Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Cinco espléndidos microrrelatos de Max Aub

Autor: Max Aub

Agosto 2021

 

 

 

 

Crimen ejemplar

 

Lo maté porque no pensaba como yo

 

 

*

Sin remedio

 

Lo maté en sueños y luego no pude hacer nada hasta que lo despaché de verdad. Sin remedio.

 

 

 

*

 

Hablaba y hablaba

 

Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.

 

 

*

 

En nombre de todos

 

¿Ustedes no han tenido nunca ganas de asesinar a un vendedor de lotería, cuando se ponen pesados, pegajosos, suplicantes? Yo lo hice en nombre de todos.

 

 

*

 

Una larga espera

 

Hacía un frío de mil demonios. Me había citado a las siete y cuarto en la esquina de Venustiano Carranza y San Juan de Letrán. No soy de esos hombres absurdos que adoran el reloj reverenciándolo como una deidad inalterable. Comprendo que el tiempo es elástico y que cuando le dicen a uno a las siete y cuarto, lo mismo da que sean las siete y media. Tengo un criterio amplio para todas las cosas. Siempre he sido un hombre muy tolerante: un liberal de la buena escuela. Pero hay cosas que no se pueden aguantar por muy liberal que uno sea. Que yo sea puntual a las citas no obliga a los demás sino hasta cierto punto; pero ustedes reconocerán conmigo que ese punto existe. Ya dije que hacía un frío espantoso. Y aquella condenada esquina abierta a todos los vientos. Las siete y media, las ocho menos veinte, las ocho menos diez. Las ocho. Es natural que ustedes se pregunten que por qué no lo dejé plantado. La cosa es muy sencilla: yo soy un hombre respetuoso de mi palabra, un poco chapado a la antigua, si ustedes quieren, pero cuando digo una cosa, la cumplo. Héctor me había citado a las siete y cuarto y no me cabe en la cabeza el faltar a una cita. Las ocho y cuarto, las ocho y veinte, las ocho y veinticinco, las ocho y media, y Héctor sin venir. Yo estaba positivamente helado: me dolían los pies, me dolían las manos, me dolía el pecho, me dolía el pelo. La verdad es que si hubiese llevado mi abrigo café, lo más probable es que no hubiera sucedido nada. Pero esas son cosas del destino y les aseguro que a las tres de la tarde, hora en que salí de casa, nadie podía suponer que se levantara aquel viento. Las nueve menos veinticinco, las nueve menos veinte, las nueve menos cuarto. Transido, amoratado. Llegó a las nueve menos diez: tranquilo, sonriente y satisfecho. Con su grueso abrigo gris y sus guantes forrados:

-¡Hola, mano!

Así, sin más. No lo pude remediar: lo empujé bajo el tren que pasaba.

 

 

 

*

 

Del libro “Crímenes Ejemplares” (1957)

 

 

 

 

 

Max Aub Mohrenwitz 

(París, 2 de junio de 1903-México D.F., 22 de julio de 1972). Escritor español de origen francés. Toda su obra la escribe en español, cultivando diferentes géneros: narrativa, teatro y poesía. Siendo un niño, su familia se traslada a España por motivos de trabajo y en medio de la Primera Guerra Mundial se establecen en Valencia, donde Max cursa el bachillerato. Recibe una educación muy rica y cosmopolita y desde niño destaca por su facilidad para aprender idiomas. Al terminar sus estudios, recorre el país como viajante de comercio y al cumplir los veinte años decide adoptar la nacionalidad española. Es famosa la frase de Max Aub: “se es de dónde se hace el bachillerato”. En los años 20 es afín a la estética vanguardista y gracias a su trabajo como viajante asiste a tertulias de Barcelona de los vanguardistas de la época. Durante esta época empieza a escribir teatro experimental: El desconfiado prodigioso (1924), Una botella (1924), El celoso y su enamorada (1925), Espejo de avaricia (1927) y Narciso (1928). De ideas socialistas, durante la guerra civil se compromete con la República y colabora con André Malraux en la película Sierra de Teruel (1945). Al terminar la contienda se exilia a París, pero preparando su marcha a México le detienen y es recluido en diferentes campos de concentración de Francia y del norte de África. Gracias a la ayuda del escritor John Dos Passos, tras tres años de encarcelamiento consigue embarcar para México. Se gana la vida gracias al periodismo, escribiendo en los diarios Nacional Excelsior, y también en el cine ejerciendo de autor, coautor, director, traductor de guiones cinematográficos y profesor de la Academia de Cinematografía. En 1944 es nombrado secretario de la Comisión Nacional de Cinematografía. Durante estos años escribe San Juan (1943) y Morir por cerrar los ojos (1944) y estrena su obra de teatro La vida conyugal (1942) con gran éxito. Desde mediados de los años 50 viaja por Estados Unidos y Europa, pero sin poder entrar en España, desarrollando activamente en estos años su actividad literaria, periodística y cineasta. En 1969 por fin se le permite entrar en España y recupera parte de su biblioteca personal, que estaba en la Universidad de Valencia. A su vuelta a México sigue con sus estudios de la figura de Luis Buñuel; posteriormente participa como jurado en el festival de Cannes, da conferencias por todo el mundo y, tras otro viaje a España, muere en 1972 en México. Desde 1987 se entregan los Premios Internacionales de Cuento Max Aub, otorgados por la Fundación Max Aub y desde el 9 de junio de 2009 la Biblioteca del Instituto Cervantes de Argel lleva su nombre.