Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Dos poemas de León Cuevas

Autor: León Cuevas
Enero 2023

 

 

 

La ballena del Nilo

 

Apareció en una era

y arrogante se le designa,

porque arrogante es durar

dos minutos en la tierra

y colocar a la ballena del Nilo

en el Precámbrico,

el Neoclásico

o en la canasta de Moisés.

Decir que la ballena es elegía

y que nada en rascacielos de París.

Como pedante es desecar el ruido

mojar los desiertos,

herir al sol con un dedo,

plantar las eras,

que de selvas

se vuelvan jardín.

Apareció la ballena del Nilo

y tardaremos

dos minutos

en ver cómo se extingue

otra vez.

 

 

 

 

 

Aquí no fue Pripyat

 

 

Llevo una maleta

que no va a ninguna parte,

pero que sí,

surgió segura

de no volver,

pensando en que

volveríamos mañana,

o en quince días,

o en un mes,

y quedarnos en deriva;

 

del suelo una marea,

siempre con la promesa,

la tonta promesa de volver,

que regresen treinta abriles

pues a la primavera

            desde hace luces

le brota niebla intensa.

 

Aquí no fue Pripyat

y tampoco nuestra casa,

en realidad

nunca fue un sitio,

nunca tuvimos cama,

una guía de turistas,

metas o escalas:

 

cuando

el cielo se quebró

comenzó un no volver,

un escaso rumbo,

volver sin comienzo,

un perpetuo albergue,

espontáneo y fugaz,

sin llamadas por teléfono

ni mensaje de auxilio,

solo un juego de maletas

que nadan de aislamiento,

y una audiencia vacía

para que no nos vean perecer.

 

En la niebla hay promesas

y en la tierra gente a prisas,

que no llega a un punto,

pues nunca tuvo un mapa,

alistando los caminos

no encontrados,  

quedando vidas pendientes

de encontrarse…

 

Aquí no hay secretos,

nunca pisamos el suelo,

donde siempre fue nada

de nada te sirvió una radio,

      te arrojó a nadar

en albercas desecadas

y las ruinas de Pripyat:

 

nada escombra entre el respiro,

gritos rotos, despojados,

donde nunca hubo un sitio,

donde ya en un sitio hubiera,

donde nunca un motivo, 

una alarma de caliza,

donde calcinaron reglas,

pues aquí no fue Pripyat,

fue un encierro a cielo abierto,

un pretexto nauseabundo,

fueron voces estallando

donde nada ya se escucha.