Revista Anestesia

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Conferencia magistral presentada en el “Tercer Coloquio Internacional Poesía y Filosofía, sensibilidad es pensamiento” Homero Carvalho Oliva

Conferencia magistral presentada en el “Tercer Coloquio Internacional Poesía y Filosofía, sensibilidad es pensamiento” coordinado por el escritor mexicano Ulises Paniagua con el auspicio de varias universidades, centros culturales, editoriales y el Fondo de Cultura Económica.

 

“Filosofía y poesía”

Autor: Homero Carvalho Oliva

Julio 2023

 

“El filósofo piensa mejor de lo que escribe y el escritor escribe mejor de lo que piensa”. Juan Villoro

 

Para abordar este tema apropiadamente consulté el libro Filosofía y poesía, de María Zambrano, filósofa, ensayista y poeta española (nació en Málaga en 1904 y falleció en Madrid en 1991), un clásico sobre el supuesto dilema. En este libro ella intenta dilucidar la aparente dicotomía entre esos dos géneros. Zambrano señala que el tema debe ser abordado porque “poesía y pensamiento se nos aparecen como dos formas insuficientes; y se nos antojan dos mitades del hombre: el filósofo y el poeta. No se encuentra el hombre entero en la filosofía; no se encuentra la totalidad de lo humano en la poesía. En la poesía encontramos directamente al hombre concreto, individual. En la filosofía al hombre en su historia universal, en su querer ser. La poesía es encuentro, don, hallazgo por gracia. La filosofía busca, requerimiento guiado por un método”.

En uno de los capítulos la gran pensadora se pregunta: “¿Qué raíz tienen en nosotros pensamiento y poesía? No queremos de momento definirlas, sino hallar la necesidad, la extrema necesidad que vienen a colmar las dos formas de la palabra. ¿A qué amor menesteroso vienen a dar satisfacción? ¿Y cuál de las dos necesidades es la más profunda, la nacida en zonas más hondas de la vida humana? ¿Cuál la más imprescindible?”

Ambas disciplinas buscan desentrañar lo humano, la filosofía desde la razón y la poesía desde la revelación. En mi caso, debo confesar que desde que empecé a leer filosofía esta ciencia me ha ayudado a encontrar y realizar preguntas acerca de la vida, la existencia y el cosmos y la poesía me ha ayudado a encontrar las respuestas. La filosofía nos permite encontrarnos, crear y pensar los problemas de la existencia y del universo, la poesía nos da posibilidad de responder a través de la palabra hecha verso. Incluso escribí un poemario que lo titulé Ornitosofía, algo así como un breve tratado sobre el vuelo de los pájaros y la filosofía (este poemario estuvo entre los finalistas del Gran Premio de Poesía Pilar Fernández Labrador, de España), luego lo publiqué como Reconstrucción del vuelo.

Zambrana afirma que “de no tener vuelo el poeta, no habría poesía, no habría palabra. Toda palabra requiere un alejamiento de la realidad a la que se refiere; toda palabra es también, una liberación de quien la dice”. Luego añade que si el pensamiento es abstracto “la poesía ha sido en todo tiempo, vivir según la carne. Ha sido el pecado de la carne hecho palabra, eternizado en la expresión, objetivado”. Coincido con Zambrano en que no existe una definición posible de poesía, porque la definición atentaría contra su propia existencia. Un día me preguntaron acerca de la definición y yo respondí que, para mí, escribir poesía es hacerle el amor al lenguaje y que la poesía sucede cuando Dios y el Diablo se descuidan y nos dejan ser plenamente humanos, con todos los riesgos que eso conlleva; es decir el asombro ante la vida, lo sagrado, la naturaleza y el infinito, representados por la palabra.

A su manera, ambas disciplinas revelan la verdad de lo que somos. A través de la filosofía intentamos acercarnos a la autenticidad y la poesía indaga en la condición humana. Para Zambrano la poesía aborda la creación desde el no ser y la filosofía desde el ser. El no ser sería la memoria de la conciencia desde el olvido, apenas somos esos instantes de lucidez mientras lo demás permanece en el olvido.

En el breve ensayo María Zambrano: filosofía y poesía, ¿dos modos de ser tan distinto?, los autores concluyen: “Filosofía y poesía es sin duda el testimonio del amor a la palabra, es una obra que apuesta por un hombre completo y por eso humano al afirmar que no es puramente razón: es ser y valer, odio y amor, simpatía y diferencia. María Zambrano sabe que la poesía es participación, comunión del poeta con el mundo, comunión del hombre con el poeta, comunión del hombre entre sí. El poema es un punto de referencia. En él se miran los mundos interiores, en el poema reflejamos nuestras semejanzas y nuestras diferencias, espejo transparente. Así la universalidad del poema es inversa a la universalidad de la lógica. En la poesía el hombre se encuentra porque también ella es una forma de decir al mundo. Y aunque se haya pretendido perdida fue a pesar de Platón ganada, ganada por y para el hombre”[1].

Creo que tanto la filosofía como la poesía son formas del conocimiento, la poesía de manera espontánea y la filosofía a través de la razón, incluso muchos filósofos expusieron sus teorías a medio camino entre la poesía y la ciencia, ambas buscan la revelación de la realidad. De hecho, encontré una definición muy poética de Zambrano respecto a por qué filosofar: “Porque sé que tengo morir y no quiero hacerlo sin haber visto y haberme visto”.

Para cerrar o abrir esta parte cito a Julián Naranjo Escobar: “La relación entre poesía y filosofía siempre se ha desarrollado en medio de una permanente tensión entre ambas. Se trata de una relación difícil de delimitar y que no deja de ofrecer algunas paradojas; en un primer momento, advertimos el antagonismo existente entre dos figuras en apariencia opuestas: el filósofo y el poeta. Mientras el filósofo se propone exponer su pensamiento de manera exacta y racional sirviéndose de conceptos, el poeta, por su parte, es hombre de imágenes y ritmos que posee una forma de expresión exaltada, inspirada y emotiva”[2]

 

Platón, los poetas y la poesía

 

Ahora bien, intentemos responder por qué Platón expulsó a los poetas de su república ideal, que ha generado múltiples explicaciones y especulaciones. La gran Irene Vallejo, en su libro El infinito en un junco señala: “La Academia de Platón y, más tarde, el Liceo de Aristóteles tenían su sede en bosquecillos consagrados a las musas porque el ejercicio del pensamiento y la educación podían entenderse como actos metafóricos y luminosos de culto a las nueve diosas. En una sociedad que nunca tuvo libros sagrados, La Ilíada y La Odisea eran lo más parecido a la Biblia. Fascinados por Homero o enfurecidos con él, pero sin la vigilancia de una clase sacerdotal, los escritores, artistas y filósofos griegos se sintieron libres para explorar, cuestionar, satirizar o ensanchar los horizontes homéricos. Se cuenta que Esquilo dijo humildemente que sus tragedias eran solo «las migajas del gran banquete de Homero». Platón dedicó largas páginas a atacar la presunta sabiduría del poeta, y lo expulsó de su república ideal”. Y luego agrega: “El paso de los años no apaciguó los bríos censores de Platón. En su último diálogo, Las Leyes, propone prácticamente la creación de una Policía poética para vigilar la nueva literatura: «El poeta no podrá componer nada que contradiga lo que la ciudad considera legal, justo, bello o bueno; una vez escrito su poema, no podrá darlo a conocer a ningún particular, antes de haber sido leído y aprobado por los jueces que para ello hubieran designado los guardianes de las leyes (…) y aquel al que escogimos como director de educación». El mensaje queda enfáticamente claro: hay que someter los textos poéticos a una severa censura; a veces suprimirlos, otras veces expurgarlos, aplicarles correcciones y, siempre que sea preciso —lo será muchas veces—, reescribirlos”.

En su artículo “Contra el mito de que platón odiaba a los poetas y sobre la superioridad de la poesía ante la filosofía”, Sofía Tudela Gastañeta afirma: “El filósofo expulsa a los poetas que proliferaban en su época porque su poesía, en lugar de exaltar la virtud, exaltaba los vicios; en lugar de mostrar a los dioses como eran, seres excelsos, los mostraba como perniciosos, sujetos a pasiones humanas como la ira o el deseo de venganza; todo lo cual daba un mal ejemplo”.

Sin embargo, Platón, contradictorio, como buen filósofo, también amaba la poesía y lo demuestra en el mito de la caverna, un mito es un género literario y en ese entonces solo había uno: la poesía.

 

El amor y la filosofía

 

Si hay un tema que los poetas hemos hecho nuestro es el amor; sin embargo, los filósofos, que parecen alejados de tan trivial sentimiento, también han escrito sobre el mismo.

El diccionario define al amor como “sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”. El poeta Lope de Vega afirma que “creer que un cielo en un infierno cabe, / dar la vida y el alma a un desengaño, /esto es amor; quien lo probó, lo sabe” y Francisco de Quevedo usa el oxímoron, es decir sentidos contrapuestos, para afirmar que “es una libertad encarcelada” y el amor bien puede ser una contradicción permanente, en la que tenemos que aceptar que solamente se puede amar a otra persona con sus defectos y sus virtudes.

Este tema ha sido tomado por las escritoras y filósofas francesas Aude Lancelin y Marie Lemonnier, en su libro Los filósofos y el amor, para estudiarlo desde Platón, Lucrecio, Montaigne, Rousseau, Kant, Schopenhauer, Kierkegaard, Nietzsche, Heidegger, Arendt, hasta Sartre y De Beauvoir, así como también a sus contemporáneos para extrapolar diálogos y escritos buscando entrelíneas qué pensaron cada uno de ellos acerca del amor y cómo vivieron sus propios amores, tema aparentemente cursi, pero profundo al mismo tiempo. Un tema que para el incomparable Fernando Pessoa hasta puede ser ridículo: “Todas las cartas de amor son ridículas. / No serían cartas de amor si no fueran ridículas”. Y es que las palabras para enamorar son, al mismo tiempo, comunes y bellas; Alfonsina Storni nos lo recuerda así: “Esta noche al oído me has dicho dos palabras/ Comunes. Dos palabras cansadas / De ser dichas. Palabras/ Que de viejas son nuevas” y esas palabras, que no las dice en el poema, son: Te amo, una expresión sencilla, mágica y profunda. 

Las autoras citan a Alaín Badiou, filósofo, dramaturgo y novelista francés marroquí, quien señala que el amor es una fuerza cosmopolita, incitante y sexuada que transgrede fronteras y estatus sociales, amenazado por los riesgos que conlleva y por la comodidad que tenemos por asegurarnos el goce ilimitado y hedonista y que, por lo tanto, es una tarea filosófica defenderlo para reinventarlo, como alguna vez propuso el poeta Rimbaud. Aude Lancelin y Marie Lemonnier, proponen: “La filosofía del amor es un territorio para volver a recorrer, e incluso a defender urgentemente. Hay en esto una resistencia posible al nihilismo ambiente que parece haber encontrado con la reducción de la sexualidad a un libertinaje mórbido su arma definitiva. (…) el amor se opone a la lógica del mercado”.

Recorriendo los pasillos de una librería encontré el libro Elogio del amor de Alain Badiou, filósofo, dramaturgo y novelista francés marroquí. Me llamó la atención el título porque no imaginaba que uno de los autores preferidos por los intelectuales del mundo postmoderno, que aparentan no interesarse por este tipo de trivialidades, haya escrito sobre este tema. El libro recoge una entrevista que le hizo el periodista Nicolás Truong en el año 2008.

En el capítulo Los filósofos y el amor, Badiou hace referencia a Soren Kierkegaard, de quien, en mis años adolescentes y convencido de que era un feo sin remedio, leí y estudié su Diario de un seductor, buscando algunas claves para apalabrar a las muchachas hermosas que creía inalcanzables. Lejos estaba de saber que el amor estaba más allá de la seducción, del deseo y de la pasión, concepción que para Badiou fue intuida por Platón cuando señaló que el amor es filosóficamente esencial.

Badiou reconoce tres concepciones contradictorias acerca del amor: la concepción romántica que se centra en el éxtasis del encuentro; la escéptica que lo considera una ilusión y la que afirma que el amor es una construcción de verdad, a la que él se adscribe y propone que es la construcción del “Dos” desde las diferencias personales que van forjando al sujeto del amor. “El amor es siempre la posibilidad de presenciar el nacimiento de un mundo”, dice y me trajo recuerdo a un verso que escribí: “Alguien ve pasar a una muchacha/ y nace un mundo nuevo.”

El amor es un misterio, es algo que sucede y reinventa la vida de quienes lo sienten y por eso Badiou asegura que el amor es una declaración de eternidad. Sin embargo, el peor enemigo de la eternidad y, por tanto, del amor, no es el otro, sino el yo. Es a nosotros mismos que debemos vencer para que se construya el “Dos” y podamos nombrar a la única palabra que necesita de dos seres para ser invocada. Para terminar, copio un deslumbrante fragmento de Badiou: “El enigma del pensamiento del amor es la cuestión de esta duración que cumple. En el fondo, el punto más interesante no es la cuestión del éxtasis de los comienzos. Por supuesto que existe el éxtasis de los comienzos, pero un amor es ante todo una construcción duradera. Digamos que el amor es una obstinada aventura. El lado aventurero es necesario, pero no lo es menos la obstinación. Dejarse caer al primer obstáculo, a la primera   divergencia seria, en los primeros aburrimientos, no es sino una desfiguración del amor. Un amor verdadero es aquel que triunfa duraderamente, a veces duramente, sobre los obstáculos que el espacio, el mundo y el tiempo le proponen”, listo esito sería, como dicen los paceños.

 

El retorno a la filosofía

 

Desde hace varios años me dedico a dar clases en la carrera de Derecho y descubrí que me gusta enseñar, compartir conocimiento, transferir información y aprender de los estudiantes que siempre tienen algo que enseñarnos. Entre otras materias profeso Filosofía del Derecho, en la que intento que mis alumnos aprendan a razonar el Derecho desde la filosofía. Antes de dictar la materia siempre me actualizo con diferentes lecturas, ya sean libros impresos o textos digitales, incluso recurro a YouTube para ver y analizar entrevistas a destacados filósofos de nuestra época.

Hace algún tiempo tuve una serendipia, estaba buscando una novela y me encontré con un libro de Bertrand Russell titulado El conocimiento humano, en el prefacio leí que la filosofía “pierde mucho de su valor si solo unos pocos profesionales pueden comprender lo que dicen los filósofos”, y eso lo compruebo cada vez que me toca dar esta asignatura porque los estudiantes conocen muy poco de filosofía y de filósofos. En la primera clase siempre les muestro dos diapositivas, en una de ellas están los superhéroes, les pregunto si los conocen y todos me dicen sus nombres a coro; no sucede lo mismo cuando les muestro la segunda con los bustos de los filósofos griegos clásicos, nadie los conoce y tampoco les interesa, incluso si les demuestro que muchas de las frases atribuidas a actores y actrices de cine o a estrellas de rock, en realidad les pertenecen a seres humanos que amaban y aman la sabiduría.

No solamente está fallando nuestro sistema educativo que hace que las clases de filosofía sean aburridas; también los medios de comunicación y las redes sociales que nos bombardean con programas banales. Zygmunt Bauman, filósofo, tiene razón al señalar que, a veces, “el exceso de información es peor que la escasez”. A propósito de las redes sociales leí una entrevista a Markus Gabriel, joven filósofo alemán, quien afirma que, en la actualidad, “Facebook ocupa el lugar de Dios” y que incluso nos hace creer que somos libres al expresar nuestras opiniones y sentimientos, cuando en realidad es “el puro vacío”. Gabriel aclara que el tema de fondo en la victoria de Trump no es que los rusos hayan manipulado, sino que usaron las redes sociales para hacerlo porque ahora la “esfera pública está controlada por algoritmos”. Pero, así como Gabriel critica a las redes sociales también lo hace con filósofos como Heidegger, Derrida y Foucault porque según él son poseedores de discursos oscuros, así como a otros filósofos mediáticos porque sus discursos son presuntuosos. Por último, reclama que los filósofos de hoy deberían hablar del rol de las universidades, porque es allí donde se da la “cooperación de todas las ciencias para conocer mejor al ser humano”, es decir, la filosofía debe volver a las aulas universitarias como la madre de todas las ciencias. Ojalá.

 

[1] http://www.archivopdp.unam.mx/index.php/2763

 

[2] https://revistamito.com/la-critica-de-platon-la-poesia/