Revista Anestesia

𝙴𝚕 𝚍𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚝𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜

Carta de la pandemia a la humanidad

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Por José Luis Bernal

16 Septiembre 2020                                                                     a Fermín Sobrino

Imagen: Irene Morales Pagaza

 

Ser Humano:

nunca recuerdas verdades esenciales

que calan hasta el fondo

de la conciencia, más que

cuando las Horas

llaman a misa de difuntos

bajo los estandartes negros.

 

Éstas son las verdades.

Finito e imperfecto

aún no te reconoces.

¿Cuántos siglos te creíste

la criatura superior,

el amo de la creación?

 

Y la Naturaleza,

¿cuánto desprecio tuyo, y despojo,

cuánta rapacidad te ha tolerado,

al arrancarle sus secretos

para construir

tus armas?

¿Y al venderla a precio de oro?

 

El mundo convertiste en selvas devastadas,

en montañas pelonas y océanos ponzoñosos;

y en cuevas de murciélagos

husmeas, buscando

si el guano se pudiera untar en dardos

arrojadizos contra el universo,

y carcajearte, al ver

que revienten en la noche

sus pirotecnias,

los astros que no creaste.

 

La divina Harmonía,

la Idea,

el Plan del que formabas

parte en el Big Bang,

la alteras, tú, el homínido.

 

Los océanos basurero,

la atmósfera letal,

la sangre derramada de tus hermanos menores:

peces, abejas,

delfines, ballenas,

bosques enteros, llenos de criaturas

pávidas e inocentes

y de aquellas

propicias a tu gula,

acaso hayan clamado justicia.

Como la sangre nunca seca

de tus hermanos, padres, hijos,

desde la descendencia, ya olvidada, de Eva.

 

La otra verdad:

has querido la guerra contra tu propia madre.

Y ésta es muy potente.

Maremotos más altos

que los más espigados rascacielos,

infiernos forestales instados desde Olimpo

por legiones angélicas,

diluvios torrenciales

sin Arcas ni Noé,

serán sus huestes, in aeterno.

 

Si el orbe se sacude

diez minutos,

¿qué será de los imperios?

¿qué será de tu orgullo?

 

¿Qué opondrás, contra tu Madre?

¿La estatura simiesca de tus líderes?

¿El poder de la plata, emputecida?

¿La falsa dignidad

de tus ‘Pastores’?

 

Hoy, un virus, te pone de rodillas.

Va degollando espigas,

va cortando el aliento,

va reventando pechos,

torciéndole el pescuezo a maduros

y viejos.

 

Y a su paso de ganso,

los cinco continentes

entierran a sus muertos.

Las bolsas caen,

declina el mercadeo,

trastabillean las divisas.

Por el mismo humo antiguo

que ha nublado la mente planetaria;

y aún en las pandemias

es venerado como Pluto.

 

¿No te muestra

un espejo la Muerte,

donde antes de asfixiarte

mirarte deberías?

 

En los salones de Palacio,

reyezuelos administran la rifa

de un costal de caramelos.

 

(Ellos, sí que

se miran al espejo,

posando para selfies

que autografían con sangre.)

 

¿Es guerra? ¿Es una purga?

¿Qué te grita, Natura?

 

Lo dice a los poetas, al tiempo que te azota.

Lo susurró el Oráculo al oído de Edipo.

“No esperen ser felices sino a la hora de su muerte.

Y más les vale morir jóvenes.

Y curarse de soberbia”.

 

El Universo no es aleatorio.

Es un jardín ameno, un manso lago,

un castillo infinito de cristales

regido por un Mago;

donde los hombres

rompen el ritmo,

abren a golpes las puertas,

y, rasgando los velos del Misterio,

embozan su pecado.