las tropas llegan al pueblo y hacen una masacre. Los niños deben ver cómo muchos “salvajes” son ejecutados. Mirko llora. Pompeyo, que es dado de baja de la milicia, por su lesión, detaca ante el superior la “valentía” del niño. Éste no quiere aceptar el ofrecimiento que le hacen: pedir lo que quiera. Sin embargo, acepta. Pide ser devuelto al seno familiar. Mirka es deportada junto con su familia, que no murió, y con muchos  prisioneros, a un lugar dsconocido.

Pese a lo sencillo de sus historias, la narrativa de Trujillo toca temas universales: “la vida,  el amor, y la muerte”,  tal como fueron numerados por Juan Rulfo. Por ello, el Sapo soñador se enlaza con autores que se han cuestionado sobre la existencia del mal en el mundo: “El sufrimiento y la maldad, la contradicción y la injusticia, la enfermedad y la muerte; en suma, el mal”. (A. Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, traducción, introducción y notas de Pilar López de Santa María, p. 4). Entre esos autores, podemos mencionar a Leopardi, a Schopenhauer, a Freud. Lo que hermana a estos prohombres –un poeta y filósofo italiano, un filósofo alemán y un científico austriaco, el Padre del psicoanálisis– es el realismo despiadado con el que describen la condición humana. Leopardi desde el racionalismo materialista de la Ilustración, Schopenhauer desde la fenomenología, intentando averiguar “qué es el mundo, examinando únicamente lo que es” (ibidem, p. 304), y Freud desde el estudio de la lobreguez del Inconsciente, han renunciado a todo elemento trascendental en el universo y en el  ser humano, y a toda posibilidad de idealizar a éste. Así mismo, han tratado de anteponer la verdad, por más cruel que sea, a las “ilusiones” (la palabra es de Leopardi) entendidas éstas como la creencia en lo Trascendente -o Dios- que sea fundamento (y consuelo) para nuestra especie.

Sin duda alguna, esos autores y otros, han lidiado en su vida privada con la afrenta muchas veces humillante del Mal, así, con mayúscula. Sin embargo, Trujillo difiere de ellos, en personalidad y estilo. Si su estilo es narrativo, didáctico, legible para todos, su personalidad ha debido desarrollar una fuerza inquebrantable y una vocación  hacia los demás, en busca de que su vida deje huellas. A quien lo lea, con honestidad de intelecto y conciencia-de- los-otros, no dejará de asombrarle la magnitud de su proeza y el valor moral de su mensaje. Pues en un rústico caserío a las afueras de Dolores Hidalgo, aislado de los centros de cultura de la región, sin nexos sólidos con la “inteligencia” del Bajío, con apenas unos pocos libros en su modesta vivienda, apoyado sólo por la solidaridad a toda prueba de su familia y de sus muchos amigos, escribiendo con la boca –letra por letra–  y con una paciencia que raya en la santidad, Jesús Trujillo, alias el Sapo soñador, nos está dando a todos una lección de heroísmo, en la feroz guerra cotidiana que libra desde su silla de ruedas y en la pobreza extrema que padece: una lección y una prueba de cómo se lucha por la propia vida.

Por lo demás, ¿por qué no leer el testimonio de escritores que, a diferencia de Schopenhauer o Freud, hayan seguido un camino personal diferente al de la indiferencia religiosa o el ateismo? ¿Acaso es tan difícil asumir que al Súper-hombre de Nietzche, se le puede  oponer  el hombre que lucha por conquistarse a sí mismo, con herramientas estoicas y la fe de Kierkegaard?[1] Y menciono adrede al filósofo danés, porque nos ha dejado el testimonio de una fe que no deja de ser tal, aunque haya experimenado el temor y haya temblado ante Dios. Católico convencido, y por tanto creyente en la existencia de Dios y de las almas, todos los textos de Trujillo (al menos los dos libros examinados) son metáforas, símbolos, de un alma poética inserta en un cuerpo maltrecho que se ha negado a rendirse. Si Leopardi, ese conde  jorobado y consumido por cien enfermedades, lo ve desde donde se encuentre, dirá que el universo, si bien es malo y no es justo, es parejo, pues en alguno de sus mundos, como aquí en la Tierra, se puede ser un héroe sin fe ni ilusiones, como él, que invocaba a la Muerte con una sonrisa sardónica; y también se puede serlo como lo es Trujillo, quien no se ha rendido porque tiene fe.

Ahora, a modo de resumen y a reserva de conocer más libros de este escritor guanajuatense, se puede asumir que su escritura se articula mediante los siguientes elementos. En El sapo soñador…a). Los personajes (animales, hadas, reyes, pajes, princesas) del mundo de Trujillo, actúan al estímulo de una fantasía que los engendró con vida interna: amor, odio, sentimiento de impotencia, piedad, fe, esperanza; y sobre todo aspiraciones a un mundo diferente, que sea mejor que el nuestro.  b). Son personajes funcionales, en una narrativa para el público menudo, aunque no sólo.  c). Estos personajes deambulan por historias que a su través dejan ver una intención edificante. Por ejemplo, El Sapo encarna al ser humano optimista, soñador, (al poeta, al Quijote), mientras que su compañero el ajolote es pesimista y negativo, si bien al final se quijotiza un poco, gracias al influjo del Sapo.

En El soldadito valiente. a). Tenemos dos protagonistas: un niño y una niña buenos, y varios antagonistas, los hombres malos como Pompeyo, o el César, quien no aparece, pero es autor de guerras de conquista como la esbozada en la novela. Los personajes representantes del mal, reciben lecciones de los buenos, quienes educan mediante su comportamiento y actitudes. b). También aquí, el lenguaje y el tono son moralizantes, constructivos, didascálicos. Se exaltan el amor a la vida, la amistad, el amor familiar, la paz y la fraternidad, la conciencia del bien y el mal, y el rechazo de éste. c). La trama es bien lograda. d). La lengua del autor es eficiente, suelta, no exenta de coloquialismos  y por momentos suena un poco campirana; la narración es amena, pero su uso del vocabulario no es preisamente impecable. En ambas obras es de destacar un gran denuedo del escritor en su enfrentamiento al mal que lo embiste. Trujillo se debate por expresar una titánica voluntad de ser, vivir y dar fruto. Y lo logra con creces. d) Es un escritor ingenuo. Pero sincero. Sus textos revelan sus fuentes de procedencia en lecturas infantiles. fábulas, cuentos, Andersen. En mi opinión, es un autor de quien las letras mexicanas deben estar al pendiente. Le auguro muchas obras más, y los muchos lectores que merece. Ignoro si otros escritores le hayan dado una cálida bienvenida a las letras nuestras. Pero el autor de estas reflexiones lo hace con calidez y regocijo. Gracias Jesús Trujillo. Bienvenido a la literatura mexicana.

[1] Referncia al famoso libro Temor y temblor, de S. Kierkegaard. (Nota de autor).

ANESTESIA LOGO 2