Por Edgardo Mantra
16 Septiembre 2020
1) ¿Qué crees que soy?
Risas,
en el parque de Amazcala,
la desolación ininterrumpida
del eje central
cuando me enseñaste a andar en bicicleta
y platicamos de madrugada
antes de atropellar a un borracho,
posteriormente
el viaje a San Luis Potosí
y el peyote.
2) ¿Todo regresa?
Sí,
recuerdas
una tarde fría y lluviosa
en tu casa,
me dijiste:
¿quieres que te invite algo bueno?
Yo,
con expectativas inflamadas,
acepté
y ahí nos ves
comiendo cueritos
cubiertos de salsa Valentina,
a lo que juraba era plástico.
Y el plástico…
siempre regresa.
3) ¿Qué se esconde tras una mueca tristeresante?
Se esconde,
un día que patinamos
fuera de la casa de Waxsemodion
y llevaste el libro
que tiene una ilustración mía,
luego,
me enseñaste tu pierna tatuada,
era una ballena…
Más tarde,
¡los primeros fanzines,
un año de trabajo juntos
y sin futuro!
Gente en la barra del Allende Red
con cerveza en mano…
y tú,
solicitando naranjada.
O el primer día
en la secundaria #205,
fuiste,
al primer rufián a quien le hablé.
4) ¿Recuerdas la primera vez?
Yo sigo diciendo
que fue cuando te empedaste con cigarro,
o en la foto: “todos los textos, todos los autores”
mientras otros
ponían sus poses mamalonas;
tú,
moneabas.
Fue la primera vez que me hablaste
(que me hablaron muchos)
y no te volví a ver.
5) ¿Cuándo inició el final?
Fue en esa platica chida
al tomar un vodka,
sólo mirabas,
porque no bebes,
un sábado en el taller
que te platiqué me iría a Perú
y me escuchabas
comiendo palomitas;
me apoyaste,
¡aunque no me conocías del todo!
6) ¿Lo conseguimos? ¿Alguna vez lo conseguimos?
En las calles,
tal vez.
En el recital de la UAM
y en unas charlas
sobre la condición humana,
de lo que es ser consecuente,
tener compromiso social
y un básico sentido de la existencia,
¡Qué se yo!
Quizá en nuestra niñez
llena de juegos donde siempre me defendías
como si fueras mi hermano mayor.
Y ya grandes
las pláticas tan chingonas
que tenías conmigo.
Adolescentes,
en la etapa que fuiste mi mejor amigo.
7) ¿Qué pasaría si ese recuerdo fuera un fantasma?
No quitaría las carcajadas
que sacaste de manera espontánea,
neta que era imposible saludarte sin reír
eras bien divertido y único,
tampoco evitaría haber tenido reflexiones
mientras vendías tus libros,
ni dejaría de ser inolvidable,
como cuando íbamos
a jugar básquetbol
y a nadar al mar.
8) ¿Guardas algo a pesar de conocernos?
Reitero,
un atropellamiento
y el bachillerato,
terribles
esa tarde que me llevaste en bici a tu casa,
fuimos al tianguis
y me compraste una playera de ositos,
luego,
guardo el día en que se te cayeron las llaves
y pensamos que era el teléfono.
No hay palabras (baila) mi chínelo.
9) ¿Me viste, de verdad me viste?
Sí,
cuando te conocí en la prepa
con tus audífonos rojos de peluche,
y de la mano
nuestros sermones,
fuera de órbita
tu soporte incondicional
y eficaz,
brindando con cervezas
en el BAR las Pecosas
del centro.
Aunque ya no estoy segura de verte a ti,
¡pero sí recuerdo ver Manhattan
y la Dimensión desconocida!
10) ¿Qué más recuerdas?
Cuando andabas cabuleándote
frente a mí, a este Abel,
los días que fuimos roomies,
la entrevista para la feria del libro que escribí
(jejeje, la mejor y la única),
tus ojos rojos
en el camino del CCH sur…
y Milpa Alta,
contando historias de fantasmas
al encontramos después de muchos años
y me vendiste
tu primer libro,
lo leí con mi hija.
En otra ocasión
me conseguiste un ejemplar de:
la balada del café triste,
era inconseguible.
Es,
una excelente novela.
Luego,
José Luis Colín
sentado en la calle,
vestido de blanco
antes de una cumbia
en La Risa de Mesones.
11) ¿Reímos?
Mucho,
cuando te molestaba
en tu puesto de dulces,
al leer en el salón de la Plástica,
y escucharte cantar el vals No. 2 (de Dmitri Shostakovich),
eso,
¡fue alucinante!
Después,
el abrazo de despedida en la FILT,
o esa vez que me llevaste con Alan
a ver a tu papá porque me estaba muriendo
y concluimos
con unas chelas en El 20,
junto a Rodrigo y Manuel.
12) ¿LloramoS?
Sí,
recuerdas llegar a mi local
con un solo tenis
madreado por unos porros (jajaja)
y el día de mi boda,
que no me querías dejar
en casa de mi esposo.
Cuando me preguntaste si estaba bien
al enterarte del accidente,
te acercaste a mí
en el pasillo
y otro día me llevaste pomarrosas
al José Revueltas,
lloramos,
y mucho,
en San Cristóbal de las Casas (con el Diablo),
Iguala (en la Laguna de Tuxpan),
Bogotá (con el inglés, los mechudos y la brasileña),
y Tenochtitlan (en tu casa de piraña, el café jarocho,
la universidad, vespa, pizzas y CAP).
13) ¿De quién se habla?
De alguien que cena sopa azteca,
de alguien en una fiesta
hace dos años,
dibujando una dedicatoria en mi regalo
y escribiendo bugambolio en vez de buganvilia,
de alguien que encontré
y cuando nos hicimos amigos,
ambos confesamos
que nos habíamos llevado un regalo
el cual nos dio pena entregarnos.
14) ¿Se repiten las cosas y sigue doliendo?
Ya no estoy segura,
pero no nos fue tan mal
recuerdas que te conocí
el mismo día que a Flautín†,
compartimos
a los espíritus,
música andina,
amistades
y películas,
el odio a los chivatos,
entre charlas virtuales
insomnes
con fotos por inbox,
el pack,
las poses de modelo,
el caracol
¡carrrnal!
Baja California
la raza,
y los Chichimecas
machín…
tu ru ru.
15) Estado actual:
No viví momentos yermos,
pero la aventura que me domina
es ser inmune de lo que otros vieron en mí,
¿quieren saber que respondería yo?:
con sinceridad,
he borrado adrede
y en grandes cantidades,
el pasado
que me hacen resentir.
Sólo conservo hoy,
obseso
que lo cambiaría todo, todo, todo
Por ser Bill Murray
y así poder vivir con pegajoso.