Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Despertar

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Por Lucía Izquierdo 

16 Octubre 2020    

ELLA ABRE LOS OJOS y descubre que una capa de humedad cubre la mitad de su rostro; lentamente parpadea, el líquido entra en sus ojos y la visión arde. No puede ver mucho, sólo siluetas, trata de ver con las manos, estira, mueve los dedos y descubre que se encuentra en un espacio verdaderamente pequeño. Le palpita rápidamente el corazón, tiene la esperanza de encontrar un resquicio por donde quepa al menos su mano; ese lugar parece no existir y el líquido sigue inundando su cara que ahora se mezcla con lágrimas que limpia presurosa. Ha logrado abrir los ojos pero no hay nada que ver, solo la negrura de un reducido entorno. Ella, en posición fetal ocupa completamente el espacio, se pregunta el modo en que llegó ahí, no lo sabe pero tiene la certeza de que va a salir, debe salir.

Como puede, Ella comienza a patear el cajón desesperadamente, su respiración se agita, su corazón se acelera y la caja no cede. Algo empuja la caja que rueda y cae con Ella adentro. Entra en pánico pero teme gritar, teme que Aquello que la encerró sea lo que ahora la ha empujado, teme que siga ahí. Ella patea, golpea la caja mientras rueda, la caja cede, Ella no tiene tiempo que perder, no tiene tiempo para pensar, sólo corre, corre, y mientras corre, sus ojos comienzan a distinguir el espacio que la rodea; es de noche y está en medio de Lisboa, ¿Lisboa? Pero si lo último que Ella recuerda es México D.F.

Ella perdió a un buen amigo, a él no lo encerraron como a Ella, a él lo desaparecieron, pero Ella ahora se siente perdida, desaparecida de sí misma. Está asustada pero sigue bajando escaleras, sigue corriendo, corre como sin darse cuenta, reconoce el Arco de la Rua Augusta. La Praça do Comércio luce desierta. Ella sabe que nunca antes había estado en Lisboa, pero reconoce los recovecos, ¿cómo puede reconocer una ciudad en la que nunca antes ha estado? Quizá la vio en fotos, en internet o tal vez fue por esa película que tanto le había gustado ¿Una historia en Lisboa? Su respiración no se ha tranquilizado ¿A dónde ha ido toda la gente?

¿Cuánto tiempo habría pasado en esa caja? Ella siente una mirada, gira sin encontrar a nadie. Encuentra la costa del Tajo y descubre que no hay botes, el corazón le palpita fuertemente, la respiración se entrecorta y tiene la necesidad de huir, escapar a donde no la encuentre Aquello que la persigue. Ella ignora para qué la quiere Aquello, pero sospecha que no puede ser nada bueno. Ella tiene sangre en su rostro, que en algún momento emanó de su cabeza. Se detiene un momento para tocar su cara con las manos, ha dejado de correr. Ella y el líquido se detuvieron, ahora son algo viscoso.

Busca sitio para ocultarse, no quiere que sea un lugar cerrado, pues le teme desde siempre al encierro, a que se acabe el aire, a que todo se detenga mientras ella tiene conciencia de su impotencia, pues Ella teme más a la impotencia que al encierro y ahora siente angustia porque, pese a estar en un espacio abierto, mientras corre el aire comienza a agotársele. Ella llora, busca algo, aunque no sabe qué. Corre alrededor de los pórticos en la Praça do Comércio y se siente estúpida por estar bajo el Arco triunfal, el Arco de la gloria; el genio supremo ahí, frente a ella y no se le ocurre sitio alguno para esconderse, no se le ocurre qué podrá ser ese Aquello que la persigue, no se le ocurre el modo en que pudo llegar a Lisboa. El corazón le palpita y su respiración se agita más rápido de lo que nunca antes sintió. Levanta la cabeza pidiendo al cielo una señal y se encuentra con el letrero “VIRTVTIBVS MAIORVM VT SIT OMNIBVS DOCVMENTO.PPD”. Ella no entiende lo que eso significa, se recarga en la estatua ecuestre, ya no siente la mirada, José I le parece buen protector. Ella está agotada y cae rendida.

La gente corre alrededor, el rojo ya parece más un lugar común salpicado musicalmente por balas de goma que instigan a retroceder, pero Ella no puede dar un paso atrás. Llega hasta aquel muro y grita algo que ni ella misma puede entender, logra sentir su boca moviéndose, su garganta vibrar, –todos vibramos al unísono en las protestas, tocamos la misma melodía, y es que cuando la adrenalina se te sube a la cabeza todo se vuelven círculos, ondas que no se sienten, te queman, te raspan, te agotan y te empujan a vociferar cosas que desde tu punto de vista mejorarían el mundo, el mundo y su desorden. Ni con todas las consignas podemos estar seguros de que lo que decimos será escuchado–. Ella grita y…

Despierta, observa a una multitud. Al fin, ¿personas con quinqués en una ciudad como Lisboa? Ellas parecen perturbadas, pero Ella aún más. Ella trata de llamar su atención, corre para cerrarles el paso, ignora si Aquello volverá o si alguna vez existió. Espera que sólo haya sido una pesadilla. Ella llega a la multitud; uno de los sujetos está peculiarmente asustado, Ella se percata de que en un primer momento la han confundido con Aquello, no entiende los motivos pero el sujeto le apunta con un arma. Ella insiste en contarles, explicarles que no sabe lo que pasó, que apareció en Lisboa con la certeza de que Aquello la perseguía. Otra Mujer le limpia la sangre seca del rostro, le dice que no ha sido la primera; Alguien explica que aquello le persigue, que ha logrado ver a Aquello y es monstruoso y lo que pretende es matarnos. Otro Hombre dice que nos están cercando, que es probable que Aquello sea más bien Aquellos y que quieren acabar con nosotros. Ella se asusta, un alarido emerge de su garganta. Ella añora más que nunca volver a su casa.

Otro Hombre luce pensativo, es el único que se mantiene ecuánime, tal vez demasiado; parece tener un plan y propone continuar el camino inicial. Alguien explica a Ella y a Otra Mujer que originalmente se dirigían al Tajo, les cuenta que ellos tampoco son del lugar, que el único que nació y creció en Lisboa es Otro Hombre; cuenta que Otro Hombre fue el primero del grupo y que poco a poco se fueron encontrando. Otro Hombre nunca ha querido hablar de lo que pasó antes, no cuenta lo que pasó con la gente de Lisboa ni el porqué es Otro Hombre el único que quedó vivo. Alguien rompe en llanto y Ella lo acompaña.

Otro Hombre lleva a cuestas una mochila con piedras y explica a Ella que el plan consiste en ahogar a Aquello, Aquellos o lo que sea que nos persigue, —nadie soporta el peso de las piedras que se llevan a cuestas, menos cuando son ajenas—. Otro Hombre le dice que desde antes Aquello no se acercaba al agua, porque lleva mucho peso a cuestas y teme sucumbir y que por eso Todos se dirigen a orillas del Tajo, Todos con piedras. Algunos las han traído cargando desde hace mucho tiempo, Otros las van recogiendo desde que llegaron ahí. Otro Hombre le explica a Ella que Aquello los ha ido cercando debido a la historia. Ella no entiende, pero le indica que es cíclico, que cada que el tiempo se cumple Todos terminan ahí.

Ella por si las dudas recoge piedras que encuentra a su paso. Todos llegan al campamento, vibran, tiemblan, la respiración se les vuelve dificultosa, sin embargo tratan de dormir aunque lo hacen escalonadamente. Ella es del primer grupo que debe velar el sueño de Todos. Mira alrededor y desde donde está alcanza a ver la estación Casi de Sodré. Piensa en cruzar el río, piensa en Aquello y en el conocido desconocimiento del temor. Ella se siente más triste que asustada, pero al menos ya no está sola. Mira a los durmientes, quizá se han acostumbrado al estado de terror. Ella busca a Otro Hombre y descubre que en la parte superior de su mochila reza “VIRTVTIBVS MAIORVM VT SIT OMNIBVS DOCVMENTO.PPD”. Ella recuerda haberlo visto en el arco, asume que debe ser importante. Quiere preguntar, pero teme saber, así que se guarda sus dudas. Llega su turno.

El menhir está rodeado de bonobos, Ella dirige una procesión con otro menhir. Otro Hombre dirige otra comitiva; los que vienen detrás insisten en realizar danzas que a Ella le parecen absurdas, Todos saben que es momento de crear escudos mágicos, escudos protectores que les permitan salvarse de Aquello. El grupo de Ella ha sido el primero en realizar excavaciones, insertan el menhir mientras Ella realiza una danza con Otro Hombre, quien se desangra, Ella grita pero no está asustada, sabe que es el momento. Aquello viene, su respiración se agita, el corazón casi le estalla, pero esta vez su voz se escucha, clara y firme: ¡Hacer crómlech con menhires! “¡Las virtudes de los más grandes, que sirve a todos lo de la enseñanza!”

Ella despierta sudando en medio de un grito, su respiración se ha vuelto a alterar. Otro Hombre explica a Ella que no debe contar lo que sabe, lo que sueña. Ella se siente abrumada, ¿cómo sabe Otro Hombre de sus sueños?

Un ruido la saca de sus reflexiones, Todos se sobresaltan, han escuchado un chillido, un lamento más que una amenaza. Aquello se queja ¿Aquello se queja? No pensé que los miedos tuvieran sensibilidad. Comienzo a redactar lo que podría ser nuestra historia, nuestro epitafio: I know not what tomorrow will bring.