Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

De ida y vuelta

 

Por Alfredo Peñuelas Rivas

Noviembre 2023

 

“Ya te extraño”, eso o algo similar era lo que Sof le puso en el mensaje poco después de que se subiera al coche, Voy a ir con mi papá a Acapulco, le dijo y a Sof inmediatamente se le aguaron los ojos reprobando la idea, un reclamo callado que encerraba ya varios veranos y semanas santas, plagadas de soledades donde los planes casi nunca fueron los convenidos y que después se volverían habituales y más allá de las vacaciones cuando papá comenzó a viajar mucho más seguido por motivo de negocios, siempre Acapulco por destino irremediable que incluía la brillante idea de llevar a Muna “para conocernos más”, Después del divorcio hemos pasado poco tiempo juntos. “Volveré el domingo” fue lo único que Muna pudo decirle sin atreverse a revelar el motivo real del viaje. Vas a ver a tu primo, dijo Sof otorgando con ello todas las posibilidades que el rencor podía guardar, multiplicadas por el silencio de Muna que no podía decirle a Sof que era a ella a quien la quería en realidad, que lo del primo era una diversión, que tenía razón y no.

“Se murió Noel”, así sin mediar explicaciones, Nos vamos a Acapulco, paso en una hora por ti. No era su costumbre llorar. Se lo había dicho al primo varias veces, particularmente la primera cuando murió la tía. ¿Es qué tú no lloras? Preguntó Noel, “No”, fue la respuesta seca que recibió de Muna frente al ataúd y en presencia de todos los primos, tíos y demás coro de dolientes. Acapulco es el peor lugar para morirse, pensó justo al salir de la funeraria y sentir el golpe de calor en la cara, el aire acondicionado de la capilla ardiente parecía un Oxxo interminable y sin salida. Sin embargo, la noticia de la muerte de Noel era distinta, le dieron ganas de llorar pero no pudo, no le salían las lágrimas. En una hora tenía que arreglar sus cosas y vestirse de dolor. No sabía cómo y no lo hizo. Ponte algo apropiado que no vamos de vacaciones, dijo papá. Lo primero que hizo fue mandarle un mensaje a Sof, exactamente el mismo mensaje habitual que daba al traste con los planes para esos días, “Me voy a Acapulco L”. Sof se iba a molestar de cualquier manera, no habría explicación. “Estás enamorada de él” y, de alguna manera, Sof tenía razón. Eso del amor de primos no era algo que tuviera muy claro, nadie sabía lo que pasaba entre Noel y Muna, no se escribían entre semana y tampoco se frecuentaban en las reuniones familiares en las que llegaban a coincidir. Solo Sof lo supo desde el momento en que iniciaron las cosas.

Nunca había visto un muerto joven, uno de su edad. Los pocos sepelios a los que asistió eran de gente mayor y jamás se acercó a mirar el ataúd. Al empacar el traje de baño no pudo evitar el recuerdo de Noel, ya sabía que no iba a nadar, pero lo hizo de manera instintiva. ¿Quieres conocer a un burro borracho? le dijo al sorprenderla en Caleta. Hasta ese día siempre había sido lo misma rutina acapulqueña repetida viaje tras viajes después de la separación de sus padres. Voy de negocios así sirve que me acompañas y platicamos un rato. Durante los últimos cinco años “platicar” era lo menos que habían hecho en el largo trayecto de la Autopista del Sol. Su padre no se percató que Muna había dejado de ser una niña en el asiento del copiloto, la única charla que tenían era para pedirle que dejara ese aparato del demonio, por favor, y Muna le mandaba algún emoticono a Sof que le explicara lo mucho que la extrañaba. ¿Tu amiga no querrá acompañarnos? le dijo su padre alguna vez al mirar la cara de rencor de Sof la única vez en que la fue a despedir, No. Ella detesta el mar. Al silencio carretero le seguía el silencio marino. Ya se conocía de memoria el viaje y las “vacaciones” al lado de su padre: quesadillas en Tres Marías; gasolina en Chilpancingo; almuerzo en El amigo Miguel; hospedarse en Los norteños; y no volver a mirar a su padre más que para la hora de la comida y, si acaso, para la cena. Perdona, tengo negocios, pero mañana haremos algo. Un mañana que no llegaba nunca y que se convertiría en una calca perfecta del viaje por venir. Deberías de ver a tus primos de vez en cuando, digo al fin que tienes tiempo de sobra. Su papá llenaba el vacío con justificaciones y propuestas de ese tipo: Deberías de ir a la playa, acá abajo está Caleta y las olas no son demasiado grandes; deberías practicar tu natación; deberías aprovechar y leer algo; deberías dejar ese aparato de una vez por todas. Desde los doce años siempre le dio santo y seña a Sof de lo que hacía, Es como que estuvieras conmigo: Estoy en la playa Condesa, huele a orines; Mira esta es una foto de la Quebrada; ¡Está rico el pescado a la talla!.. Las frases de Muna no recibían más que emoticones por respuesta, estados de ánimo varios en el cual ninguno era el reflejo de la voluntad de Sof de estar juntas asoleándose en la alberca de Los Norteños, meterse al cuarto a vaciar el servibar y ya borrachas seguir con el juego de los besos, total que papá no llegará hasta muy tarde, nada malo en mirar a las niñas durmiendo juntas y abrazadas como si las posibilidades encerradas en la noche no hubieran ocurrido, irse al amanecer a Caleta para bañarse con las tibias olas, para juntar conchitas, besarse otra vez, hacer castillos de arena, castillos de aire, castillos reales donde ambas puedan vivir como dos princesas sin problemas ni nada, total que no hay príncipe que nos venga a joder el sueño con un beso, total que el Rey llegaría borracho por andar en junta de negocios y esas cosas… ¿Quieres ir a ver el burro borracho o qué?

Muna se ha acostumbrado al silencio. No es que le haya hecho caso al padre sino porque ya sabe que la pésima señal del celular entre Chilpancingo y Acapulco no le permite seguir chateando. Por eso, tampoco le resultó raro aquella vez el silencio durante el trayecto a la Roqueta, solo el motor fuera de borda, ella y Noel envueltos en un mutismo cómplice. Un emoticono que no contestó le dijo que era hora de apagar el teléfono, prefería esa aventura cuyo único destino era observar a un burro bebiendo cerveza. No se imaginaba que pudiera estar en una lancha y con su primo, Si algo nos pasa nadie sabrá donde buscarnos, a la temporada baja acapulqueña le encuentra sentido por primera vez en su vida. Un emoticono se cuela en el trayecto a la altura de 4 vientos, no piensa contestar.

Jamás pensó que volvería a vivir un velorio en Acapulco. El peor lugar para morirse. En la escuela les daba envidia que fuera tanto a la playa, Yo quisiera tener un padre así que me llevara de viaje todo el tiempo, sólo Sof no le decía nada. Nunca hablaron de ninguno de los viajes después de que le contó lo de Noel. Sof fue la única que estuvo con ella tras el divorcio de sus padres, hacían la tarea, se iban a la escuela juntas, se quedaban a dormir una en casa de la otra, amanecían abrazadas… Otra relación que no ofrecía más palabras que la colección de emoticones que iban y venían. ¿Tú nunca lloras, verdad? Fue lo que Noel le dijo durante el sepelio de su madre y Muna sólo pudo recordar el momento de partida de su papá, sus padres gritando y después de un portazo penúltimo su padre haciendo maletas, su padre hablando con ella dándole consejos útiles para el futuro y la niña que era abrazada a las piernas del hombre y rogándole que no se fuera, los pantalones llenos de lágrimas, las promesas hechas del “no te olvidaré”, del “vendré siempre por ti”, del “tienes que ser fuerte por favor deja de llorar”, de los viajes venideros, promesa única que sería cumplida tras el portazo, éste sí el último de papá, y el motor de un coche alejándose y presagiando una cadena de paseos a la playa. No vale la pena que llores por él ni por nadie, dijo su mamá tras abrazarla y secar sus últimas lágrimas. No, Noel, no acostumbro llorar, el aire acondicionado del auto le recuerda al Oxxo y a las funerarias.

Lo del burro no fue lo mejor, lo de los clavados casi. Eran apenas tres metros, pero Muna lo veía igual que la Quebrada. Yo primero, dijo Noel y se lanzó. A pesar del miedo ella lo hizo y luego otra y otra vez, fue la primera vez en que los primos rieron juntos. Cuando le platicó la aventura a Sof se dio cuenta de que algo estaba mal. Muna siguió contando de la lluvia, de la cueva, de la fogata, del sexo… Sof se quedó callada, ya no le contó del dolor de la primera vez, ni del como Noel se la cogió todos los días siguientes cada que tenían oportunidad. Tampoco le contó que ese sería el único motivo por el cual volvería a Acapulco tantas veces, aunque no fue necesario. Desde ese día ya no volverían a dormir juntas.

¿Llorarás por mi cuando muera? De momento Muna no supo que responder, pagó el agua y salió del Oxxo para encontrar un calor neutral que no le recordada a los muertos. Nunca se habían hecho preguntas. Ella le mandaba un mensaje diciendo que llegaría, otro avisando que ya estaba ahí. Lo demás simplemente ocurriría. El cuarto del hotel a su disposición o la casa de Noel y siempre estaba la posibilidad de la Roqueta. Nunca se dijeron nada, un “te amo”, un “te quiero” o algún otro indicio que revelara los sentimientos de los primos. Solo beso, sexo, algunas risas y nada más, acaso algunos emoticones y textos en claves sólo entendidos por ellos. Para cuando papá llegaba, Muna seguía pegada al celular enviando mensajes. Deberías de ir a ver a tus primos y a tu tía de vez en cuando, ella te quiere mucho y siempre pregunta por ti. Todo el pinche día pegado a ese aparato, yo no sé para que te traigo a Acapulco. Antes siquiera te bronceabas, ahora ni eso estás toda pálida. Muna apaga el aire acondicionado del auto para acompañarse otra vez del silencio, Nos vamos a asar, dice su papá pero lo deja igual. Quiere encontrar un calor neutral que le dé la respuesta a tantas cosas.

El maxi túnel la pone nerviosa. Sabe que del otro lado aparece el mar. Siempre jugaba a las posibilidades. Antes de entrar al túnel enviaba un mensaje a Sof y otro a Noel, el primero que le respondiera al salir del túnel tendría su atención por esos días. El resultado no importaba, siempre ganaría el primo, aunque también siempre sus respuestas fueron las que llegaron primero. Muna lo entendía como una callada manera de decirle que la quería, que le daba gusto su llegada. Una sección oscura del túnel le trae a la memoria la última vez que estuvo en Acapulco. Tienes que descansar, le dijo su padre, Vete al hotel y yo me quedo aquí con la familia. Vio al primo devastado por la pérdida de la madre, pensó en sus preguntas, pensó en todas las veces que habían hecho el amor. Voy a irme con Noel, también necesita descansar y se siente triste. Esa noche no durmieron. Hicieron el amor de manera triste, callados, oscuros ambos y oscuro el cuarto. Cogieron hasta quedarse dormidos, hasta que Muna le dijo un “te quiero” que Noel ya no alcanzó a escuchar. Al despedirse ella abrazó al primo y le dijo un “sí” que sólo ellos entendieron. Por instinto envió ambos mensajes antes de entrar al maxi túnel. “Él no va a responder”, pensó.

Las luces del túnel la llevan a otra última noche, la última con Sof. Mi papá quiere que vaya con él a Acapulco mañana, le dijo y la abrazó fuerte. Era la primera vez que se separaría de ella desde el divorcio de sus padres. Sof se había vuelto su entorno total. No quiero ir, le dijo, quiero quedarme contigo y le dio el primer beso de esa noche. A la mañana siguiente no saldría a despedirla. Ya te extraño L, le envió en un mensaje de texto apenas al cruzar la caseta de Tlalpan.

Al salir del túnel siempre busca el mar. Lo recuerda desde niña cuando iba con sus padres, ¡Allá está el mar! ¡Allá está el mar! gritaba su padre y la pequeña Muna comenzaba a mirar una enorme mancha azul en el horizonte que poco a poco fue comprendiendo. Cada que se recupera del golpe de luz del final del túnel busca el mar de manera instintiva. No lo pierde de vista, quiere imaginar que ahí se encuentra la Roqueta, aunque sabe que no la verá desde ahí se la imagina, quisiera ver también a Noel hasta arriba de la Quebrada a punto de lanzarse, lo imagina con una antorcha en cada mano y zambulléndose en el mar, zambulléndose en su cama como la última vez que se vieron. Nunca habían hecho el amor en la oscuridad, esa vez le sorprendió lo bien que conocían sus cuerpos, se imagina a ella gritándole un “te quiero” que Noel ya no alcanzó a escuchar por encontrarse bajo las olas, lejos, lejos de Muna y sus mensajes. En efecto en el celular no aparece nada, ni Noel ni Sof. Nada. ¿Sabías que Noel se ahogó en la Roqueta? Muna ya no escucha a su padre, un par de lágrimas comienzan a brotar de sus ojos.