Por Ramiro Padilla Atondo
16 Marzo 2020
A continuación, expondré algunas reglas básicas para mantener una acalorada discusión con un intelectual mexicano. Por favor, siga al pie de la letra las indicaciones para que el intercambio sea positivo.
—El intelectual es dios. Infalible. Sus opiniones deben tomarse como de inspiración divina.
—Evite el uso de todo tipo de jerga académica. El intelectual mexicano tiene el monopolio indiscutible de las palabras rimbombantes. No estudió maestrías y doctorados para que usted venga acá a quererla hacer de pedo dándole mal uso al lenguaje.
—Si usted es objeto de la furia de la intelectualidad, acurrúquese. Sí, acurrúquese y cierre los ojitos. Puede practicar la posición fetal, hacerse el muerto también, como si un oso hubiese llegado de repente a olisquearlo. No abra los ojos, no respire, porque eso puede hacer enojar al intelectual aún más.
—Empiece los intercambios pidiendo disculpas de antemano. Sabe usted que es imposible que un intelectual acepte que se equivocó. Hágalo usted por él. Eso permitirá que el debate fluya.
—No se atreva a citar ningún libro. El intelectual ya los leyó todos y tiene el monopolio de su interpretación. Aléjese de la marca Octavio Paz. Esa marca tiene dueño y usufructo, biógrafos con una cédula especial de interpretamiento del pensamiento Paciano.
—Jamás, bajo ningún concepto conteste de inmediato y de manera sobria. Su contestación tiene que ser de al menos cincuenta cuartillas. Los tweets están prohibidos. Altera la calidad del debate.
—El intelectual tiene diez oportunidades de rebatirlo. Usted solo una.
—Es muy mal visto que a los intelectuales que viven de los contratos del gobierno se les mencione esa parte. Los irrita. Busque maneras más creativas de hacerlo.
—Nunca de los nuncas intente hacer controversia en fines de semana. Debe haber un horario claro de nueve de la mañana a cinco de la tarde. Los viernes se cierran discusiones a las 3 pm, para dar oportunidad a la réplica. No se debe molestar a un intelectual en su casa de descanso.
—Si el intelectual escribe un ensayo larguísimo en contra suyo, aunque esté lleno de mentiras, dude de usted mismo, cuestiónese. Quizá ese largo ensayo lo hizo por su propio bien.
—El intelectual tiene el monopolio del insulto. Esta condición tiene que quedar clara. Usted bajo ninguna circunstancia puede usar una palabra que pueda ser interpretada como insultante. Si lo hace discúlpese de inmediato. Y si el intelectual se siente insultado aunque usted no le haya dicho nada, el intelectual tiene derecho a rebatirlo de manera pública con otro ensayo el doble de largo que sea aclaratorio.
—Bajo ninguna circunstancia debe usted identificarse con ninguna posición ideológica. Es menester del intelectual asignársela. Si el intelectual decide que usted es de derecha, acéptelo, y corrija su discurso para que responda a las necesidades del mismo.
—Si el intelectual lo acusa de ser agente de un gobierno extranjero, empiece a mirar su círculo de colaboradores, investigue quien habla algún otro idioma, quizá el intelectual le está avisando por los medios, y por su propio bien para que se deshaga de el potencial peligro.
Ya con estas sencillas reglas, usted tendrá las armas necesarias para enfrentar con éxito los embates que se le presenten. Sonría y la fuerza estará con usted.