Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Con los mejores deseos

Por Jonatan Frías 

Diciembre 2021

 

 

Leer es un asunto complicado. Para las personas con tendencias a las adicciones, leer es tan o más adictivo que fumar, tomar café o comerse una pieza de pan dulce a mitad de la noche. Y es que la literatura posee orden y estructura, a diferencia de la vida que es, la mayoría de las veces, absurda y repetitiva. La vida tiende al sinsentido. La literatura, a través de símbolos, descifra la verdad.

            Siempre queremos más. Estamos en busca de nuevas historias o de nuevas formas. Siempre estamos insatisfechos. Sobre todo los lectores de sagas. Ellos siempre quieren un libro más y otro y otro. Andan por la vida con su cara de yonki insatisfecho. Detestan la idea de que la historia con la que han crecido llegue a su fin. No importa lo absurda que sea, ellos siempre quieran más. Aunque ya no tenga sentido pedirle más historias al maguito, ellos siempre quieren más. Y es que, además de estructura, las sagas los dotan de un sentido de pertenencia. Se reconocen en las calles. Portan los colores de su saga en las bufandas como quien sale a la calle a la una de la tarde a buscar su monchis con los ojos rojos y los labios secos.

            Mejor hubiera sido que jamás se hayan encontrado con ese primer libro que alimentaría al mono que cargan en la espalda. Pero nunca alcanza. Nunca es suficiente. El marcado está desbordado. Parece haber cobrado vida propia y manejarse sin control alguno. Las mesas de novedades cambian cada semana. No sólo no hay tiempo que alcance para leer todo eso, tampoco hay dinero, maldita sea.

            El mercado de los libros es pujante, pese a lo que se cree. Sí, indudablemente leemos pocos, pero los pocos que leemos, leemos mucho. Es verdad que siempre se puede mejorar, pero también podríamos estar peor.

            Hay libros que gozan de buena salud y la gente se desborda por ellos. Las sagas fantásticas tienen un mercado fuerte y numeroso, al igual que la novela histórica. También el género detectivesco es bruscamente buscado y leído.

            Redes sociales como Goodreads dan cuenta del tamaño de la comunidad de lectores que hay en todo el mundo. Quién hubiera pensado que una actividad que regularmente se practica en soledad, como la lectura, estuviera tan poblada. Los lectores estamos incompletos, por eso buscamos siempre una historia nueva que nos llene: y somos legión. Pero lo dicho, no hay dinero ni tiempo que alcance.

            Hace un par de días, mientras me tomaba un café y preparaba notas para un video que grabaría para mi canal de YouTube sobre algunos de los libros que leí este año, miré con tristeza la pila de libros sin leer sobre mi sillón y la otra pila sobre mis escaleras. Pese a que este año leí más que el año anterior y pude leer más de lo que me había propuesto, la mayoría de los libros fueron por agenda. Ya sea lecturas que necesitaba hacer como parte de algo que estuviera investigando o cosas que necesitara para mis columnas o, incluso, las lecturas preparadas para mi canal. Así que todos esos libros que compré con la firme intención de leer por el gusto de ser lector, se quedaron esperando. Solenoide, Los errantes, Los versos satánicos, V., La primavera del mal, son sólo alguno de los libros que me ven llegar a la casa con dos o tres libros nuevos y ponerlos junto a ellos con el firme afán de, ahora sí, sentarme a leerlos.

            No es fácil seguir el ritmo editorial. Son tantos los escritores y las escritoras que seguimos, que aunque saquen un libro cada dos años, siempre vamos atrás. La vida de lector es una vida dura porque está destinada al fracaso. Ahora mientras escribo esto, mira el librero donde me aguarda desde hace 7 años el libro de los cuentos completos de Sherlock Holmes de Arthur Connan Doyle que compré en un remate con la firme intención de leerlos durante unas vacaciones de verano. Lo mismo pasa con mi libro de las obras completas de Shakespeare y con dos novelas de Thomas Mann que compré por las mismas fechas.

            La única conclusión posible es aceptar que jamás podremos leer lo que queremos y que jamás podremos tener todos los libros que deseamos. Leer no debe ser nunca una competencia en la que cada año rompamos nuestro record anterior. Leamos sin culpa, leamos lo que se nos antoje en el momento, sin importar todo lo que estamos dejando de leer, no de otra manera podremos realmente disfrutar la historia en turno.

            No tengamos reparo en apagar la computadora y dejemos esa serie de HBO o de Netflix para después, pero tampoco suframos por cerrar ese libro para sentarnos a ver en una semana todas las temporadas de Gray´s Anatomy.

            Diciembre, Navidad concretamente, siempre nos entusiasma por los regalos y los intercambios. Reconocemos a un lector hecho y derecho, cuando en el intercambio algún compañero decide regalarle un juego de calcetines y el disco de villancicos de Luis Miguel, en lugar de la trilogía de la Fundación de Asimov y él pone cara de querer asesinarlos a todos. Procuremos entonces regalar un libro más de los que recibamos. Así, en esos momentos maravillosos como el que yo tuve al ver la pila de libros sin leer que tengo en casa, sabremos que no estamos solos en el infierno y que en algún lugar, hay alguien que no ha podido leer el libro que le regalamos y vive bajo la angustia de que en cualquier momento le preguntemos ¿qué te pareció el libro?

 

Feliz Navidad.